sábado, 7 de junio de 2008

Talleres de la Mujer en Potrerillos y el barrio San Martín

Talleres de la Mujer en Potrerillos y el barrio San Martín

Laura Altamiranda

Organizados por la Fundación Educando, estos talleres se enmarcan en un programa que tiene como objetivo lograr que cada mujer tenga un espacio para sí misma en medio de una cultura de relegamiento, y adquiera elementos para modificar su entorno social y familiar.
Estos espacios son organizados por la Fundación Educando, una ONG que desde el año 2000 trabaja por la inclusión social en distintas comunidades de todo el país. Está dedicada a promocionar la educación como forma de construir una sociedad más justa y equitativa, contribuye a una mejora en la calidad de vida. Concibe, desarrolla e implementa programas de alfabetización en torno a cuatro áreas: Nuevas Tecnologías (aprendizaje de Informática), Inglés, Taller de la Mujer y Salud.

Uno de los talleres, el que se realiza en el barrio San Martín se llama “Entretejiendo lazos”. Allí las mujeres que asisten no aprenden alguna destreza en la cocina o con la aguja sino que se redescubren al encontrar un espacio propio.

El barrio San Martín, en las afueras de la ciudad de Mendoza, es un barrio empobrecido que surgió hace aproximadamente treinta años sobre la base de un asentamiento. Allí un grupo de unas quince mujeres se reúnen cada semana en un aula, y dialogan, leen, comentan sus problemas, dramatizan sobre situaciones de la vida cotidiana propia o ajena o exploran sus emociones a través de diferentes expresiones artísticas. Escuchan y son escuchadas. Y eso les ha cambiado la vida.

“La fuerza está en el grupo; se puede aprender, pero juntos, no desde la idea de la escuela, donde uno enseña y los demás pasivamente reciben, sino generando espacios para hacer un aprendizaje conjunto donde, con una cierta dirección, cada uno pueda ir haciendo su propio proceso”, cuenta Marisa Gómez Lara, coordinadora de “Entretejiendo Lazos”

Un espacio propio
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La coordinadora del taller mendocino –y co-coordinadora también del de la localidad de Potrerillos– es religiosa de la Compañía de María y profesora de Química. Pero el trabajo con la Fundación significó además su bautismo de fuego como psicóloga social: “Fue muy importante para mí, la forma de trabajo me habla de seriedad y de valores que coinciden con los míos, y a partir de eso fue creciendo mi compromiso con la Fundación Educando”, asegura hoy.

A veces la dignidad, los derechos, ir creciendo en libertad utilizando como marco la familia y la propia comunidad, o hasta la sola idea de una identidad propia son aspectos vulnerados, sobre todo en poblaciones sin muchos recursos económicos, culturales y educativos que hagan un contrapeso al aislamiento y la soledad. En su experiencia, las mujeres del Barrio San Martín “se sintieron reconocidas, valoradas y escuchadas”, según resume la coordinadora. Desempleo, abandono y pobreza son un lastre cotidiano al que ahora se agrega una nueva dimensión del problema de las adicciones con el “paco”, muy tóxico, adictivo y barato, que causa importantes daños neurológicos en muy poco tiempo.

El módulo en el 2008 se llama Mate Literario: un texto, una poesía, es la excusa para que la reunión comience y se inicie un intercambio de emociones y pensamientos transformadores. Será el último módulo que harán en este lugar del país. Durante el primer año del taller, las mismas asistentes (sobre todo unas diez que conformaban el grupo estable) fueron convocando a amigas, parientes y vecinas al comprobar ellas mismas lo renovador que resultaba el espacio grupal. “También hubo momentos de crisis del grupo, producto del roce de individualidades, de las competencias, pero hemos trabajado para superarlo, y es así que ahora nos han estado preguntando cuándo comenzábamos, porque ya hay un vínculo creado”, explica Gómez Lara.

Los cambios
El primero de los cambios que se dan en las asistentes al taller, cuenta la religiosa, es el impacto sobre la autoestima.
El segundo, señala, “es que pueden encontrar algunas estrategias desde ellas mismas y desde el grupo para solucionar problemas de su vida familiar y personal”.

Por otra parte, algunas se han sentado por primera vez a escribir a partir de esta experiencia. “Aunque sea algo muy sencillo o simple, el sólo hecho de poder sentarse a pensar, a escribir, a divertirse o a escuchar música, para algunas fue la experiencia más importante”.

“Contrariamente a la cultura imperante, las mujeres del Barrio San Martín se han abierto para compartir problemas muy grandes”, relata Gómez Lara. Este grupo está constituido por mujeres de todas las edades, desde veinte a más de sesenta años, algunas que no terminaron la primaria, pero otras con secundario completo, que trabajan en la administración o como amas de casa.

