domingo, 26 de octubre de 2008

Alfonsina Storni: mujer en pose de combate

Alfonsina Storni

Delfina Muschietti

La obra periodística y el teatro de Alfonsina se revelan hoy como el desafío más abierto de una precursora infatigable. Aquí, un estudio de las tretas y los fundamentos en sus aguafuertes.

En 1912 Alfonsina Storni inauguraba en la revista Fray Mocho una obra periodística singularísima y no valorada en su justa medida. A los 20 años y en los comienzos del siglo XX, Alfonsina ya escribía con tono irónico y desenfadado un retrato de la hipocresía de las mujeres de la clase alta en Buenos Aires. El artículo se llamaba "De la vida", y fue el comienzo de una larga serie de textos que conforman una importante obra en prosa. Una obra subterránea y latente que al fin llega a publicarse en su casi totalidad (la producción de Alfonsina me parece a esta altura infinita) en el Tomo II de sus Obras Completas (Losada). Se reúne así, por fin, la multifacética obra de esta precursora.

Empecé a leer a Alfonsina Storni en 1987, cuando su lectura era sancionada como kitsch y muy devaluada en los círculos poéticos y los ámbitos académicos. Me acerqué hasta su escritura con esos mismos prejuicios, que paso a paso fueron demoliéndose a medida que los textos de Alfonsina iban abriendo diferentes zonas de iluminación.

Primero se hizo evidente que su escritura no era homogénea, sino que sus poemas, a lo largo de cinco libros y casi diez años hasta 1925, eran escenario de una lucha entre dos voces, una duplicidad que se continúa de diferentes formas en la poesía de las mujeres, en una genealogía que hace arco desde Alfonsina con pie en Alejandra Pizarnik hasta la explosión de la escritura de las mujeres en los 80. Una de esas vetas, la autoparodia, la ironía y el humor sarcástico, es del todo inaugural en la poesía escrita por mujeres y reaparecerá con la escritura subterránea de Pizarnik (aquélla que no quiso publicar en vida), o con los poemas de Susana Thénon.
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Luego, en una segunda etapa, el descubrimiento de Alfonsina periodista y autora de prosas varias (mini relatos, mini novelas epistolares) hizo visible que la voz combativa, irónica y polémica que destruye el estereotipo "poema de amor" en su propio canon, aparece libre de ataduras y con otras complejidades en la serie de artículos periodísticos y prosas que publicó a partir de 1912 en numerosos medios. Era la posición de enunciación (periodismo combativo, prosa, lugar tradicional del varón) la que aseguraba el fluir de una voz desatada. Esta escritura contrastaba con el discurso homogeneizador de la época, armado en diferentes flancos contra el feminismo que se agitaba desde Europa como un demonio.

Las revistas de la época (en sus notas, editoriales, encuestas y publicidades) dan cuenta de ello; y de manera emblemática la figura de Borges, héroe de una vanguardia criollista que enmascaraba la defensa de las tradiciones más anquilosadas. En cambio, Alfonsina discute con minucia el poderoso imaginario social que sometía a la mujer al discurso patriarcal. Ella, "la loba" que se separa de las mujeres disciplinadas, fundará una forma de prosa para la mujer: con punzante e implacable ironía, despliega un análisis ideológico agudo que nos hace reír y pensar al mismo tiempo.

En la sección "Feminidades" o "Vida Femenina" (La Nota, 1919), usa la sección dedicada a la mujer no para mostrar recetas de cocina o la última moda en París, sino para luchar contra el sometimiento legal de la mujer, embozado no sólo en el discurso del varón sino en el de sus compañeras de género. Lo mismo hará en los Bocetos Femeninos (La Nación, principios del 20), y en numerosas colaboraciones para revistas locales: Fray Mocho, Atlántida, Caras y Caretas, Mundo argentino, etcétera. La voz allí no se somete a duplicidades: es frontal y audaz en la lucha por los derechos de la mujer (tener patrimonio, derecho al divorcio y al voto); o es burlona y sarcástica a la hora de delatar hipocresías, con el gesto que conquista para la poesía muchos años después. Ironía y lenguaje muchas veces brutalmente prosaico, que la acercan a Oliverio Girondo. El registro de la prosa, que no preveía una firma de mujer entre sus protocolos, le dio la posibilidad de enunciar sin velamientos. Así leemos en las "Feminidades" del 25 de abril de 1919: "Correremos desde hoy mismo hacia las tiendas, pediremos muchos metros de tela para hacernos vestidos especiales, usaremos pesado velo en la cara, nos pondremos guantes de dos centímetros de espesor en las manos (...) Iremos al teatro con aparatos para taparnos los oídos y lentes ahumados... Caminaremos por la calle sin alzar los ojos, no miraremos a ningún lado cuando vayamos por las aceras e inmoladas en ese púdico sacrificio caeremos víctimas de un auto veloz. ¡Oh romántica y pura muerte de una niña del siglo veinte! Todo esto nos lo ha sugerido una disposición municipal prohibiendo a los bailarines que aparezcan en el tablado con las piernas sin mallas; y una liga de señoras contra la moda y los excesos del descubierto". Aquí se parodia el comportamiento custodiado de la niña, y se enseña a leer con inteligencia en esa custodia cómo el aparato legislativo resulta en aparato de estado y en disciplinamiento para el cuerpo. En todos los artículos de la sección una argumentación lúcida y demoledora quita el velo sobre la manipulación ideológica que somete a la mujer en la trama social, cultural y económica de la sociedad patriarcal. Es por eso que en un reportaje publicado en El Hogar en 1931, reclamará vivir y ser juzgada con los mismos derechos de "una moral de varón".

