viernes, 13 de marzo de 2009

Cousinet: es la clase política la que no abre el debate sobre despenalización del aborto

Graciela Cousinet, vicedecana de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNCuyo

Paola Alé

La socióloga plantea que la sociedad mendocina no es tan conservadora como los dirigentes, que temen ofender a la Iglesia con estas discusiones.

“Es un desaparecido, no está ni vivo ni muerto”, decía, en un espeluznante discurso, el no menos espeluznante Jorge Rafael Videla. Esta frase, utilizada para referirse a las miles de personas que no tenían identidad, aunque todos sabían que estaban siendo torturadas en los campos de concentración que existían en Argentina, es todo un signo de una tendencia social a no debatir los temas escabrosos, porque “lo que no se nombra, no existe”. Así parece suceder, aún en la actualidad y en plena democracia con las problemáticas que a muchos sectores sociales incomodan, como sucede con el aborto, las drogas y la exclusión, entre otras dolencias. Todos sabemos que ocurre, que hay mujeres que mueren por abortos mal realizados, sin embargo, el debate no se produce. Nadie quiere sacar a la luz lo que se cocina en la ilegalidad, a riesgo de quedar adherido al desprestigio y a ganarse una de esas etiquetas de las que cuesta desprenderse, como “abortista” o “anticlerical”. Graciela Cousinet, quien es vicedecana de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNCuyo, se refirió al asunto.

La especialista explicó por qué los dirigentes políticos no abren el debate para que la sociedad se exprese a favor o en contra de la legalización del aborto pero que de una vez por todas se debata como un tema de salud pública y no como uno de creencias o ideologías.

Sociedad patriarcal
En primer lugar, Cousinet explicó de dónde proviene la tendencia a no permitir que la mujer disponga libremente de su sexualidad. Se remontó a épocas lejanas, cuando los pueblos eran nómades y tanto varones como mujeres vivían sin las ataduras de poseer la tierra.
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Explicó que en ese tiempo no existía ninguna necesidad de esclavitud, porque el territorio no era de nadie. Pero cuando los hombres se asentaron, comenzaron las luchas de poder por la dominación. Así se produce el inicio de las sociedades patriarcales, en las que los varones, por medio de las guerras, se fueron apoderando de las regiones y las mujeres se quedaron a cuidar el hogar y se dedicaron a tener hijos para la guerra, todos los que pudieran. La necesidad de que la mujer se mantuviera en el ámbito privado tenía relación directa con la línea de sucesión. Esto es porque el varón se tenía que asegurar la paternidad de los hijos para poder legarles el territorio conquistado. Y de la única manera que podía hacerlo era alejando a su mujer de lo público. Entonces, las mujeres atadas al marido y los maridos conquistadores de la tierra eran los elementos básicos de la sociedad.

La Iglesia se erigió, en aquel momento, como defensora de ese tipo de organización. Esta idea de que las mujeres no pudieran disponer libremente de su propia sexualidad quedó profundamente arraigada en la sociedad, pero fue perdiendo su sentido después de la revolución industrial y luego de que, tanto varones como mujeres, debieron salir a ganar su dinero, sin distinción de género, completó Cousinet.

Políticos mudos
Es la clase política la que hoy por hoy no auspicia este debate, porque, según asegura Cousinet, los gobernantes son los conservadores, no la sociedad. Para explicar la afirmación, la socióloga hizo referencia a una encuesta del consultor local Enrique Bollati, realizada hace algunos años a propósito de la despenalización del aborto. Cousinet señaló que, por lo menos en 70 por ciento, los mendocinos se pronunciaron a favor de despenalizar el aborto en todos los casos de violación.

La cifra disminuía considerablemente cuando se hacía referencia a la legalización de la interrupción del embarazo bajo cualquier circunstancia.

“Los dirigentes están influidos en forma desmedida por el clero, temen ofender a la Iglesia, por eso no propician el debate”, sostuvo la socióloga, y agregó que, a su criterio, Mendoza no es una provincia tan conservadora ni religiosa. Más bien presenta una tendencia hacia el laicismo. Sin embargo, hay temas con los que los funcionarios, legisladores, es decir, la clase política en general, temen inmiscuirse.

“Nuestros políticos están pendientes de hacer cuentas, si hay proyectos que no les sumarán votos, entonces prefieren no meterse”, concluyó Cousinet.

El Sol, 13 – 03 – 09

La Quinta Pata

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