martes, 24 de marzo de 2009

Para reflexionar en el feriado

Marcelo Padilla

Vamos a intentar, a partir de este escrito, aproximarnos a interpretar el proceso a partir del cual los sectores populares en al Argentina, fueron construyendo distintas alternativas de lucha política, social y cultural desde 1955 a 1976. ¿Porqué tomamos ese periodo, si de lo que se trata en los actos de la memoria es no olvidar lo que significó aquel proyecto genocida que tiene como fecha simbólica de inicio el 24 de marzo de 1976?. Justamente, porque existió un proceso anterior de alta conflictividad social y toma de conciencia política, que puso en cuestionamiento las bases del poder económico en la Argentina, es que se diseñó un proyecto de Terrorismo de Estado, que tenía como fin último recuperar para la oligarquía los resortes fundamentales de la economía nacional y ponerla al servicio de los intereses antinacionales.

Es por ello, que la charla se basará en cuatros ejes que, desde la caída de Perón en 1955, desarrollarán paralelamente distintas formas de resistencia social, política y cultural. Hablamos de la resistencia peronista y la formación de la JP, del rol que cumplió para la juventud el movimiento de rock nacional, de las nuevas concepciones que se generan en torno al cine argentino en los 60 y 70 y, finalmente, de la aparición de un nuevo periodismo alternativo que denuncia y se suma a las luchas populares.

a-De la resistencia peronista a la “gloriosa JP”
La existencia de una Juventud Peronista se remonta a 1957, a los albores de la resistencia peronista clandestina contra la dictadura de la “Revolución Libertadora”, que, en 1955, derrocó al gobierno constitucional de Juan Domingo Perón. A ella pertenecía el obrero metalúrgico Felipe Vallese, desaparecido en agosto del ´62.
Leer todo el artículo
Sin dudas, el mayor símbolo de aquella juventud política peronista que se dio la estrategia de la resistencia, fue J.W. Cooke, diputado en 1946 y delegado personal de Perón en los comienzos de la resistencia. En la Revolución cubana del ´59, Cooke encontró un modelo de revolución que no respondía al canon previsto por la izquierda tradicional, por ello, bajo su influencia, pensó en la oportunidad para tender un puente entre socialismo y peronismo sobre la base de un común antiimperialismo. Cooke definía a la Argentina como un país semicolonial, donde la “cuestión nacional” se había hecho indisociable de la social. Para lograr el objetivo del peronismo histórico: justicia social, independencia económica y soberanía política, ya no bastaba el proyecto de capitalismo nacional con que Perón había modernizado a la Argentina del 46 al 55, sino que se imponía un cambio de régimen: un socialismo nacional propulsado por el movimiento de masas peronista. La influencia de la revolución cubana fue muy significativa no solo para estos sectores, sino también impactó fuertemente en la iglesia católica con la aparición del movimiento de sacerdotes del tercer mundo, mas tarde llamados teólogos de la liberación. Estos curas populares desarrollarían en los sesenta y setenta una fuerte influencia en la juventud católica.

