sábado, 6 de diciembre de 2008

Israel, con un primer ministro renunciado, es una pelea de todos contra todos

Emilio Marín

La principal pelea de la mayoría de los políticos y militares israelitas es contra los palestinos y otros países árabes. Pero también pelean entre ellos y a veces violentamente como sucedió con los colonos en Hebrón.

Israel no pierde la brújula en cuanto a quién considera su peor enemigo, pero se da tiempo de disparar en otras direcciones, incluso contra su frente interno.

Tanta variedad de conflictos no es extraño tratándose de un país acusado ante el mundo de violar los derechos humanos, aunque –con la ayuda de la superpotencia y pasada la década de los ’70, en que debió apurar el mal trago de que el sionismo fuera asimilado a una forma de racismo y apartheid- la ONU no lleva a la práctica muchas de sus propias denuncias.

Que no pierde de vista a lo que considera su mayor peligro se vio en noviembre pasado, cuando durante veinte días el gobierno de Ehud Olmert no dejó pasar alimentos ni medicinas hacia la Franja de Gaza. Esto fue en represalia, según se argumentó, por la caída de unos cohetes rudimentarios que milicianos de Hamas habían disparado hacia Ashkelon y Sderot, ciudades donde afortunadamente no hubo que lamentar víctimas.

Fiel a su estilo de hacer pagar el costo de la represalia a la población civil en Gaza, Olmert no dejó traspasar sus puestos de control a ningún camión que transportase alimentos básicos. El ministro de Defensa, Ehud Barak, líder del Partido Laborista y que integra el volátil gobierno de coalición, firmó las órdenes. Curioso laborismo que luego va a perorar a las reuniones de los “socialistas” de la II Internacional con el británico Gordon Brown, el español José L. Rodríguez Zapatero y la francesa Ségolène Royal.

Cómo habrá sido ese bloqueo de violatorio de los derechos humanos de la población afectada (1.5 millón de habitantes), que Peter Ford, representante de la Agencia de la ONU de Ayuda a los refugiados palestinos (Unwra) pidió a la comunidad internacional que reaccionase. Ford reclamó a las autoridades israelitas que “dejen de infringir las leyes internacionales”.
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La máxima dureza hacia Gaza no se limitó a ese bloqueo pues antes tomó la forma de incursiones militares, bombardeos a viviendas y vehículos, con los consiguientes asesinatos de militantes y de población civil, incluidas familias enteras. Esto tiene una razón política explícita: Israel quiere destruir a Hamas, que a partir de 2007 tomó el control total de la Franja, al mismo tiempo que negocia, aunque sin hacer demasiadas concesiones, con el presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abbas. Este último reside con su gobierno en Ramallah, Cisjordania, y pertenece a la organización palestina rival de Hamas, Al Fatah, que tiene su mayor predicamento en la ribera occidental del Jordán.

Para decirlo esquemáticamente, la dupla Olmert-Barak se maneja “manu militari” hacia Gaza y con otra mucho más suave hacia Cisjordania.

En gesto amistoso hacia Abbas, en agosto pasado fueron liberados 198 presos palestinos, en su mayoría de Al Fatah, y se anunció una liberación similar para el corriente mes. El titular de la ANP, graficando los límites de esas concesiones, dijo: “no estaremos tranquilos hasta que sean liberados todos los prisioneros, los 11.000 que siguen esperando”.

La ultraderecha
La forma como están interviniendo los gobernantes israelitas en Cisjordania en estos días, trasunta que tienen un doble objetivo.

Por un parte, contener a la extrema derecha corporizada en los colonos ultra ortodoxos, opuestos a cualquier concesión a los palestinos. Es la misma facción que en 2005 resistió la “desconexión” de Gaza (como la llamó el entonces primer ministro Ariel Sharon) y que obligó a la intervención de tropas del Ejército (Tshal) que conducía el hoy ministro de transporte, general Shaul Mofaz.

El crecimiento de esas colonias ilegales fue fomentado por Sharon cuando se desempeñaba como ministro de varios gobiernos (por caso, de Infraestructura, en la administración de Benjamin Netanyahu) y luego como primer ministro.

La presencia de esos asentamientos israelitas en tierra palestina supone una continuidad de la ocupación de zonas anexadas con la guerra de 1967. Y algo más, crea las condiciones para constantes problemas de violencia entre esos colonos y los palestinos en Cisjordania.

