miércoles, 15 de abril de 2009

“Una llama misteriosa” acaso la más ridícula novela jamás escrita

Alberto Atienza

Evita con una hija, Perón, pedófilo, campo de exterminio con un horno crematorio…

Se llama Phillip Kerr, escocés, novelista, para más señas y autor de bestsellers que narran las andanzas de un detective alemán, bastante simplote, pedestre, autor de pequeñas venganzas como la de no tirar la cadena de un baño que usó. Un poco el detective es como su padre, su inventor.

Kerr, basándose en estudios realizados por el periodista argentino Uki Goñi, trabajos concienzudos acerca de la presencia de criminales nazis en la Argentina, luego del fin de la Segunda Guerra Mundial, pergeña un libraco, “Una llama misteriosa” en el que acomete contra personas de la historia nacional.

Es el caso de Eva Perón a la que sitúa en una escena en la que toma la mano de uno de esos nazis refugiados y la pone entre sus pechos. Luego añade otro exabrupto, también de soberana irrespetuosidad, cuando coloca a Eva Duarte en rol de víctima ante un oficial nazi que la trata de “puta”.

Hasta los biógrafos menos proclives a favorecer a la imagen de Eva reconocen lo fuerte que era su temperamento, su ausencia de miedo y sumisión ante la figura masculina. Si ese nazi hubiera pronunciado ese insulto dirigido a Eva figuraría en la historia nacional como “el alemán sentado” Así habría quedado del golpe que como respuesta a la afrenta hubiera recibido de la fogosa mujer.

Y sigue la nómina de barbaridades gratuitas. Las consigna el 14 de marzo el periodista Pablo Robledo. Desde Londres traza una síntesis de la “novela” de Kerr, repleta de “aciertos” y “verdades históricas” En el comentario se desliza la calificación de Eva como primera mujer de Perón y en realidad fue la segunda mujer. La primera llamada Aurelia Tizón falleció siendo el general aun joven.

La tercera, la sanguinariamente célebre Isabelita, que le firmó a los militares que luego la derrocaron en 1976, junto a políticos peronistas amnésicos y todavía pontificando en los medios de prensa y viviendo de lo que les paga el pueblo, la orden de “exterminio del enemigo” Ese fue el punto de partida para la desaparición y muerte de más de 30.000 argentinos.

El dictador Videla, jefe del golpe militar que bajó a “Chabela” del sillón presidencial fue el que dispuso esos “vuelos de la muerte”, el tirar al océano desde aviones a prisioneros políticos. Es algo probado y no ocurrió en ninguno de los gobiernos de Perón. Sin embargo Kerr le adjudica al gobierno de Perón esa práctica. La ensalada mental del escritor es enorme. La carrera de tranvías que alberga en su cerebro se disputa a toda hora.