Este trabajo político continúa desde fines de los años 60 en adelante en la escritura implacable de María Moreno, quien funda en 1983 la revista Alfonsina. Tanto la Storni como la Moreno cortarán cabezas al revelar las trampas en las que el género-institución atrapa a las mujeres. En el final de "Cuca" (¿mini relato?) aparecido en La Nación en 1926, así lo dice Alfonsina: "La cabeza cortada a cercén por las ruedas del auto ha saltado a dos metros del tronco y la cara de porcelana conserva sobre el negro asfalto, su belleza inalterada: los fríos ojos de cristal verdes miran tranquilos el cielo azul; la menuda boca pintada ríe su habitual risa feliz y del cuello destrozado hecho un muñón atroz, brota amarillo, bullanguero, volátil, un grueso chorro de aserrín".

En la obra periodística, que va desde 1912 hasta pocos años antes de su muerte en 1938, Alfonsina se adelanta también a muchas de las conclusiones de Virginia Woolf. Podemos leer un mismo humor irónico y deleitarnos con el "Diario de una niña inútil", por ejemplo, que detalla el decálogo de toda caza-novios; o leer en cada uno de los análisis reveladores de las condiciones materiales que sustentan el imaginario social de lo femenino, una síntesis de Un cuarto propio, el célebre ensayo que Virginia Woolf escribió en 1928. En "La mujer como novelista", Alfonsina también liga las posibilidades de desarrollo estético de la novela para la mujer, con sus condiciones económicas y su experiencia de vida. Y va aun más allá, por ejemplo, en el develamiento obsesivo y minucioso de la ecuación económica que enmascara la unión matrimonial, detallada en forma hilarante en "¿Por qué las maestras se casan poco?".

Las múltiples modulaciones de la prosa de Alfonsina (cartas, pequeños relatos y diarios, editoriales, textos fragmentarios a modo de reflexiones o sentencias) incluyen pequeñas piezas magistrales que podríamos llamar acuarelas, al modo de las aguafuertes de Roberto Arlt, o instantáneas. La fascinación que la fotografía ejercía en ella puede leerse en sus poemas en prosa llamados Kodak. Ese cruce singular la une, por un lado, a Arlt en la posición de escritora profesional y, por otro, a Girondo, en su tensión a lo moderno, la velocidad y el doblez de la mirada irónica, que la muestran en permanente relación de incomodidad con su propio sitio, género y escritura. En estos textos podemos seguir con delicia el sarcasmo que describe el desfile de los "Tipos femeninos callejeros" o el andar de "las refinadas porteñas crepusculares" camino a las grandes tiendas de la calle Florida, el desapego implacable con el que se describe a una "madre", el análisis desopilante de la hipocresía de la clase media en "Los regalos de casamiento" o "Las casaderas". En estos Bocetos femeninos, desde el seudónimo exótico de Tao-Lao, destacará con ironía la debilidad hipócrita de sus pares de género: "¡Temblad, divinas argentinas! No sea que se resuelvan a formar un ejército volante que se llame ''dé la caza al hombre'' y emigren a estas tierras a arrebataros vuestros lindos muchachos de cintura avispada y lustrosa cabeza, tan copiosos!".

La obra de teatro de Alfonsina también depara sorpresas. Su teatro para adultos va desde El amo del mundo, estrenada con escándalo en 1927, hasta la inédita La debilidad de Mister Dougall, en el que un registro brutalmente prosaico, inaudito para una mujer de la época, nos acerca esta vez a la lengua de Arlt. Otra forma de escritura clandestina, como dije antes, tan frecuente en nuestras mujeres del siglo XX. En la misma línea precursora se encuentran sus artículos de crítica, en los que se ocupa de las otras escritoras de su época: Emilia Bertolé, Gabriela Mistral, Juana de Ibarbourou.

Con justicia, la enorme obra de Alfonsina no estará solamente ligada a su poesía. También su prosa periodística y su teatro han de leerse como parte de una escritura fundadora que propone siempre el revés del canon y compone una huella imborrable en la literatura argentina de siglo XX. Una autora que cumple así con el mandato que su nombre propio le impuso: "Me llamaron Alfonsina, nombre árabe que quiere decir dispuesta a todo".

Revista Ñ, 28- 12 – 02

La Quinta Pata

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