Recientemente los problemas fueron en Hebrón, donde vive medio millar de colonos extremistas no sujetos siquiera al Consejo de Asentamientos, en medio de 110.000 palestinos. Los primeros usurparon un inmueble y se negaron a abandonarlo, pese a un fallo judicial de la Corte Suprema de Justicia israelí. Contaron para su resistencia con el apoyo de centenares de militantes de la derecha de los colonos y partidos ultra religiosos, varios de ellos armados.

Al final esta semana Olmert debió apelar como último recurso a los comandos militares de la Tshal para recuperar el inmueble, al costo de 20 heridos.

En esta contradicción no hay tanto apego del primer ministro al fallo de la Corte. Tratándose de alguien que ha renunciado ya a la jefatura de gobierno ante varios casos de corrupción, hay que descontar que aquella fuera la razón para mandar los soldados. Hay un motivo político: los colonos están jugando para la candidatura de Netanyahu o quien fuere el candidato de ese extremo en las elecciones anticipadas del 10 de febrero próximo.

El otro objetivo de esa acción en Hebrón es renovar los gestos hacia Abbas. Es como decirle que se está poniendo “la casa en orden” en Cisjordania para que la ANP tenga algo positivo que mostrar a su gente. El diálogo que varias veces al año mantiene con Olmert tendría su razón de ser...

Amigos en la Casa Blanca
Mientras lidia en el frente interno y endurece su política hacia Gaza, el gobierno de Israel está sin un timonel claro. Formalmente está Olmert, que renunció en septiembre último luego que en julio fuera acusado en dos causas por corrupción. Una referida a gastos inflados en viajes al exterior y otra por sobres de dinero recibidos del inversor inmobiliario judío-estadounidense Morris Talansky.

Hubo entonces una elección interna en el partido de gobierno, Kadima, ganada por la canciller Tzipi Livni por sobre el general Mofaz. No vaya a creerse que votaron multitudes sino sólo 42.000 afiliados, de los que algo más de 16.000 lo hicieron por Livni.

El presidente Shimon Peres le encargó entonces a la ganadora la formación de un nuevo gobierno. En dos meses no pudo lograrlo, por condiciones cercanas a la extorsión, que según Livni, intentó ponerle el partido ultra religioso Shas. Como resultado, la frustrada primera ministra devolvió el mandato a Peres y le solicitó que convocara a comicios anticipados para principios de 2009.

Quiere decir que al menos desde julio hasta ese momento, Israel tendrá un gabinete sumamente debilitado. ¿Será por eso que debe sobreactuar y mostrar los colmillos en tantas direcciones para disimular esa crisis?

Quizás aprovechando el decaído frente interno de Tel Aviv, las autoridades de Teherán anunciaron que ya cuentan con 5.000 centrifugadoras nucleares. Se trata de las máquinas que enriquecen uranio para producir el combustible necesario para plantas atómicas que Irán siempre sostuvo serían para producir energía eléctrica y que los israelitas aseguraron que tienen por objetivo la fabricación de un arma atómica.
El vicepresidente iraní Gholam Reza Aghazadeh fue el encargado de dar la noticia el 26 de noviembre, sobre los avances en la planta de Natanz. Parece que explotó el mal momento de George W. Bush y Olmert, quien en varias ocasiones había expresado que podría llegar a bombardear a Irán.

Pero no todas son malas noticias para Tel Aviv. Que el jefe de gabinete de Barack Obama sea un sionista confeso como Rahm Emanuel, hasta ahora jefe de la bancada demócrata en la Cámara de Representantes; que en el Pentágono siga Robert Gates y que Hillary Clinton sea la futura canciller, siendo la senadora mimada por el lobby judío en Nueva York, son hechos políticos alentadores.

Eso sin contar al propio Obama, que en junio acudió a la reunión anual del Comité de Asuntos Públicos Israelí-Americano (AIPAC) y declaró que “Jerusalén debe ser la capital indivisible de Israel”. Al mes siguiente, durante la campaña electoral, el afroamericano visitó Israel y prometió que una de sus prioridades sería “mantener la relación histórica y especial que existe entre Israel y EE.UU., unos lazos que son inquebrantables”.

Aún cuando navegue en aguas tormentosas, Israel sabe que sigue siendo el portaaviones norteamericano en Medio Oriente.

La Arena, 06 – 12 – 08

La Quinta Pata

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