jueves, 16 de abril de 2009

El ídolo popular no es producto del consenso, porque jode

Marcelo Padilla

Consenso y diálogo. Las dos palabritas de moda en el discurso político. ¿Por qué no revisamos un poquito la historia y dejamos de comernos buzones?
Los ídolos fueron populares por su lucha contra intereses antipopulares, producto del disenso y del enfrentamiento contra aquellos intereses.

¿Qué es un ídolo?
El fallecido sociólogo mendocino Mario Franco, en un extenso reportaje que le hiciera la periodista Miriam Arancibia para el canal de cable Aconcagua Televisión, en 1991, respondió la pregunta ¿Qué es un ídolo: “En general se piensa que el ídolo y la idolatría, digamos, pertenecen sobre todo a las capas populares y no a las capas cultas. Yo no lo veo así y muchos autores tampoco. A mí me parece que el ídolo es una serie de identificaciones que se encarnan en una persona. O sea, deseos que uno no puede realizar. La gente a veces no puede completar todas las aspiraciones sociales, políticas, que desea, y por lo tanto lo extrapola, para decirlo en una palabra más simple, lo proyecta en otra persona. Esa persona funciona en ese nivel como ídolo. Por ejemplo un ídolo, o como dicen ahora, una ídola como Eva Perón, fue una condensadora de deseos populares absoluta y de muchísima influencia en nuestra cultura. Bueno, en mi criterio, fue un ídolo de los que yo llamo populares y por lo tanto positivos. Vamos a ver también por qué es positivo el ídolo popular y no es positivo el ídolo de masas, que es por lo general un ídolo que nace de los aparatos de televisión, del gran cine, de la gran prensa. En cambio el ídolo popular nace de espacios también populares, como Eva Perón. Eva Perón surge de una clase social específica, surge de espacios de trabajo social determinados, surge del trabajo barrial, del trabajo sindical, es decir, espacios o instituciones o aparatos que están muy comprometidos con la participación popular, por lo tanto producen también un ídolo que tiene características ya no, como lo hemos llamado, “de masas” sino “de abajo hacia arriba”, y a eso lo hemos llamado popular. Eva Perón, al identificar a toda esa gente con ella, hizo también que toda esa gente se uniera con una idea de justicia social”.

El día que lloró la clase media
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Muchísimo se ha escrito por estos días de aflicción nacional a raíz de la muerte del ex presidente Raúl Ricardo Alfonsín. Nadie escapó a la cobertura omnipresente de los medios que congelaron sus pantallas en imágenes de congoja y admiración sobre el gran líder radical, tal vez el último que parió la democracia en aquellas huestes partidarias. El cuadro de las 100.000 personas soportando con sus paraguas estoicamente la lluvia, esperando pacientemente su turno para posar sus manos sobre el cuerpo inerte, caló hondo en la sociedad nacional. Acuso a la música ininterrumpida de C5N, durante el sepelio y el cortejo, especialmente porque fue más triste en este canal que en otros (un eficaz “mecanismo de producción de la tristeza”). Aunque también al fervor de su gente y su partido, reducido por los jíbaros presentes (imaginarán de quiénes hablo), a los cuales les cayó la ficha: una importante porción de la clase media se quedaba sin su líder, sin su referente. Ahora bien, también las exequias de Alfonsín rememoraron la despedida del General Juan Domingo Perón: “La muerte de Alfonsín es comparable a la de Perón” decían los diarios y la tele.

