martes, 17 de febrero de 2009

Romina Tejerina: “no me dejen sola”

Romina

Fernanda Capurro y Ruth Díaz

Luego de seis años de reclusión, Romina sigue en pie de lucha, reivindicando a las mujeres pobres y humilladas. El próximo 23, será un día de lucha contra una justicia ramplona que sostiene y prolonga el maltrato.

Este 23 de febrero se cumplen seis años del encarcelamiento a Romina. A fines del año pasado, se le negó una vez más la posibilidad de conmutar su pena y de salir a pasar las fiestas con su familia. Frente a este nuevo ataque contra ella y contra todas las mujeres, porque todas somos Romina, fuimos al penal a visitarla y a anunciarle que la lucha por su libertad seguía más vigente que nunca para todas las mujeres.

Romina sonríe, se acomoda el pelo y levanta la mirada para vernos, como si luchara a cada instante para no caer. Se le nota la alegría de recibir visitas pero en el fondo de sus ojos se refleja la tristeza por estar allí encerrada, hace ya casi 6 años.

Tiene mirada y sonrisa de niña, pareciera que el tiempo se detuvo desde el momento en que la llevaron al penal, y es así, la vida de Romina se detuvo a los 18 años.

De familia muy humilde, nacida en el pueblo de San Pedro, en la provincia de Jujuy, como cualquier otra chica de su edad, estudiaba y los fines de semana salía a bailar junto a sus amigas. Pero un día, en una de esas salidas, Pocho Vargas, su vecino, comerciante de la zona y hermano de un policía, la violó.

Volvió a su casa muy atemorizada, sus padres no querían que ella salga porque una y otra vez le repetían que era para estar con muchachos y que eso estaba muy mal, es por eso que Romina tuvo miedo de contar lo que sucedió.

"Yo quería ser boy scout e ir a los campamentos, pero mi mamá decía que lo único que iba a hacer es volver embarazada, así que no me dejaba", nos contaba mientras tomábamos juntas una gaseosa en la sala de recepción de visitas. Este pensamiento le rondó en su cabeza durante todo el embarazo que vino después de la violación, así que no se animó a decir nada e intentó abortar con métodos caseros que fallaron. Como muchas mujeres pobres no tenía dinero para pagar un aborto en una clínica privada, cosa que sí hacen las mujeres con recursos. Ocultó todo su embarazo, hasta que un día dio a luz en el baño de su casa. Completamente sola y tras la desesperación de ver en el bebé la cara del violador tuvo un brote psicótico y lo mató.

Siendo Romina encarcelada, maltratada y denunciada públicamente por el Obispo del lugar, su juicio estuvo lleno de irregularidades, con negativa de investigar al violador, muy por el contrario, Pocho Vargas permanece aún en libertad.
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Es por eso que el caso llegó hasta la Corte Suprema, quienes ratificaron de manera escandalosa la condena a 14 años de prisión. Sin dudas el gobierno de Cristina buscó y busca con este caso dar un golpe desmoralizante y desmovilizador para el conjunto de las mujeres que creemos que si el aborto fuera legal en Argentina jamás hubiera ocurrido esto. El gobierno se apoya en sus instituciones represivas (la iglesia, la policía, la justicia) para mantener a Romina encarcelada y así asegurar a través de ello la opresión de todas nosotras. En ese sentido, debemos considerarla una presa política, un emblema de la lucha de todas las mujeres que venimos peleando desde hace años por la legalización del aborto.

"No me dejen sola", nos decía hasta el cansancio Romina mientras guardaba un budín en su bolsa de comida, y así es que no está sola, desde el momento en que la encarcelaron el movimiento de mujeres emprendió la lucha por su libertad.

Esa lucha no fue en vano porque Eli Díaz en Córdoba está libre y su violador preso, al igual que las compañeras de Entre Ríos y Neuquén (todos casos similares al de Romina).

En Romina estamos siendo juzgadas todas las mujeres pobres de este país, que sufrimos a diario los abusos, que no podemos acceder a un aborto gratuito y en condiciones de salubridad, que morimos o quedamos mutiladas por ello y hasta enloquecemos por no poder soportar esa situación. Es por eso que la levantamos como una bandera de lucha y debemos redoblar los esfuerzos por lograr su libertad.

Debemos transformar el próximo 23 de febrero en una jornada nacional de lucha, con acciones y movilizaciones en todas las provincias.

Mientras nos acompaña para irnos, nos agradece hasta el cansancio la pelea que llevamos adelante por ella y nos pide que no aflojemos, que todavía hay que seguir. El penal le permite salir con nosotras hasta la puerta de la calle, pero Romina nos despide a mitad de camino con la voz y la mirada quebrada, porque la libertad está ahí nomás, muy cerquita, sólo que aún no puede tomarla.

Agencia Walsh, 17 – 02 – 09

La Quinta Pata

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