En este contexto de permanentes movimientos sociales y políticos, impregnado por el “juvenilismo” propio, tanto del mayo francés como de la contracultura beatnik y posterior cultura hippi norteamericana, el sector que crecería abruptamente y funcionaría como canalizador de esas rebeldías en los años ´70 en argentina, fue la juventud peronista organizada a través de las JP regionales, en alusión a las siete regiones en que se organizó a nivel nacional. Bajo las consignas, “la sangre derramada no será negociada” y “la patria dejará de ser colonia o la bandera flameará sobre sus ruinas”, la JP llamaba a reconocer el liderazgo de Perón contra el neoperonismo, dispuesto a participar del Gran Acuerdo Nacional lanzado por el General Lanusse en marzo del ´71. Surgida de ese germen de influencia zonal, la denominada “gloriosa JP”, se constituyó como frente de masas de dos organizaciones político-militares peronistas, las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y Montoneros. Desde el golpe del 55, al retorno del peronismo al poder en 1973, el movimiento sufrió una proscripción inédita en la historia argentina que llevó a la gran mayoría del pueblo a organizarse a través de distintas asociaciones civiles, políticas y militares en el marco de la ilegalidad impuesta y legitimada por los gobiernos de turno de aquellas décadas. El crecimiento meteórico que registran las organizaciones juveniles peronistas se debió ente otras causas, a un acercamiento de sectores de izquierda y de clase media hacia el peronismo. Por otra parte, a la agudización dentro del peronismo del enfrentamiento entre sectores participacionistas y los de confrontación. Estos últimos, encontrarían en 1968 su expresión sindical en la CGT de los argentinos que se conforma a partir de la ruptura con la CGT oficial conducida por Rucci, mas proclive a la negociación con los regímenes de turno. Por otro lado, en la juventud politizada no peronista se dio una búsqueda de vías de cambio social por fuera de las estructuras de la izquierda tradicional, encarnadas en los Partidos Comunista y Socialista que, en su antiperonismo, se habían aliado a la Unión Democrática de la Sociedad Rural en 1945 y a la “libertadora” en 1955. El levantamiento popular el “cordobazo” del año 1969, marcará el apogeo de la confluencia de esas fuerzas. Se postulaba la liberación de los presos políticos, la derogación de las leyes represivas de la dictadura, elecciones libres, la vigencia de la constitución del ´49, la nacionalización de los sectores básicos de la economía y la solidaridad con las organizaciones armadas peronistas. De esa concepción, de un avance inexorable al socialismo, combinada con marcado voluntarismo, se desprendía la certeza de que o Perón se plegaría al movimiento de la historia o sería arrastrado por ella.

En consonancia con la estructura tradicional del PJ, la JP desarrolló además del frente territorial, su frente sindical, Juventud Trabajadora Peronista (JTP), los frentes estudiantiles -UES (unión de estudiantes secundarios) y la JUP (juventud universitaria peronista), además de la agrupación Evita. Bajo la consigna “luche y vuelve”, los jóvenes peronistas capitalizarían la campaña electoral y el acceso de Héctor Cámpora, delegado personal de Perón, a la presidencia de la nación el 25 de mayo del ´73. Para entonces, la JP, convocaba a cientos de miles de personas. Durante el camporismo, que duró solo 49 días en el poder, la Juventud Peronista tuvo a su favor los ministerios del Interior, Educación y Relaciones Exteriores y 8 diputados en el poder legislativo. Además Montoneros, retuvo las gobernaciones de la Provincia de Buenos Aires con Oscar Bidegain, la de Córdoba con Obregón Cano y la de Mendoza con Martínez Vaca. Sin embargo, la vuelta de Perón al gobierno, cooptado por la derecha, se estaba preparando, y con ella vendrían los días aciagos y el fin de la primavera camporista. El regreso definitivo de Perón, el 20 de junio de 1973, dio lugar a una movilización popular de 3 millones de personas, pero también marcó un punto de inflexión hacia dentro del movimiento. La juventud peronista fue excluida de la organización de ese acontecimiento y fue objeto de ataques armados de los sectores de derecha del peronismo que ya habían entornado a Perón, la llamada “teoría del cerco” y lo habían convencido de la existencia de “infiltrados” en las filas del movimiento. Perón ya no era el mismo que aquel que alentó a la formación de la resistencia peronista a partir del 55 y tenía como delegado a John William Cooke. Ahora su confidente era José Lopez Rega y toda la extrema derecha que tomó por asalto el movimiento De ahí en más, la historia conocida: la formación de las tres A, las persecusiones, la depuración de la izquierda peronista del movimiento. El peronismo entraba en su crisis más profunda y la muerte de Perón en el 74 marcaría el rumbo autoritario y represivo hacia el desgobierno de Isabel Martínez. La clandestinidad de Montoneros, el ERP y las FAR, secuestros, asesinatos, resolución de internas sindicales por las armas, todo era un caos social. El mundo y el proceso capitalista tampoco era el mismo, se agotaba el modelo sustitutivo de importaciones que profundizó el primer peronismo con un fuerte sentido nacional y se acercaba la instauración de uno nuevo, el modelo aperturista neoliberal que necesitó como parte de su estrategia, eliminar a una generación de dirigentes sociales y políticos, neutralizar toda rebeldía, censurar la política como método para transformar la realidad. Así llegó el 24 de marzo de 1976.

