sábado, 29 de noviembre de 2008

Zito Lema: “en Argentina mueren 25 niños por mes por hambre o por enfermedades ligadas al hambre”

Vicente Zito Lema

Javier Cusimano

Es una figura legendaria del periodismo, la poesía y la lucha por los derechos humanos. Fue uno de los fundadores de la revista Crisis y primer rector de la Universidad de las Madres. Pasó por nuestra provincia invitado por un centro cultural y habló de la violencia social, la inseguridad y el rol de los medios.

Gracias al trabajo y a la coordinación del Centro de Cultura Popular Latinoamericana "De Raíz" estuvo en la provincia Vicente Zito Lema.

El escritor y abogado, periodista y poeta participó durante su estadía en Mendoza de los homenajes que se hicieron al poeta Paco Urondo, a la figura del periodista y escritor Rodolfo Walsh, a González Pacheco y al reconocido psicólogo social Enrique Pichón Riviere.

También dictó charlas y conferencias sobre periodismo, cultura, política, arte, locura, teatro, violencia y educación. En este marco diario habló sobre su trayectoria, la historia reciente, la coyuntura política y los temas que de cerca invaden nuestra agenda.

-¿Qué significado tiene en su vida el hecho político?
-Soy un escritor, no olvidemos mi lugar específico en la sociedad. Pareciera que soy un político en rosca política. Yo no milito en ningún partido. Si leés mis escritos te va a costar encajarme en una línea concreta.
Mi trabajo es en el campo de los derechos humanos y de la reflexión. Mi especificidad no es la política; es la literatura, el teatro, la poesía, la docencia, los derechos humanos, y recién después lo que puede ser mi pensamiento político. Miro la política como parte de la realidad.

-Recientemente el éxito de ventas de "Operación Traviata" de Ceferino Reato volvió a abrir el debate sobre la muerte de Rucci. ¿Cuál es su visión acerca de esa lectura de la historia?
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-Qué puedo pensar: "que la lectura sinvergüenza del mundo es parte del mundo". Es decir siempre hubo intelectuales que sirvieron al poder, o pretendidos intelectuales que sirven a las causas más terribles y no a la justicia, ni a la belleza, ni a la búsqueda de la verdad.
No merecen mayor análisis. El reconocimiento de alguna cualidad ya sea negativa o positiva es darles identidad. Mi estrategia es no prestarles mi atención poniéndome en disputa con ellos sobre este tipo de interpretaciones. El que reconoce al enemigo le da identidad.

-Usted ha tenido y tiene un papel muy activo como defensor de los derechos humanos. ¿Cómo se inició en este campo y qué personalidades históricas defendió?
-En la década del sesenta yo milité y trabajé en derechos humanos. En ese entonces no existían ni las Madres, ni los comités de familiares; todo eso surge después, en la década del setenta.
Yo ya me había recibido de abogado y llevaba unos cuantos años trabajando en este campo. Cuando irrumpe toda la tragedia de las dictaduras de Estado, mi participación en derechos humanos es la continuidad de una historia.
Yo he sido trastocado profundamente por tener amigos y compañeros víctimas. Pero mi iniciación en el campo de los derechos humanos no se liga, como otras personas que pasaron a la militancia, como reacción directa inevitable a una gran tragedia personal, como es el caso de las Madres de Plaza de Mayo.
Mi amistad con Ortega Peña y Eduardo Luis Duhalde, que actualmente es secretario de Derechos Humanos, y el secuestro de Felipe Vallese y Néstor Martí me inician como activo luchador.
Estamos hablando de una época cuando todavía no había sucedido ni la matanza de Trelew, ni la desaparición como método instaurado por un gobierno. Pero ahí estábamos los abogados que hacíamos defensa de los derechos humanos.