El radicalismo no nació del diálogo sino de la intransigencia de Yrigoyen
El radicalismo nació al calor de la lucha contra el unicato roquista, el fraude electoral y el cercenamiento de las libertades públicas, bajo el modelo agroexportador oligárquico de fines del siglo XIX. Intransigencia de don Hipólito Yrigoyen contra “el régimen” que lo tentaba a presentarse en elecciones bajo un sistema político excluyente, donde votaban poquísimos. La tenacidad de Yrigoyen por “no pactar” hasta que no fuera aprobada la ley Sáenz Peña, demostró que el diálogo y el consenso, a veces, son reglas de juego impopulares. Mitre y Roca querían diálogo con el radicalismo, y este, nunca lo aceptó en tanto no se garantizaran una serie de medidas que ampliaran las libertades públicas. En un país sin industria nacional por aquel entonces, diseñado a medida del mercado inglés, que necesitaba una economía complementaria y no competitiva, Yrigoyen expresó la fundación de la primera etapa democrática en el país, y su holgado triunfo permitió el acceso de las mayorías al poder político. Entraban las alpargatas a la Casa de Gobierno, ante la pavura de la clase dominante. Es por ello que aquella oligarquía comercial y terrateniente se ensañó con “el peludo” y terminó por destituirlo tras el golpe del 30, bajo su segunda presidencia. De ahí en más, el radicalismo se transformará en un partido representativo exclusivo de los sectores medios: comerciantes, chacareros, profesionales liberales, pequeños hacendados, estudiantes universitarios, cuenta propias. El movimiento obrero argentino por entonces fue anarquista y socialista. Heredero de las ideologías importadas por la inmigración española e italiana fundamentalmente. Muere Yrigoyen y las masas populares coparon las calles con el féretro en andas, como si el mismo nadara sobre la corriente humana que lo sostenía y disputaba, para darle el último adiós al gran líder, fundador del primer movimiento nacional y popular del siglo XX.

El aluvión zoológico crea al peronismo y construye a Perón como líder
La miseria y el hambre, el fraude y la represión, la exclusión en la participación y la ignominia a la que estaba sometido el pueblo argentino en la década del 30`, concibieron lentamente al peronismo, el cual se hizo público y explícito aquel 17 de octubre del 45 (el acontecimiento que funda el mito). El “proceso social” y “no los hombres” generan los movimientos, aunque los mismos recaigan en definitiva sobre las espaldas de aquellos para su conducción. No vamos a hablar de los gobiernos de Yrigoyen y Perón, solo mencionar sus bases de sustentación social y sus “enemigos de clase” que debieron soportar. Y aquí radica el punto de la presente columna. Será el movimiento obrero quien saldrá a defender al gobierno de Perón tras su caída en el 55. Sus circunstanciales aliados medios (burguesía nacional) le dieron la espalada, y la Iglesia, la Sociedad Rural y una buena parte del ejército liberal, acecharon hasta bajarlo, apoyados por la intervencionista embajada americana. ¿Pero quiénes salieron a pelear por el gobierno en las calles? Los trabajadores, quienes dieron su vida no solo por el líder, sino por la defensa de las conquistas sociales logradas en una década.

A los gobiernos democráticos hay que defenderlos cuando acechan los cuervos
Mi conclusión del “efecto muerte de Alfonsín” dista demasiado de las que exhiben los políticos de todos los colores partidarios del presente establishment político. Si de lo que se trata es de recuperar el legado de Alfonsín – habría que preguntarse cuál de todos, porque no existe legado unívoco – me quedo con la siguiente idea: a los gobiernos que intentan transformar, al menos ciertas inequidades en el país, hay que defenderlos críticamente. Porque también me preguntaba mientras veía esas imágenes de la masa dolida ¿Cómo no salieron a las calles a defender a Alfonsín en aquel momento? Si fue un prócer de la democracia, si no lo dejaron gobernar, ¿qué pasó con sus fieles seguidores que hace unos días colmaban las calles para despedir al muerto? Tarde. Que sirva de lección histórica en la presente coyuntura. La crítica debe necesariamente ser constructiva y nunca destitutiva. Eso dejémoselo a los que siempre se opusieron a medidas populares. Si nos sumamos a ellos por calentura de ocasión, después lloraremos sobre la leche derramada. La sociedad debe hacerse cargo de sus tentaciones ombliguistas que solo miran su cuenta en el banco o su bolsillo. Las palabras y las ideas alguna vez tendrán que mover la aguja de la hora de los pueblos.

MDZ Online, 16 – 04 – 09

La Quinta Pata

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