jueves, 4 de diciembre de 2008

Policías, presencia exótica en las calles de Mendoza

Brad Pit Bull

Alberto Atienza

Un paquete de leyes, son 23, fueron promulgadas durante 2008, relativas al mejoramiento de la seguridad, acaso la peor de las crisis que vive Mendoza. Son muchas. Sin embargo continúa el campo orégano para los delincuentes que actúan con un salvajismo e impunidad que asombra. Ocurre que ninguno de los textos legales se ocupa de lo principal y esto es que la policía trabaje como tal y no como empleados públicos, con sus horarios fijos, el yerbiado (o la pizza, alimento predilecto de los guardianes del orden) A las 13 en punto, invariablemente, los policías desaparecen del centro. Y los chorros surgen como por arte de encantamiento. Bandas organizadas se despliegan desde la primera cuadra de la peatonal, en Patricias Mendocinas, hasta Garibaldi y Salta. También frecuentan la Arístides Villanueva. A la hora señalada, sin el justiciero Gary Cooper, lamentablemente, algunos policías se quedan un rato más. Eso ocurre cuando algún hecho de resonancia, con características de escándalo, sacude la carrera política de los funcionarios. De otra manera el cronograma de ausencia del color azul en las calles se cumple inexorablemente.

Las víctimas principales son los turistas. Confiados, creen que el aspecto europeo de la ciudad, con sus cafés tan parisinos, cierta higiene, personas bien vestidas, tiene su correlato en la seguridad, Y no es así. Los chorros mandan. Actúan cuando y donde quieren. Y casi nunca la policía está en el lugar. Tampoco estuvo antes, en rol de prevención, salvo en casos muy especiales. Ejemplo, un policía de franco usó su “ojo clínico”, su experiencia. Vio a tres jóvenes que le llamaron la atención, los interceptó, los sometió a requisa y le encontró a uno de ellos un arma de fuego. Sin dudas evitó la comisión de un delito. Hombre importante ese agente que cumplió con su función en horas de descanso.
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No ocurrió lo mismo con la turista alemana que se le ocurrió salir de su hotel a las seis de la mañana, cuando la ciudad despierta y aun muchos ladrones no se han acostado y varios policías todavía no se levantan. Fue asaltada y violada. Tampoco tuvo suerte el turista francés Arnaut Gautier apuñalado frente a un club en calle Boulogne Sur Mer en horas de la siesta. Tampoco la fortuna acompañó a tres muchachos asaltados en los caracoles de Chacras, a quienes despojaron de todo, hasta de las ropas.

En el balance de impunidad se destacan ese policía a quien deberían emular los otros miles de colegas que componen la repartición y un perro pitbull (una tía les decía bradpit) que atacó a ladrones justo cuando saltaban la medianera de la casa donde vive en Guaymallén. Los tarasconeó por todas partes al punto que los delincuentes, a los tiros, cubrieron su huída.

¿Cuál es la solución, una de entre tantas? Ocupar las calles, tal como ahora lo hacen los malvivientes. Se dirá que es imposible controlar todo, pero, tal como los graves hechos se vienen sucediendo, existe la impresión que no se controla nada. Los cacos golpean cuando y donde quieren. Atacan principalmente a turistas ya que saben de un botín asegurado. Pero no desdeñan a un anciano que cruza el parque cívico o la cartera de una señora en calle San Martín por parte de un niño de ocho años (hace una semana) lo que originó un desorden de proporciones.

No hay que olvidar los establecimientos saqueados por completo, los asaltos domiciliarios, los atracos a empresas justo en día de pago al personal, las salideras bancarias, los jóvenes asesinados en los fines de semanas. En fin, la lista es muy larga.

Hace unos días la policía, dirigida por no profesionales, pareció despertar del letargo. Fueron a los nidales de los chorros a buscarlos. Secuestraron armas, capturaron a sujetos con pedido de captura. En fin, muy positivo. Al poco tiempo los uniformados se durmieron de nuevo, todos juntos, en un cuartito azul.

La Quinta Pata, 04 – 12 – 08

La Quinta Pata

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