-¿Qué piensa de este gobierno en cuanto a su política de derechos humanos? ¿Es sólo discursiva o cree que realmente se está trabajando fuertemente en esta área?
-He trabajado en común y tengo una amistad de aquellos años tanto con Eduardo Luis Duhalde como con Rodolfo Matarolo, que son secretario y subsecretario de la Nación en materia de derechos humanos.
Conozco prácticamente a todo el equipo que trabaja en esa área en la Nación, porque muchos de ellos tienen legítimas trayectorias en relación a ese campo.
Hasta aquí todo bien.
Pero no participo de esta actividad encolumnándome en el campo de los derechos humanos que propicia el gobierno nacional, porque ahí quiero ser fiel con las cosas que he escrito, he dicho y pienso sobre el tema. Para mí siempre la cuestión no termina con lo que se llama los derechos de primera generación, que son los que hacen a las libertades políticas.
Para mí también, inexorablemente, cuando se habla de derechos humanos hay que hablar del campo de lo que podemos llamar derechos de segunda generación, que son los que en general llamamos derechos sociales: trabajo, vivienda, educación, salud.
Participo de la idea de que más allá de los discursos y de las buenas intenciones, la realidad, que es brutal en sus demostraciones, me dice que este gobierno no pasó de la retórica.
Hay un dato que es fundamental, que denuncia y ensucia cualquier prédica tanto de mis viejos y queridos compañeros como de otra gente que, de buena o de mala fe, trabaja en derechos humanos.
Hablar de ellos en la Argentina de hoy y olvidar que, según las cifras concretas que dan las Naciones Unidas, mueren veinticinco niños por mes menores de cinco años por hambre o por enfermedades ligadas al hambre... Si eso no es violación de los derechos humanos, bueno, yo entonces tiro todos los libros que he leído, los que he escrito y entierro mi propio discurso...

-En la Argentina, por la misma fuerza de los acontecimientos que nos acechan, se han impuesto discursos poderosos que hablan del miedo y de la inseguridad. Cada día contamos más asesinatos, ¿cómo analizaría estos fenómenos?
-Sería una falta de rigor intelectual negar que vivimos tiempos totalmente violentos. Pero también sería una falta de seriedad intelectual querer analizar esta violencia social por fuera de la historia y del conocimiento de los motivos que la producen y los hechos que la acentúan.
Si nosotros recordamos que desde Platón y Aristóteles, por dar momentos importantísimos del pensamiento de Occidente, se nos anuncia que cuando conviven la ciudad de los pobres y la ciudad de los ricos sólo es de esperar violencia, destrucción y muerte, tendremos que darnos cuenta entonces, que en una sociedad consumista, especulativa, de poca fraternidad y de poco vínculo amoroso, el estigma de que el hombre es el lobo del hombre se presentará ante nuestros ojos de una manera groseramente descarnada.
Esta forma tan directa de ver cómo nos matamos unos a otros, cómo nos devoramos en el mundo cotidiano, hace que no se pueda concebir, ni siquiera reflexionar, sobre lo que se llama seguridad. Nosotros tendríamos que preguntarnos cuáles son los países en el mundo que menos delitos tienen, cuáles son los países donde los niños no son criminales y tendríamos que ver qué pasa en esos países.
Si, por ejemplo, pensamos en el norte de Europa, donde los niños no son convertidos en criminales, veríamos, entre otras cosas, que existen diferencias en los índices del presupuesto educativo, que en esas zonas existe un respeto por la educación pública, el auge de la educación popular y el cuidado en la distribución de la riqueza.
Aquí, por dar un ejemplo, con las retenciones se armó un escándalo mediático tremendo, sólo porque el gobierno quería cobrar retenciones que llegaban al 30 % y se insistía que superar esa cifra era una violación de la sagrada propiedad privada.
Me pregunto, entonces, cómo se sale de la indiscriminada acumulación de riqueza y de la brutal y desproporcionada repartición de esa riqueza si no es a partir de los impuestos. Preguntémonos por qué Suecia, por qué Dinamarca u Holanda tienen tan bajísimas tasas de criminalidad.
¿Qué pasa? ¿Somos un país perverso o ellos son un país de ángeles? Pues la diferencia, entre otras cosas, entre estos países y el nuestro está en que los impuestos llegan hasta el 90% de la riqueza de las personas.
Eso hace que una masa de dinero y riqueza circule y permita que existan hospitales públicos, educación pública, que ninguna persona duerma en la calle, que los niños no coman basura de los tachos de Mc Donalds, que el amor sea una práctica cotidiana y no un discurso que huele a mentira y podredumbre como aquí en nuestro país.
La ministra de la Corte Suprema de la Nación hace unos días lo dijo con toda claridad: "Hacer eje en el castigo es para épocas medievales, en esta época lo que se trata es de evitar que el ser humano caiga en el delito". Lo que hay que evitar es que estos actos violentísimos se produzcan y repitan con tanta ligereza.
Muchos de los que cometen esos hechos son niños que están perdiendo su vida, porque un niño cuando mata queda fuera de lo humano.
¿Quién lo puso allí, qué ángel del destino lo puso en esa situación de espanto? Por qué no pensamos lo que hay que hacer con tantos niños en situación de peligro. Si alguien cree que por llevar preso a un niño de doce años se soluciona lo que estamos viviendo, o es un necio o le falta información o simplemente esta desnudando su vocación autoritaria.

