La palabra empeñada. Un tributo a la falacia.
La falta de compromiso con la palabra empeñada pareciera ser un tributo a la falacia institucionalizada en los factores de poder, públicos y privados. Es una especie de PATRIMONIO CULTURAL DE LA HUMANIDAD levantado con detritus del espíritu y la moral.
Veamos: Para no ir muy atrás, después de la larga noche genocida, vino la democracia con la cual se come, se trabaja y nos dignificamos, según su mentor, el entonces presidente de la Nación, Raúl Alfonsín. Pero antes, en 1958, un libro titulado Política y petróleo, de Arturo Frondizi, lo catapultó también a la presidencia de la Nación. En las calles gritábamos, enfervorizados, Arturo / Arturo / al yanqui dale duro / entendiendo que el Arturo iba a resguardar el patrimonio nacional, como lo es el petróleo y las demás riquezas del subsuelo, pero estuvo a punto de hacer lo contrario. Después de Alfonsín, que se empantanó en sus propias debilidades ideológicas, vino el cipayo mayor, Carlos Menem, para abrir las puertas de las fábricas, impulsar el desarrollo económico y, por ende, llenar el país con fuentes de trabajo. Pero lanzó a todos los vientos la clave del ritual del engaño: Si digo lo que en verdad voy a hacer, no me vota nadie. El ritual se convirtió en el altar de la entrega del país al imperialismo yanqui. ¿Y quién lo siguió? En el 2001 / 2002, un pueblo hastiado y angustiado por tanta oscuridad y tristeza, ganó otra vez las calles y a pura bronca echó a un De la Rúa contrito y melindroso que fue incapaz de cumplir con el simple mandato de crear bienestar para todos los argentinos. Y la lista es más larga que esperanza e’ pobre, en la que muchos nos podríamos incluir. Recordemos nomás en qué fuegos quedaron hechos cenizas aquellos juramentos como te quiero con toda mi alma, para siempre o hasta que la muerte nos separe. En el juego del amor a las palabras también se las lleva el viento.
Y todo esto viene a cuento por las promesas de hoy, las desparramadas en el proceso electoral reciente. Y nos preguntamos: ¿Cristina K terminará con el criminal absurdo de la pobreza de gran parte de los argentinos? ¿Pondrá en vereda a los especuladores y grandes pulpos que nos chupan la sangre? ¿Obligará a pagar más a quienes tienen más? ¿En el presupuesto habrá más para educación, salud, trabajo, es decir, la seguridad social, la genuina seguridad para el pueblo argentino? ¿Profundizará el resguardo de la soberanía ante los embates del imperialismo yanqui? Maquiavelo depositaba en el príncipe la soberanía. Era el Soberano. En democracia, la soberanía es patrimonio del pueblo. Es el Soberano, en el que reside la facultad de exigir lo que le corresponde.
¿Y en Mendoza? ¡Ah! En Mendoza, ¡qué duda cruel! El gobernador que va a ser, Celso Jaque, ha prometido que en seis meses va a bajar el 30% del delito. ¿Y cómo lo va a conseguir? ¿Con mano dura? ¿Con gatillo fácil? De los de abajo, ¿quiénes seremos los buenos y quiénes los malos? ¿Y la seguridad social, o sea, asegurar para los más de dos millones de mendocinos alimentación, educación, trabajo, salud, cultura, ocio? Hasta aquí el Celso no ha dicho ni mu. ¿Seguridad social? ¡¡Bah!!
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