b- El rock se hace nacional, contracultural y refugio en dictadura
El movimiento de rock nacional aparece a mediados de los años ´60, al igual que su contraparte norteamericana e inglesa, la música, fue sólo una parte de una compleja actitud de vida caracterizada por un profundo cuestionamiento a la sociedad de su tiempo. El rock pone en cuestionamiento la concepción realista de la sociedad, esto es, la forma en que usualmente los adultos entendían dicha sociedad, catalogada por los jóvenes de la época como hipócrita. En la década de los sesenta, el tipo de práctica social e ideológica que giró en torno del rock nacional fue sólo una de las posibilidades con que contó la juventud argentina para expresar su identidad. En este sentido, el rock nacional construyó sus prácticas y convicciones, enfrentando por un lado, a la música comercial, y por el otro, a las prácticas políticas de la juventud de izquierda, peronista y no peronista. En el juego de interpelaciones de la época, el rock nacional intentará representar y atraer a jóvenes de los estratos medios y bajos de la sociedad, jóvenes que ni se sienten consumidores de música comercial ni tampoco militantes políticos o guerrilleros. De esta manera, el rock nacional construye su sentido en una especie de tierra de nadie. Es justamente por aquellos años cuando aparece el rótulo de música progresiva nacional, denominación que intentaba diferenciarse de la música comercial y remarcar el carácter musical y no político del movimiento. Sin embargo, al inicio de los años 70, las disputas internas en el rock nacional entre “eléctricos” y “acústicos” “comerciales” y “progresivos”, quedan subsumidas a una dispusta y controversia más general en la sociedad argentina: joven “escapista” vs. joven “comprometido”. Para amplios sectores de la juventud de los 70, la política era una forma privilegiada de vivir la juventud, una forma digna que merecía la despreocupación hacia el consumismo, hacia el pasatiempo que ofrecía el sistema fundamentalmente a jóvenes de las capas medias. Es por ello que para la juventud de la militancia política, las propuestas del rock nacional aparecían cargadas de individualismo, sin contenido social y condescendientes con el sistema. Estas dos cosmovisiones serán las que encapsulen a la mayoría de la juventud argentina de esa década: dos formas de ver la vida, extremas y enfrentadas: la militancia y la introspección, la acción política en el ámbito de lo público y el cambio interno. Unos dan la vida por sus ideales revolucionarios, otros también la dan con la experimentación de las drogas, en busca de un mundo más pleno de sentido. Con la dictadura del 76, se termina de instalar el miedo como atributo social. El movimiento juvenil no es ajeno a esto, ya que la cultura del miedo y la sospecha lo tiene como destinatario. La represión se dirige principalmente a este grupo etario: un joven era sospechoso hasta que probara lo contrario. Un dato objetivo fuerte: (El 67% de los desaparecidos durante el periodo 1976-1983, fueron jóvenes cuyas edades oscilaban entre los 13 y los 18 años). Y mientras el movimiento estudiantil y las juventudes políticas, poco a poco, desaparecen como marco de referencia y sustento de identidades colectivas, el rock nacional se afianza como ámbito de construcción de un nosotros que excede ampliamente los límites de sus seguidores habituales, transformándose en un ámbito de supervivencia simbólica para la juventud argentina. De esta manera, ir a recitales y escuchar discos con grupos de amigos, se convierten en actividades privilegiadas para un amplio sector de jóvenes que, sin mucha conciencia de ello, intentan salvaguardar su identidad, la cual es cuestionada por el proceso militar.