¿Cómo fueron convocadas las mujeres al Taller? “La Fundación nos ayudó con fondos para publicitar nuestro trabajo en las radios y los periódicos del barrio y hacer panfletos. El resto: “difusión de boca en boca, donde quienes más nos han ayudado fueron las maestras, que a través de sus alumnos le hicieron llegar nuestra convocatoria a las madres.”

“Hoy, ya sobre el quinto módulo, cada una de las mujeres que viene participando desde el inicio tiene experiencias muy concretas sobre la forma en que este taller les cambió la vida”, dice, y cuenta desde un caso en el que una mujer logró armar un microemprendimiento de cultivo de albahaca con el que logró aliviar buena parte de la penuria económica de los suyos, hasta el de una mujer a la que le diagnosticaron un cáncer y pudo replantearse su vida en relación con la enfermedad: “Dándole una dirección a su vida, desde la esperanza y las posibilidades, yo creo que el cáncer está frenado por eso.” Mujeres que han estado por separarse han tenido un espacio para poder pensarlo y hablar luego con sus parejas desde otro lugar. Y la experiencia concreta de poder escribir, de poder narrar, de poder escribir una poesía o explicarles a sus hijos cosas que antes no podían, “es un mensaje muy bueno para todos”.

También las ha ayudado a resolver temas relacionados con la familia, con los hijos, con la toma de decisiones en el hogar cuando no se puede hacer de común acuerdo.

La propia identidad
“Soy la señora de González”, se presentó la mujer. “¿Cómo te llamás?”, le preguntaron. “Soy la señora de González”, repitió ella, seguramente pensando que no la habían escuchado bien. “Pero, ¿cuál es tu nombre?”. En un contexto donde es difícil incluso asumir la identidad propia, tener un tiempo y un lugar para ellas mismas era, para muchas mujeres, simplemente impensable aquí en Potrerillos. Dina Tellería, a quien todos conocen simplemente como Chiqui, es la otra co-coordinadora del Taller de la Mujer en esta localidad andina, donde se realiza desde comienzos de 2007. “Costó un poco que la gente se acercara –cuenta–, porque las personas de montaña son un poco más retraídas, más contenidas, tal vez en parte por la propia geografía que los aísla”. Funcionó todo el año pasado en un anexo de la Capilla de La Merced, pero a partir de éste funciona como Mate Literario en la Biblioteca de la Villa de Potrerillos, un conjunto de unas 70 viviendas nuevas, construidas después de los desbordes del dique.

Pero a este taller llega gente de lejos, en micro o a dedo, mujeres que descubrieron algo desconocido hasta entonces: cómo es tener tiempo para ellas. “Aquí las mujeres trabajan, trabajan, sea con los hijos, con el campo, con el cuidado de casas de fin de semana, que es uno de los principales medios de vida; pero el tiempo para ellas, no existe”, cuenta Chiqui, que aclara sin embargo que el Taller no es un grupo terapéutico. “Nuestro trabajo se centra en el punto de vista educativo –puntualizó al respecto Natale–, aunque en algunos casos las coordinadoras puede contactar a las mujeres con un lugar donde puedan hacer terapia si es que lo necesitan”.

Algunas mujeres dejaron de asistir, según suponen las coordinadoras, por la oposición de sus familias a los cambios que esta experiencia iba generando, y que probablemente no hayan sido bien recibidos en un entorno donde se ha hecho costumbre que las mujeres sean productivas todo el tiempo pero sin intervenir en ninguna toma de decisiones.

Mientras tanto, muchas de las participantes e estas experiencias en todo el país han logrado que sus hijos e hijas, por ejemplo, compartan algunas de las ideas elaboradas, o textos escritos por ellas. Una de las situaciones incluidas en los programas generales y que resultaron más emotivas, relata Natale, es un texto sobre la capacidad de decir “no” ante determinadas situaciones: “En más de un taller las asistentes han traído a sus hijas jóvenes y les han pedido a las coordinadoras que repitieran el encuentro”. En realidad, explica la Coordinadora Pedagógica de la Fundación, los temas se repiten en cada módulo, pero con un concepto de “espiral”, es decir, con un nivel mayor de profundidad cada vez.

“Nos satisface mucho ver que a raíz de esto muchas mujeres toman decisiones importantes, como volver a estudiar –resume–, y otras consiguen importantes cambios en su autoestima, y hasta logran encarar emprendimientos que les permiten mejorar su calidad de vida y la de sus familias. Cuando empezamos con el primero de estos talleres no nos imaginábamos esto.”

CUYONOTICIAS, 07 – 06 – 08

La Quinta Pata

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