sábado, 13 de diciembre de 2008

De la teología a la política

El Reino y la Gloria, Giorgio Agamben

Cecilia Macón

En El Reino y la Gloria, uno de los volúmenes de Homo Sacer, la imponente trilogía en que busca establecer una genealogía del poder en Occidente, el filósofo italiano Giorgio Agamben aborda la relación entre la gestión de gobierno y su liturgia.

¿Qué tienen en común la sociedad del espectáculo, los debates en torno a la Santa Trinidad y el consenso democrático? ¿Cuáles son los cimientos de la lógica del poder en Occidente que acercan una respuesta común para el modo en que se constituyen -y se reproducen- estos tres conceptos? La respuesta que da el filósofo italiano Giorgio Agamben en las últimas páginas de El Reino y la Gloria definen sólo uno de los ejes de interés de un trabajo que, seguramente, generará fuertes debates en el ámbito de la filosofía política. Esos párrafos finales constituyen una coda del libro, que hace brillar el análisis minucioso que lo antecede. También, los que lo vuelven más controvertido.

Discípulo de Martin Heiggeder, editor de Walter Benjamin, lector de Carl Schmitt e interlocutor de Jacques Derrida, Agamben ya había mostrado su vocación por adentrarse en la tradición teológica para rendir cuenta del despliegue de lo político. Mientras que en El tiempo que resta el análisis estaba centrado en San Pablo, en Lo abierto el lugar central lo ocupaba Santo Tomás de Aquino. Aquí, su erudición teológica se transforma en fuente privilegiada para establecer el origen de la gubernamentalidad occidental. Se trata de reconstruir genealógicamente el modo en que el poder aúna, como dos caras distintas pero inseparables, la oikonomia -lo político entendido en términos de gestión ordenada sobre el modelo familiar- y la gloria, ese espacio donde la liturgia muestra toda su potencia real para reproducir poder.

El Reino y la Gloria. Homo Sacer II, 2 forma parte de una trilogía en la que el pensador intenta hurgar en el funcionamiento de las sociedades modernas tomando como punto de partida ciertos desarrollos de la obra de Foucault. Continuación del Homo Sacer II, 1 desplegado en Estado de excepción (2003) y de Homo Sacer I. El poder soberano y la vida desnuda (1995), antecede conceptualmente al ya publicado Homo Sacer III presentado con el título Lo que queda de Auschwitz (1998). Así como cada una de las entregas de la trilogía se ocupa de establecer una genealogía del poder en Occidente, este volumen despliega un eje centrado en el análisis de la relación entre el poder "como gobierno y como gestión eficaz" y como "majestuosidad ceremonial y litúrgica".
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De acuerdo con Agamben, es a partir de la teología cristiana que se establecen dos paradigmas antagónicos pero conectados: "La teología política, que funda en el único Dios la trascendencia del poder soberano, y la teología económica, que sustituye a ésta por la idea de una oikonomia , concebida como un orden inmanente -doméstico y no político en sentido estricto- tanto en la vida divina como en la humana". Para llevar a cabo su reconstrucción, Agamben parte de una polémica entre Carl Schmitt y Erik Peterson y recorre debates donde se involucran Tertuliano, Orígenes, San Agustín, Alejandro de Afrodisia, Guillermo de Ockham, y San Pablo, entre muchos otros.

La teología cristiana, intenta demostrar Agamben, es económico-gestional más que político-estatal. Pero esta suerte de fractura entre ser y acción busca simultáneamente ser recompuesta. Se trata de una distinción necesaria para poder gobernar, pero, a la vez, el gobierno sólo es posible si ambas instancias están correlacionadas en una máquina bipolar.

¿Por qué el poder necesita de la gloria?, se pregunta Agamben. Sucede que -responde el filósofo- la relación entre oikonomia , que no es otra cosa que el gobierno de los hombres, y gloria conforma la estructura fundamental de la máquina de gobierno de Occidente. La gloria no es más que el centro secreto del poder.

Los debates en torno a la Providencia y la Trinidad -donde se discute la relación entre Dios y el mundo, es decir, la gubernamentalidad misma- son un foco privilegiado para la mirada de Agamben, destinada a reconstruir la matriz conceptual sobre la que se erige la distinción en juego. De hecho, el filósofo evoca los primeros intentos de formular la teoría de la Trinidad en términos de una economía divina y muestra cómo el aparato de oikonomia trinitaria puede ser un lugar privilegiado para observar el funcionamiento y la articulación de la máquina de gobierno.

La presentación de Agamben tiene un objetivo crítico sobre el modo en que el presente encarna esta doble cara del poder. Es aquel orden doméstico -frecuentemente soslayado- el que establece el triunfo de la economía en todos los aspectos de la vida social. Una de las metas es dar con el modo en que la potencia de la democracia contemporánea resulta debilitada. De acuerdo con la argumentación centrada en las últimas páginas, los medios masivos devienen capitales en las democracias occidentales no sólo por el control que ejercen sobre la opinión pública, sino centralmente porque "administran y otorgan gloria". La democracia moderna indirecta ha despojado al pueblo de la liturgia de la aclamación al impulsar un desplazamiento de la esfera de la gloria hacia la opinión pública. La gloria está ahora enteramente diseminada en medios que, con el poder irrefrenable de su liturgia, absorben una de las caras del poder. Y es allí donde el contraste con la complejidad del análisis anterior obliga a abrir la discusión a través de algunos interrogantes: ¿realmente el desplazamiento de la gloria representa una pérdida para lo político?, ¿la sociedad del espectáculo, enfrenta, se superpone o reemplaza a la política?, ¿es aún posible pensar en una fuente privilegiada para la legitimidad? Presentadas casi al azar, éstas son sólo algunas de las muchas preguntas que el libro de Agamben es capaz de disparar en cada uno de los minutos que insume su lectura.

La Nación, 13 – 12 – 08

La Quinta Pata

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