por Alberto Atienza
Si las palabras, las frases, surcaran el cielo, cual canoras aves, al gobernador electo, Celso Jaque, le bastaría tan solo levantar la vista para conocer las preguntas que se formulan sobre su inminente vecinos del centro, de barrios. Por otra parte, menos mal que los vocablos quedan fijos a tierra.
De no ser de ese modo viviríamos atosigados, por los discursos llenos de soberbia de algunos politicastros derrotados. Algo así como si los boludos volaran: nublado total. Perdieron sí, pero tanto no les duele: están muertos en plata, llenos de empresas, inversiones y cuando arrancaron en política eran unos secos totales. Pero ese no es el tema ahora. Las preguntas. Las dudas. ¿A quién le entregamos la provincia?Don Celso, como le dicen allá en Bardas Blancas, ¿aterrizarán en Mendoza más malayos repletos de dinero para comprar miles y miles de hectáreas? ¿Le parece normal que extranjeros sean dueños de tanto espacio en nuestra provincia, en nuestro país? ¿No constituyen una amenaza a la soberanía? ¿No están en condiciones de formar cuando quieran, si es que no lo han hecho, un estado dentro de nuestro estado, con su propia fuerza de seguridad, límites, etc.? Leer todo el artículo - Cerrar
Los malayos son buenos, vieran qué dulces y sonrientes, trabajadores, limpitos, dicen quienes los han visto en su destino sureño, en su latifundio de Malargüe. Puede ser. Pero si ese Lin Piao Cho, o algo así, el que compró las tierras, es un testaferro de alguna potencia que nos instala ahí una Guantánamo mediterránea. O nos invade preventivamente algún gendarme del mundo. O si de repente tenemos que arriar la azul y blanca y enarbolar otra bandera porque de golpe esto se nos llenó de asiáticos. O de modistos yanquis. O de malos actores. Todos dueños de tierras argentinas cercadas. ¿Qué pasaría si mañana alguien compra y rodea de alambrado al castillo de los Pincheiras? ¿O a la laguna de la Niña Encantada? ¿O al pozo de las Ánimas?
¿Qué tal si dentro de no mucho los argentinos circulamos por carriles, pasillos, trazados entre propiedades foráneas hasta llegar a una plaza, acaso lo único que nos quedó? Exagerado ¿No? Pero factible. Estamos en el comienzo. Pronto llegarán más angurrientos con oro y se encontrarán con flojos dispuestos a vender.
Don Celso. La propiedad privada debe ser acotada. El dueño de esas tierras, incapaz de hacerlas producir, las vende a extranjeros. Se puede argumentar que es su derecho. Sí. Él hace su negocio con quien se le antoja. Pero ahí hace falta una ley Don Jaque. Hay que asentarse alguna vez sobre la palabra Soberanía. Ya sabemos de extranjeros y aventureros destruyendo nuestros bancos y ocupando empresas de la gente. Y ni mencionemos los ferrocarriles y la ruina cuyo levantamiento trajo.
Las preguntas voladoras. Fue en su gestión como intendente de Malargüe que se produjo esa venta de tierras. ¿Permitirá que eso siga ocurriendo? Que desconocidos oriundos de otras partes ocupen, como amos y señores, espacios de nuestro país nada más que porque le pusieron una torta de dólares al dueño. ¿Qué hará Don Celso? Mire que se preparan para cargar contra usted. Acá hay muchos enamorados de las tierras (y afuera también) Harán cualquier cosa, mejorarán cualquier oferta para conseguirlas. ¿Se pondrá firme Don Celso?
La inseguridad. Su promesa de resolver el problema en tiempo récord es atractiva. Debe haberle significado buen número de votos. La gente sufre con ese agobio. No solo a quienes la delincuencia les privó de un ser querido, sino los otros, a los que violentamente despojaron de algún bien. Hay miedo.
Usted lo sabe, con seguridad, y si no, dispone de Internet: el famoso plan Giuliani que aplicaron en Nueva Cork para tranquilizar a sus habitantes atribulados por la inseguridad, no es únicamente más uniformados, más inteligencia, más armas con mira láser. No. Se contempla en la idea de Giuliani el avance hacia los núcleos sociales productores de delitos.
