miércoles, 12 de noviembre de 2008

Doña Pancha, ovnis, un crimen, ruidos y ahora, ¿quién podrá ayudarnos?

Y ahora ¿quién podrá ayudarnos?

Alberto Atienza

Doña Pancha Alfaro, sentada bajo el parral, el sitio más fresquito de la casa, hojeaba el diario “comunitario” que comparten varias vecinas y que invariablemente termina en la despensa de Don Omar como envoltorio de huevos. Y de pronto sonrió: “por fin un tiro para el lado de la justicia”, se dijo. Leyó que la municipalidad de la Capital de Mendoza inició con mucho ímpetu una campaña para terminar con los ruidos molestos. Trazó una imaginaria lista: las motitos estruendosas de los repartidores de pizza y otras iguales, de pibes. Los autos nuevos con “silenciadores deportivos”. Los temblorosos coches del pasado, verdaderos bolones de óxido, con sus antiguos motores y su permanente olor a gas, también inscriptos en el atronador parque automotor mendocino. “Por fin alguien que piensa en la gente” Y se propuso rezar para que la iniciativa no perdiera fuerza. “No vaya a ser cosa que aparezca algún abogado por ahí planteando un recurso de amparo en defensa de los escapes libres”.

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Ariel del Curto, un joven a quien le endilgaron un asesinato cometido en la puerta de un local de la Alameda (“Banzai”) manifestó que piensa demandar al Estado mendocino por daños y perjuicios. El estaba en otro punto de Mendoza, bastante alejado, cuando ocurrió el hecho. Alguien dejó caer en los oídos de la prensa su nombre como responsable del crimen y su vida se transformó en un infierno. De actor de trayectoria pasó a ser de pronto el enemigo público número uno. Toda la ciudad hablaba de la saña con que ultimó a un muchacho luego de una intrascendente discusión por un envase de cerveza. Ahora se sabe que el autor es otro. Sería, nadie se anima a decirlo después del papelón, el dueño del negocio. Que se llamaría, según las mentas, también Ariel. Y, tal como cuentan los indignados grafitis de las paredes de “Banzai”, Sebastianelli, de apellido. Doña Pancha pensó algo para lo que tiene tiempo pensar: “menos mal que no le dijeron a la prensa que quien tiró los tiros fue el presidente Obama. Le hubieran arruinado el triunfo a ese muchacho”. “Y ahora ---cerró su razonamiento la vecina de la Cuarta Este--- el Estado mendocino tendrá que pagarle un montón de plata a Del Curto, que la merece, sin dudas. El Estado somos nosotros, el dinero es nuestro. ¿Y el que habló de más, el responsable de la metida de pata? Bien, gracias.” Leer todo el artículo

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Un plato volador sobrevoló el sitio donde se encontraban unos obreros de Vialidad Provincial, en Malargüe. Le sacaron unas fotos al supuesto aparato. Doña Pancha, que no cree en luces malas ni apariciones, duda de la renguera del perro, desconfía de lágrimas cocodrilescas y ni tan siquiera escucha las promesas de los políticos, sacó una conclusión de ese encuentro cercano: “No fue un objeto volador no identificado lo que vieron esos muchachos. No miraron bien. Era Jaque que retornaba de visita a su departamento”

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El Grupo de Resolución de Incidentes y Secuestros de la Policía de Mendoza, dependiente del Ministerio de Justicia (todos los ampulosos títulos para que no se molesten los burócratas) llamado simplemente GRIS estaba en una situación difícil: igual que hombre mirando al sudeste (con el trasero al norte) Un aspirante a suicida, con un arma de fuego calibre 22 amenazaba con quitarse la vida en su casa del barrio UJEMVI, de las Heras. En estado de excitación psicomotriz, con el thanatos al mango, quería, no más, descerrajarse un balazo. Algo le había ocurrido en su vida. Las primeras crónicas no lo consignan, como tampoco su nombre y apellido, menos, el escenario del hecho (domicilio), clásicas notas hechas vía celular, sin cobertura en el lugar. El hombre llamó la atención del marco de sus afectos (primera posta de los suicidas, aunque también marcan a veces con sus muertes a personas a las que odian o que no los tuvieron en cuenta) Y, en el introito de su partida de este mundo, le cayó el GRIS. Acto seguido, cosa de no creer, cosa de volverse loco, Celso Jaque (¿Por qué nos tocan gobernadores con nombres tan raros, Celso, Cleto, acaso nos está faltando un Sofronisco, un Belerofonte?) Celso, el primer mandatario, se le apareció en persona al aspirante a suicida, con una comitiva de segundones y entenados. Andaba de recorrida por seccionales junto al ministro de Seguridad y entorchados varios. Entró a la vivienda en la que el aspirante al velorio revoleaba el arma y dialogó con él. No trascendieron detalles de lo hablado. Pasará todo esto a la historia acaso con el sello del misterio, como el diálogo de Atila con el papa León I a orillas del río Po que produjo la retirada del “Azote de Dios” Síntesis: el suicida depuso su actitud. Tal vez Celso (¿Significará excelso?) le prometió un carguito en la comuna de Santa Rosa donde los funcionarios renunciaron en patota. O tal vez un puesto de personajón en la inocua Secretaría de Cultura. Lo definitivo es que el postulante al campo santo, a la parcela, al nicho, depuso su actitud. A Doña Pancha Alfaro, enterada del suceso, le surgió una reflexión: “Y ahora ¿Quién podrá ayudarnos?”

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Redacción La Quinta Pata, 12 – 11 – 08

La Quinta Pata

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