Y dice Robledo en su brillante comentario:
Para Kerr Juan Domingo Perón es un dictador que, probablemente, sufre una enfermedad venérea en su pequeño pene y cuyo hobby es mantener relaciones sexuales con adolescentes a las que luego manda a abortar, esposadas y drogadas, a la clínica del doctor Joseph Mengele, que vive en la calle Arenales”. Evita, que tiene una hija con un ex oficial de la Gestapo pero la abandona para dedicarse a la causa de los pobres y a Perón, es una “resentida” comehombres que, por consejo del Papa, ayuda a los nazis a escaparse de Europa.
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Los argentinos son furiosamente antisemitas, adictos al churrasco, fascistas, superficiales, “porque no tienen ni el deseo ni la voluntad de ser fascistas propiamente dichos”, carecen de sentido del humor y tienen carácter triste porque viven en un rincón perdido del mundo.
Buenos Aires es un puerto que “huele a gases de caños de escape, humo de cigarros, café, perfumes caros, carne cocinada, fruta fresca, flores y dinero”, donde los ingleses y los norteamericanos hacen sus negocios, viven 250 mil judíos, los “Russos”, en los barrios de Villa Crespo, Belgrano y Once, y el poder real es de los nazis.
La desaparición de varios argentinos de origen judío y su búsqueda del rastro de la “hija” de Evita lo lleva a un campo de concentración en los cañaverales tucumanos, abandonado pero con cámara de gas incluida, cuidado por Hans Kammler, el ingeniero alemán que diseñó los campos de concentración nazis y las bombas V2. Arrestado, es puesto en un vuelo de los que organizaba el gobierno peronista para deshacerse de los opositores arrojándolos al Río de la Plata. Arrojan a todos menos a él y así se llega a un final bien chandleriano pero tan poco convincente como el resto de las situaciones.
En la versión inglesa, Kerr desparrama palabras en español como un niño que descubre un juguete nuevo, de manera tan antojadiza como errónea: el juego de la “quinella”, la isla “Marín García”, el “Oficial Registro” y los prostíbulos de “pesar poco”. Desde la dedicatoria –“Para el desaparecido”– hasta la penúltima página –“Cía. de Navegación Fluvial Argentina”– aprendemos que los “oyentes” son los espías peronistas, las “casitas” son las milongas prostibulares, los “caballeros blancos” son con quienes sueñan las mujeres, los “creolos” son los cafishos, los empleados públicos son “chanchos” y los gays son los “jotos” o “pájaros”.
Tucumán está situada en la Pampa húmeda, el olor que prevalece –hasta en los jabones del hotel– es el de la mierda de caballos y está poblada por “indios guaraníes”, gauchos y “mestizos”, que son los indios locales. En los alrededores de Buenos Aires, los pasajeros del tren “huelen el mar”, la gente toma “cubanos”, “fuman hasta los gatos y los perros” y la picana es el único aporte argentino a la modernidad porque “el fascismo nunca lució tan bello como aquí”, ya que “el peronismo es la marca argentina del fascismo”.
“Luis Irigoyen [sic] fue presidente y después embajador en Alemania”, por lo que hay una avenida con su nombre. Perón es un “neurótico que sufre de retencion anal”, fue “originalmente depuesto en octubre del 1945” y llama a sus novias “frutas inmaduras”. Por Mengele mismo nos enteramos que el General “gusta de las chicas jóvenes, doce, trece, catorce. Vírgenes. Le gusta la estrechez de las jovencitas porque su pene es muy chico... ya hice trece abortos para él”. Evita es la “Madona de Buenos Aires” o la “Dama de la Esperanza”, reparte a los pobres “el dinero del Reichsbank” y cuando se encuentra con Gunther le dice que ella no es una “putita” ni una “chupacirios”, mientras se desabrocha la blusa y pone las manos del detective en su corazón aunque él “siente sólo las tetas” y trata de disimular su erección.


Muy gráfica la síntesis trazada por Robledo. Exime de comentarios sobre la nómina de estupideces, equivocaciones y hasta maldad que despliega ese recopilador de situaciones inverosímiles al que no le cabe el título de escritor.

Las preguntas que surgen son ¿Le hacían falta a Kerr esas salidas de tono para proporcionarle más lectores a su novela? ¿No confía en sus habilidades narrativas? Si se basa, como dice en sus declaraciones, algunas muy pueriles, en los trabajos de un respetable investigador como Goñi ¿Por qué compromete de ese modo la seria labor de un profesional? Goñi, muy preocupado y versado en temas más profundos que una mano entre glándulas mamarias, como fue el rol de la diplomacia argentina ante la negativa de repatriación de compatriotas de religión judía. O la verdad sobre esa palabra que ha generado varias novelas y filmes, “Odessa”, operativo para que nazis asesinos huyeran de la justicia. Escritor, periodista, Goñi además de sus libros, ha dado conferencias en importantes centros mundiales sobre los temas que ha desentrañado. Es una autoridad reconocida en el orbe en lo que respecta a la supervivencia oculta del Tercer Reich.

Goñi ha pasado horas, que podrían sumadas ser días y hasta meses rastreando datos, luego confirmados y que se convirtieron en la base de reclamos importantísimos en torno al genocidio del pueblo judío. Es un tema relevante. Goñi lo desarrolla con el método que exige y una minuciosidad intensa.

Y apoyándose en él, este Kerr que nunca estuvo en la Argentina, que jamás abrió un archivo o entrevistó a un sobreviviente alemán de la Segunda Guerra residente en nuestro país, que “toca de oído” se da el gran lujo de ofender la memoria de una mujer a la que aun, después de tanto tiempo de muerta, adoran millones de argentinos, peronistas de corazón.

Esas afirmaciones temerarias de este escritor de poca monta – el ser vendedor no lo eleva de nivel y si no recordemos el éxito editorial sostenido de “Memorias de una princesa rusa” – molestan y mucho, por la falta de respeto y precisión no solo a los peronistas sino también a quienes no lo son, entre los que me incluyo.