Don Celso ¿Se podrá implementar algo así en nuestra provincia? ¿Alguien se ocupará de niños y adolescentes en estado casi de abandono en humildes barriadas? Ahí ya se instaló la subcultura de la cumbia villera, la violencia, la droga, el robo como forma de vida ¿Alguien le saldrá al cruce a esa realidad que tantos gobiernos anteriores ignoraron mientras sus funcionarios prosperaban? ¿Será usted Don Celso? Dios nos oiga. Pero cuídese de los falsos expertos, hechos por sí mismos. Cuando usted lanzó el proyecto de seguridad apareció el nombre y la carota de un sujeto que llevó al fracaso a la policía. Que dejó en la calle a importantes y probos investigadores en una purga irracional. Inauguró, por incompetente, la ola de inseguridad que ahora sufrimos.
Recapacite Don Celso. Si tiene como posible ministro a un improvisado, dañino, por torpe (ya lo demostró) es tiempo de maniobrar.
Otro tanto ocurre en Cultura. Como usted no ha dicho quiénes serán los principales en las áreas de gobierno, la gente se maneja con trascendidos ¡Cuánta soberbia! Tal vez sea su amigo Don Celso, pero, por favor, un calandria que es famoso porque piensa todo el día en sí mismo. Dueño de una egolatría tal que está convencido que es la última chupada del mate en el mundo. ¡Angelito de Dios! Don Celso, por favor, se lo piden los escritores, pintores, actores, poetas, no se deje llevar por el amiguismo. Si el fulano no sirve porque es un infatuado, porque nunca manejó nada, a otra cosa Don Celso.
Bueno. Y no es una pregunta que vuela. Es un dirigible. El Von Hindenburg. O el Graf Zeppelín. ¿Don Celso, va a permitir la minería contaminante? Se sabe de su vinculación con el sanjuanino Gioja, adalid de la explotación minera. Dicen que usted lo admira, lo respeta, comparte sus ideas: un banco regional. Muy bien que así sea. Pero por favor, Don Celso, que sus afectos no lo lleven a la dependencia. ¿Aplicará lo dispuesto por la ley 7722 que prohíbe el empleo de sustancias químicas en todo lo inherente a la explotación de minas?
Don Celso ¿Usted cree que el uso de cianuro, ácido sulfúrico, mercurio en una mina a cielo abierto son beneficiosos para el agua que usan esos emprendimientos y que luego descartan? ¿Usted considera que esas explotaciones no conllevan riesgo para las comunidades donde están asentadas? ¿Sí o no? ¿Usted podría explicar públicamente este punto en especial? ¿A usted le parece Don Celso que los miles de dólares, euros, que ingresarían a las aulas provinciales con los permisos mineros valen lo que cuesta la salud de un niño, de uno solo?
¿Se le podría pedir al importante Gioja que siga siendo importante, pero en los pagos de Sarmiento? ¿Usted le solicitaría que nos refiera a los mendocinos la experiencia que la minería, por él impulsada, les dejó a los habitantes de San Juan? Ya, en gobernador ¿Podría invitar a sanjuaninos residentes en el epicentro de explotaciones mineras, o que reciben sus efluentes, para que nos cuenten cómo viven? ¿Sabe usted que en Estados Unidos y países europeos está prohibidas las minas a cielo abierto que usen tóxicos peligrosos? ¿Podría poner a alguno de sus asesores a buscar esos datos que conforman uno de los interrogantes de la calle? Pero por favor, que no sea ese pavo real que aspira al cetro de Cultura.
Don Celso, como le dicen los paisanos de Bardas Blancas, esos que asan tan ricos chivitos ¿Podría conversar con la gente sobre estas preguntas que seguramente ya están planeando por sobre su cabeza? ¿O esperará asumir para que aterricen sus respuestas? ¿Nos castigará con la soberbia como hicieron los últimos gobiernos? ¿O se pondrá al lado de la gente? ¿Se anima a gobernar cerca del pueblo?
En los cafés de la peatonal, en el kilómetro cero, en los barrios, hasta en el más remoto confín de Mendoza hay gente ilusionada con usted Don Celso. Por favor. Déle una mano a Mendoza. La familia, agradecida.
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