viernes, 27 de marzo de 2009

Miserias del capitalismo y los ladrones de Wall Street

Thiermann

Alfredo Saavedra

El escándalo levantado por la American Internacional Group, AIG, al repartir jugosos fondos entre sus ejecutivos y empleados de confianza, en lluvia de dólares que largó 160 millones, alzó un revuelo en Washington que desembocó en airada reacción del congreso y el senado, cuyos representantes, de los dos partidos que monopolizan el poder, exigieron la recuperación de ese dinero para restituirlo al tesoro, de donde había salido para rescatar de la quiebra a esa empresa, de primera fila entre los gigantes de Wall Street.

Ante esa situación el presidente Obama se ha visto comprometido a introducir una solución resuelta entre dos aguas, pues mientras que debe respaldar la exigencia de los legisladores para la restitución de ese dinero, también no puede retorcerle el cuello a los de Wall Street, pues se considera que le sirven de puntal en la política de levantamuertos que impulsa para una recuperación económica, que los críticos afirman con pesimismo que es como arar en el mar.

Hasta el momento no existe una explicación clara que justifique ese festival de dólares promovido por la AIG en beneficio de sus personeros y empleados de privilegio, suponiéndose que la mayor tajada de ese reparto sería para los peces gordos de esa empresa. Provoca perplejidad el suceso siendo que esa corporación recibió una buena inyección de los 700 mil millones de dólares que el gobierno destinó para los llamados rescates en servicio del imperio de Wall Street, aquejado por riesgo de quiebra dentro del fenómeno total de bancarrota del sistema financiero en los Estados Unidos.

Una sucesión de hechos configuraron la explosión de la bomba de tiempo en que se convirtió el fenómeno de la crisis económica que se abate sobre la mayor parte del mundo, pero en los Estados Unidos, donde se origina el problema, buena parte de la responsabilidad recae sobre la incapacidad de la administración Bush y su obsesión belicista que llevó a esa nación a una guerra que ha consumido billones de dólares, cuyas consecuencias son la razón para que sus líderes se encuentren ahora en un callejón sin salida.

Pero también y esto fundamentalmente, el capitalismo en su desenfrenado afán de lucro resultó como el alacrán, atacándose con su misma cola. La base del sistema se fundamenta en la ganancia y para obtenerla se recurre, no sólo a la explotación del ser humano, sino a todo recurso posible donde la avaricia se convierte en una conducta regente de todo el proceso. De ahí que en la desenfrenada carrera en busca de la utilidad se recurre a toda posibilidad, por anómala que sea. Ejemplo de eso fue la promoción artificial del negocio en bienes raíces que derivó en las llamadas hipotecas basura que terminaron en la ruina de millares de individuos alucinados por la adquisición descomplicada de inmuebles.
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En ese escenario aparecieron los delincuentes de Wall Street, cuyo más prestigioso representante es hasta ahora el conspicuo Bernard Madoff, quien la semana pasada se declaró culpable de fraude por más de 50 billones de dólares. Inmediatamente quedó arrestado y se especula que podría recibir una condena de prisión por 150 años, que desde luego no cumplirá, en suceso que los analistas aseguran es solamente la punta del iceberg, de una cadena de hechos que han puesto al descubierto el turbio escenario en que se mueve el mundo de las finanzas.

Casi al mismo tiempo apareció un caballero de industria, que misteriosamente desapareció de la noticia, en sospechoso escamoteo en los medios de comunicación y quien creó una turbulencia en varios países de Latinoamérica y el Caribe, donde millares de cuentahabientes se aglomeraron en las puertas de los bancos para retirar en forma apresurada su dinero, presas de pánico ante la amenaza de perder sus fondos. Se trataba de los bancos del señor Alan Standford, un hombre con fama de altruista, según lo dijo la prensa y con un emporio financiero originado en Wall Street y con ramificaciones en todo el mundo. En pocos días la televisión no dijo nada más sobre tal persona en lo que parecía una rectificación o el tendido de una cortina de humo en servicio del financista.

Individuos de menos renombre han aparecido de manera esporádica en la noticia, complicados en maniobras de poca transparencia pero que se esfuman de la información mediática, tal vez amparados por la aparente decisión oficial de terminar con la imagen de monstruo cinematográfico que se tiene de Wall Street.

Moraleja
El señor Ian Thiermann ha tenido que volver a trabajar a los 90 años luego de no hacerlo desde que se retiró a los 60, con un ahorro de más de medio millón de dólares, que convertidos en 700 mil, recientemente, los perdió invertidos en las empresas especuladoras de Bernard Madoff. El anciano Thiermann tuvo que buscar trabajo en un supermercado de la ciudad de Ben Lamond, en California, donde reparte volantes y cuida fruta y verduras, por un salario de diez dólares la hora para sobrevivir, al convertirse en poco menos que un pordiosero ante la pérdida de su fortuna en manos de Madoff, quien dejó en la calle a miles de personas que confiaron su dinero a ese ladrón de Wall Street. Puede ser ese el precio de la codicia pues no otra aberración podrá ser la de quien como el nonagenario Thiermann pudo conformarse con el medio millón de dólares que tuvo a los 60 años, suficientes para vivir con holgura hasta el final de sus días.

Redacción La Quinta Pata, 27 – 03 – 09

La Quinta Pata

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