Habla de un campo de concentración durante el gobierno peronista, ghetto situado según él, en Tucumán. Cuando le preguntan de dónde sacó la información responde tremenda gansada muy suelto de cuerpo.

Jacinto Antún, de El País de Madrid presenta el tema en el apartado Cultura de la edición de 11 de abril de 2009:
“No es difícil percibir de dónde le viene su vena para la ironía y el sarcasmo al detective Günther. Y la capacidad de atar cabos: En Una llama misteriosa, Kerr muestra un talento genial para mezclar realidad histórica y ficción (encandilado Antón con el texto kerriano) Todo el funcionamiento de la telaraña nazi es verosímil. O casi: eso de un mini campo de exterminio de judíos en Tucumán...”

“No tengo pruebas – dice el escritor – pero pudo pasar. En todo caso se merecen que lo invente: si aceptas ocho mil criminales de guerra nazis en tu país tienes que esperar que la gente se haga preguntas como ¿a qué se dedicaban?”, pregunta el escritor.

Lógica facilonga la de Kerr. Claro, si eran asesinos de guerra debían repetir hasta el hartazgo su crueles formas de vida, aun en una tierra extraña, con un gobierno constitucional. No ocurrió y se justifica, “merece que lo invente” O sea, hablando en argentino básico es un nabo, lo que a él le parece, es. Que la historia, los hechos, los registros digan otra cosa, no le interesa. Y ahí no más lo anota, lo publica.

Kerr pregunta: esos alemanes que realmente vivieron en el país, acaso los miles que él dice, tal vez menos, no ofrece fuentes, de qué vivían. Simplista el Kerr. Apenas llegaron, en el cumplimiento de un destino trágico, como el que imponían los dioses griegos, ahí no más, en la tierra de la caña de azúcar, inauguraron un mini Auschwitz.

Y prosigue Antón en la presentación de la obra de Kerr: “Así que tenemos al bueno de Gunther, un tipo con conciencia, que odia a los nazis pero que se ha visto obligado, por su profesión, a trabajar con ellos, desembarcando en la Argentina como uno más de los pardos evadidos del Tercer Reich merced a la red de rescate organizada en connivencia con Perón (lo que el historiador Uki Goñi, fuente principal de Kerr, califica de “la auténtica Odessa”)

Antón es más bueno que Günter. Cómo será de bueno que no se da cuenta que el detective es un colaboracionista. Arriesgando su honor y su vida muchos combatientes alemanes, convencidos del horror a que fueron empujados en nombre de la patria, desertaron. Hasta hubo un complot de altos oficiales para eliminar a Hitler y poner fin a la contienda, a la matanza de inocentes.

Se deja seducir el periodista de El País por la mezcla de realidad y tontería. Es cierta la afirmación de Goñi de que en tierra argentina se desarrolló la “verdadera Odessa”. Günther, una suerte de salame picado grueso viajando al lado de jerarcas nazis es increíble hasta en la ficción más delirante.

“Lo de que Mengele practique abortos a menores embarazadas por Perón también es para la polémica” asoma un atisbo de duda en Antón, rápidamente volatilizado por el verbo de Kerr : “Es casi seguro que hacía abortos ilegales, es una de las razones de que lo echaran del país. Y Perón fue excomulgado sin que se explicara el motivo. Es un hecho que le gustaban las jovencitas a Perón”. Tuvo una amante oficial de 14 años a la que llamaba Piraña. “Y más de una, sin duda”, agrega el novelista.

Se sabe que asesinos de la SS lograron radicarse en el país. Los hechos lo demostraron, las investigaciones de Simón Wiessenthal, los trabajos de Goñi. El secuestro de Adolph Eichmann por parte del Mossad. Las pistas que se diluían de conocidos matarifes SS. Pero también es verdad que llegaron hombres no comprometidos con ese nazismo exterminador. Por ejemplo, los tripulantes del acorazado de bolsillo Graff Spee, hundido en la puerta del Río de la Plata por su capitán Hans Lansgdorff.

Muchos se radicaron en Córdoba, en San Juan, en Mendoza y llevaron honorables vidas sin esconderse ni desconfiar de nadie. Se casaron con mujeres argentinas varios de ellos. Baste sino recordar a Gustavo Neumann, profesor de educación física y de gimnasia en grandes aparatos de muchas generaciones de mendocinos. Cuando sucedió su muerte, lamentada por tantos de sus ex alumnos hasta fue despedido por uno de ellos en una sentida nota en un diario, uno de sus discípulos, judío para más señas.