-El gobierno trajo a la luz la discusión sobre la ley de Radiodifusión y planteó la necesidad de instituir un observatorio de medios. ¿Qué opina acerca de ello?
-Se mezclan muchas cosas. La ley de Radiodifusión vigente en la Argentina en su esencia es ilegal porque fue impuesta durante la dictadura. Parto de la idea de que todo lo gestado en una situación de origen inconstitucional no puede estar en un gobierno constitucional.
Cómo es que sigue vigente... Bueno, pues creo que hay una complicidad, de la que son parte, desde el gobierno del doctor Alfonsín al gobierno de Kirchner, todos los funcionarios.
Cualquiera sabe que estamos siendo reglados en el campo de la comunicación originado en el terror y no en la vocación por la ley. Pues entonces es importante que se quiera discutir y poner en el orden de la ley una temática tan profunda como es la de los medios.
Si después se puede interpretar que el gobierno quiere modificar estas leyes porque se siente atacado por el conjunto o por un sector muy importante de los medios, yo no voy a entrar en esta disputa. Porque la disputa de fondo es otra: cómo podemos seguir viviendo con normas de origen inconstitucional.
Entonces no me importa si después hay un interés secundario, el tema de fondo es que yo no quiero en ningún terreno de la vida ser regido por normas de una dictadura.
En cuanto al observatorio de medios, por supuesto pienso que es un avance, es un profundo avance intelectual. El tema de fondo es que hay sospechas siempre sobre los verdaderos intereses del gobierno, y estas no se pueden tirar por la borda.
Medidas que son necesarias, que huelen bien, el gobierno las trae y las presenta de una forma tan ligera que hace que aun los que estamos de acuerdo con la medida nos sintamos medio descolocados al defenderla.
Porque tampoco uno puede decir con inocencia que el gobierno actúa siempre de buena fe, actúa muchas veces de mala fe.
Pero también es cierto que a pesar de esa mala fe, muchas de las medidas que propone son buenas, como aumentar los impuestos. Si con esos impuestos realmente se hicieran las obras de bien público que hacen falta. Por supuesto no soy tonto: sé que tienen móviles menores.
Pero yo en ese aspecto voy al fondo de la cosa: si por móviles menores van a gestarse buenos hospitales para el conjunto de la sociedad, me trago los móviles menores y me quedo con los hospitales.
Porque esos hospitales perdurarán en la práctica concreta y cotidiana y se olvidarán los otros intereses. Nadie cuando visite un hospital y sea tratado como la gente y no como un perro recordará si el móvil era para ganar las elecciones, sino que podrá gozar de algo que le pertenece, y eso es lo positivo.
Si el discurso de la Presidenta a muchos les molesta por su tono, si los gestos de la Presidenta a muchos les causan repulsa, eso es menor. Desgraciadamente las circunstancias económicas y políticas han hecho que la propuesta de redistribución de la riqueza quedase en el olvido. Eso es lo triste.
Y no es positivo lo que quedó a cambio. Mostrar que algunos políticos tenían ciertas prácticas desconocidas y pasaron a la fama por sus actitudes... Pienso en este señor Cobos... Y bueno, quizás para él lo que hizo sea bueno, le abre su carrera política...
Pero entre las mezquindades de su discurso político, su bajo nivel intelectual por un lado y, por otra parte, que se hubiesen creado unos hospitales, me quedo con los hospitales y no con el porcentaje de votos que, a lo mejor, el señor Cobos obtendrá en la próxima elección.

Los Andes 29 – 11 – 08

La Quinta Pata

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