Anubis Galardy
La Habana. Los dominios del libro se consolidan día a día en la capital cubana por obra de una Feria Internacional devenida puente de plata a un universo casi infinito.
Hay otros mundos, dijo una vez el poeta francés Paul Eluard, pero están en éste.
Más allá de las cifras – 178 mil habaneros en 72 horas y un cuarto de millón de ejemplares vendidos – lo esencial es la devoción por la lectura, el apego a un espacio que dio vida a una tradición enriquecida año tras año. Ya suman 18.
Las ferias generaron una sed creciente de conocimientos, de apetencia espiritual, que afloró desde las primeras encuestas.
Desde el año 2000 dejaron de ser, además, patrimonio exclusivo de los habaneros. El máximo impulsor de ese proyecto fue el entonces presidente Fidel Castro.
Respondiendo a un reclamo mayoritario, decidió que se extendieran a toda la isla para que el disfrute alcanzara a todos.
Como un respaldo extra, en 2007 comenzaron a surgir otras iniciativas incitantes: las Lecturas de Verano, las Noches de los Libros, las Lecturas en el Prado, en alusión al famoso Paseo del mismo nombre, inmortalizado en tantas obras literarias.
Construido en 1772, se tiende como una imaginaria línea divisoria en los umbrales de la ciudad antigua.
A esas propuestas se añadieron las Lecturas frente al mar y la más reciente Leer la historia, sin contar los festivales del libro en las montañas, como una cordillera que abarca, por mandato de la palabra escrita, los macizos montañosos de occidente al oriente.
La Habana vive ahora la primera frase de esta fiesta del intelecto, que se prolongará hasta los primeros días de marzo, cuando diga adiós en la oriental Santiago de Cuba.
Sólo que será un adiós pasajero, una tregua en la que los libros seguirán circulando y harán más leve, menos nostálgica la espera.
Hoy, en su quinta jornada, amén de los programas literarios, los seminarios, talleres y salida al ruedo de nuevos títulos en el Parque Morro-Cabaña, la feria ofrecerá la flor de su homenaje a “la mayor poetisa viva de nuestra lengua”, Fina García Marrúz.
Así la definió el presidente de Casa de las Américas, Roberto Fernández Retamar, poeta él mismo.
Devota de la lectura, en su mensaje de elogio y reverencia, García Marrúz la calificó como un sexto sentido. Si el hombre no hubiera inventado esos símbolos, dijo, sería más frágil nuestro pecho, más embestido por los vientos. Leer, subrayo, nos comunica con el mundo.
Es la invitación que la feria trae cada año consigo, el secreto de su poder de seducción, de su magia. Magia multitudinaria. Hay otros mundos, dijo Eluard, pero están en este.
PL, 17 – 02 – 09
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