“...Una vez, en el 77, me llevaron preso por averiguación de antecedentes, porque sí...Bueno, entré en el calabozo y en la pared, escrito con no se qué, estaba la letra de un tema mío: “cementerio club”. Era la paradoja más siniestra que el destino me había jugado. Lloré sobre todo por el pibe que no conozco y que la escribió” (Luis Alberto Spinetta. 1985).

c- De la industria peronista del cine, al cine militante de la resistencia
En el caso del cine, a partir de la creación del Instituto Nacional de Cinematografía, en 1958, se produce un nuevo impulso para el cine argentino. En los sesenta surgen producciones con marcado acento en temas nacionales (Martín Fierro, Don Segundo Sombra) junto con realizaciones de jóvenes directores con una temática local y urbana. En esta época, el proyecto más audaz e integral para construir un cine político, fue el del grupo Cine Liberación, dirigido por Pino Solanas y Octavio Gettino, responsables de “la hora de los hornos” de 1966, una película de tono militante y documental. Luego de varias censuras en la época de Onganía y Lanusse, reaparecerá el cine argentino con un nuevo impulso. Pero regresemos a mediados de los cuarenta para poder interpretar el fenómeno: La emergencia del peronismo a partir del ´45, hace vascular todos los conflictos en orden al nacionalismo popular, lo que produce un fuerte crecimiento y desarrollo industrial y una fortísima lucha cultural y política. Se protege la industria cinematográfica a través de la planificación y del control de las importaciones. Producto de esto, en 1.950 se va a llegar, nuevamente, a las 56 películas anuales. Algunas de ellas marcan el tono de la época: “Las aguas bajan turbias” de H. del Carril, “Pelota de trapo” y “Edad Difícil” de Torre Ríos, etc. La llamada revolución Libertadora inicia una política liberal en lo económico que reduce a doce las películas producidas en el año ‘57. No es casualidad entonces que aquí se cree un bálsamo sustitutivo de la producción industrial: el Instituto Nacional de Cinematografía. Asimismo, se pasa de una producción con eje en Hugo del Carril o Mario Soffici, directores de contenidos de fuerte sentido nacional, a una producción ligada al cine europeo con eje en Torre Nilson. Proscripción del peronismo, auge de los intelectuales “progresistas”, novelle vague o nueva ola, cineclubismo, son las características de este periodo. Torre Nilson, es sin dudas, la figura que expresa estos tiempos en forma ejemplar. Es precisamente a partir de este realizador que se abren dos perspectivas cinematográficas, que aunque guardan algunas similitudes, constituyen el signo de la vieja división entre cinematografístas de expresión nacional y universalistas mas proclives a las modas europeas. Ambos grupos van a pertenecer a la llamada “Generación del ‘60”, Fernando Birri, Lautaro Murua y Leonardo Fabio, entre otros, con sus películas “Tire die”, “Shunco” o “Crónica de un niño solo” por un lado, y Kohon, Khun, Antín con, “Prisioneros de una noche”, “Tres veces Ana”, “Intimidad de los parques”, por otro. Posteriormente, con la ascensión del peronismo en 1.973 con el apoyo de vastos sectores de la pequeña burguesía universitaria, se producen efectos contradictorios tanto en la política como en lo referente a la cinematografía. Así, aparecen películas como “La Patagonia rebelde” de Olivera, “La tregua” de Renan, “Quebracho” de Wullicher, “Juan Moreira” de Fabio, films que recuperan cierta tónica nacional. La dictadura del ‘76 condena al ostracismo a gran cantidad de intelectuales nacionales y junto a la política económica de Martínez de Hoz impiden cualquier realización cinematográfica de envergadura. Quizás el símbolo de la época lo constituya “La fiesta de todos” de Sergio Renan. Sin embargo, es necesario destacar la irrupción de un realizador de Fuste que es Adolfo Aristarain con (“Tiempo de Revancha” 1.982) y luego Eliseo Subiela quien realizara “Hombre mirando al sudeste”.

