Fernanda Capurro y Ruth Díaz
Luego de seis años de reclusión, Romina sigue en pie de lucha, reivindicando a las mujeres pobres y humilladas. El próximo 23, será un día de lucha contra una justicia ramplona que sostiene y prolonga el maltrato.
Este 23 de febrero se cumplen seis años del encarcelamiento a Romina. A fines del año pasado, se le negó una vez más la posibilidad de conmutar su pena y de salir a pasar las fiestas con su familia. Frente a este nuevo ataque contra ella y contra todas las mujeres, porque todas somos Romina, fuimos al penal a visitarla y a anunciarle que la lucha por su libertad seguía más vigente que nunca para todas las mujeres.
Romina sonríe, se acomoda el pelo y levanta la mirada para vernos, como si luchara a cada instante para no caer. Se le nota la alegría de recibir visitas pero en el fondo de sus ojos se refleja la tristeza por estar allí encerrada, hace ya casi 6 años.
Tiene mirada y sonrisa de niña, pareciera que el tiempo se detuvo desde el momento en que la llevaron al penal, y es así, la vida de Romina se detuvo a los 18 años.
De familia muy humilde, nacida en el pueblo de San Pedro, en la provincia de Jujuy, como cualquier otra chica de su edad, estudiaba y los fines de semana salía a bailar junto a sus amigas. Pero un día, en una de esas salidas, Pocho Vargas, su vecino, comerciante de la zona y hermano de un policía, la violó.
Volvió a su casa muy atemorizada, sus padres no querían que ella salga porque una y otra vez le repetían que era para estar con muchachos y que eso estaba muy mal, es por eso que Romina tuvo miedo de contar lo que sucedió.
"Yo quería ser boy scout e ir a los campamentos, pero mi mamá decía que lo único que iba a hacer es volver embarazada, así que no me dejaba", nos contaba mientras tomábamos juntas una gaseosa en la sala de recepción de visitas. Este pensamiento le rondó en su cabeza durante todo el embarazo que vino después de la violación, así que no se animó a decir nada e intentó abortar con métodos caseros que fallaron. Como muchas mujeres pobres no tenía dinero para pagar un aborto en una clínica privada, cosa que sí hacen las mujeres con recursos. Ocultó todo su embarazo, hasta que un día dio a luz en el baño de su casa. Completamente sola y tras la desesperación de ver en el bebé la cara del violador tuvo un brote psicótico y lo mató.
Siendo Romina encarcelada, maltratada y denunciada públicamente por el Obispo del lugar, su juicio estuvo lleno de irregularidades, con negativa de investigar al violador, muy por el contrario, Pocho Vargas permanece aún en libertad.
Leer todo el artículo
No hay comentarios :
Publicar un comentario