d- El nuevo periodismo político
Desde una perspectiva más ampliada, podríamos decir que la resistencia que se inicia hacia fines de los 50 en la argentina, luego del golpe a Perón, se expresó tanto a nivel social como cultural. La formación de células de resistencia organizadas por el peronismo combativo tuvo frutos importantes en los campos culturales e intelectuales. Uno de los máximos exponentes de lo que luego se denominará nuevo periodismo será el periodista desaparecido en el 77, Rodolfo Walsh, quien con su clandestina obra “operación masacre” de 1957, en la cual relata los fusilamientos de José León Suarez y la organización de la resistencia, instaló un nuevo procedimiento de investigación documental y de denuncia, que hará mella en la formación de los periodistas comprometidos con la causa nacional. La película basada en esta obra, en la década del 70, sirvió como disparador militante de discusiones y generador de conciencia y mística de la juventud peronista. Proyectada en las villas marginales de la provincia de Buenos Aires, la película “operación masacre” fue vista por más de 100.000 personas en la más absoluta clandestinidad.

También se destaca en este género el periodista-historiador Osvaldo Bayer con su “patagonia rebelde” luego llevada cine. A nivel internacional este género se expresó en “los condenados de la tierra” de Frantz Fanon, donde el autor relata la lucha de liberación del pueblo argelino del sojuzgamiento francés a fines de los cincuenta. Junto a estas nuevas tendencias en el mercado literario, surge la aparición masiva del ensayo: histórico, sociológico, filosófico y antropológico, pero sobre todo político. La izquierda encuentra sus referentes en un teórico de la Escuela de Frankfurt: Herbert Marcuse con unos de los libros mas leídos por la juventud del mayo francés del 68, “el hombre unidimensional” de 1967. También será una referencia fundamental el marxismo crítico de Louis Althusser con “Para Leer el capital” de 1968. En América Latina se difunde enormemente “los conceptos elementales del materialismo histórico” de la chilena Marta Harnecker. Rodolfo Puiggrós y Arturo Jauretche serán muy leídos por aquellos años por la juventud militante. También los diarios del che Guevara y la literatura circundante a él, como “mi amigo el che” de Ricardo Rojo. Se editan los discursos, las cartas y entrevistas de John W.Cooke. “El ser nacional”, “Socialismo y Peronismo” y “La formación de la conciencia nacional” de Hernández Arregui.

En este marco también tendrán gran repercusión autores de corrientes ideológicas diversas como J.J. Sebrelli, Eduardo Galeano, David Viñas, Ariel Dorfman y dentro de la historiografía, a Jorge Abelardo Ramos, Ortega Peña y José Luis Romero.

Conclusión
Todos estos intentos, más allá de sus contradicciones, formaron parte de una cosmovisión que pretendía desarrollar el socialismo en la Argentina. Todos fueron sistemáticamente censurados, bastardeados y condenados por los sectores liberales, fascistas y conservadores, que vieron en todo este proceso descripto, un fantasma, una amenaza a sus intereses. El golpe del 76 entonces implicó, un complejo proyecto económico, político y cultural que se diseñó para aplastar la posibilidad del socialismo en Argentina. Pero aunque el costo fue muy grande, la causa nacional continúa vigente, la memoria activa se está expresando lentamente, de la mano de un proceso latinoamericano esperanzador, en organizaciones sociales y culturales. Que todos estos actos no queden en la anécdota, ni muchos menos en el prestigio simbólico que da para algunos sumarse a la ola del recuerdo. La coyuntura política en la Argentina exige que se defina claramente el enemigo principal y frente a él luchar desde un espacio amplio y popular, un gran Frente de Liberación Nacional.

MDZ Online, 24 – 03 – 09

La Quinta Pata

No hay comentarios :

Publicar un comentario