Llegaron nazis dicen y en submarinos. Hombres poderosos del gobierno de Hitler, complicados de una manera u otra en la “solución final”. Vinieron también en barcos, como en el “SS Giovanni”, en el que arribaron el 14 de julio de 1950 el criminal Adolf Eichmann y el Sturmführer Herbert Kuhlmann, comandante de la 12ª División Panzer de las SS y un tercero del que se desconoce la identidad. Y ahí el mistificador de Kerr ubica, en el plano de la ficción, a ese tercer hombre, como el detective Günther, bolazo total.

No sabe este improvisado escritor de novelas pseudohistóricas, como se dijo, que la Argentina cobijó a otros alemanes. También a yugoslavos liberados de campos de prisioneros de Inglaterra (descendientes de esos hombres y mujeres viven en mi barrio de Parque Central, Mendoza). Niños italianos, africanos, que albergaron los salesianos en los Colegios Don Bosco en los años 50.

También vinieron al país hombres de la Wermacht, simples soldados. Y más, especialistas en aviación que desarrollaron uno de los primeros aviones a reacción del mundo, el Pulqui, ingenieros y técnicos que ayudaron a una nación como la Argentina, deseosa de ingresar en el desarrollo, a crear la siderurgia pesada, fábricas de automóviles y hasta se llegó a una frustrada experiencia en energía nuclear, a cargo del profesor Ronald Richter.

Tomás Eloy Martínez, importante novelista argentino, autor de “La pasión según Trelew” “Santa Evita” “La novela de Perón” entre otras inolvidables obras, escribió: “...Aunque se sabe ahora que el punto de partida teórico de Richter era correcto, el rumbo de sus investigaciones estaba equivocado y nunca consiguió resultado alguno. Perón cometió la torpeza de anunciar el falso hallazgo de manera estrepitosa, asegurando que desde aquel momento la Argentina vendería energía nuclear para uso doméstico en botellas de un litro y de medio litro. Por supuesto, hizo lo que en la Argentina se llamó un papelón histórico...

Se ha documentado que existió un joven oficial de las fuerzas alemanas, nacido en la Argentina que, efectivamente, comerciaba con visas que facilitaban esos ingresos. Las vendía al mejor postor, fueran criminales o no. Sin dudas tenía poderosos contactos con el gobierno de Buenos Aires. Muchos fueron los mecanismos que facilitaron el ingreso de ex oficiales alemanes. Hasta se afirma que un sector de la iglesia católica intervino algunas veces en esos trámites de sacar militares de una tierra ya vencida.

Y el rol de esa venerable institución, nunca del todo esclarecido, su responsabilidad en ese flujo de germanos hacia el país del sur, quedó en un segundo plano ante el advenimiento de una pieza de un dramaturgo alemán.

Rolf Hochhutt escribió en los años 60 la obra “El Vicario” en la que se presentaba a monseñor Eugenio Paccelli, más conocido como Pío XII, supremo pontífice de la Iglesia Católica, inmerso en una pasividad incomprensible ante la matanza de judíos que se perpetraba a diario en los campos de exterminio. Y también, en algunos duros pasajes, como sostenedor de una posición diplomática proclive a no intervenir a favor de las víctimas del holocausto.

La pieza se estrenó en Berlín el 20 de febrero de 1963 bajo la dirección de Erwin Piscator. Su debut en inglés se produjo en el en el teatro Aldwych en 1963 representada por la Royal Shakespeare Company en una traducción de Robert David MacDonald, dirigida por Clifford Williams. Actuaron Alan Webb/Eric Porter como Pío XII, Alec McCowen como el Padre Fontana e Ian Richardson. Posteriormente fue repuesta en el teatro Citizens de Glaswog en 1986 y en el teatro Finborough de Londres en 2006. Una versión abreviada que fue dada en Broadway el 26 de febrero de 1964 en el teatro Brooks Atkinson con Emily Williams, Pío XII, y Jeremy Brett como el Padre Fontana llegó a las 316 representaciones.

En 2002 fue realizada por el cine estadounidense la versión fílmica de El vicario dirigida por Costa Gavras.

La obra del escritor alemán generó libros como A Question of Judgment (1963) del Dr. Joseph Lichten, escritos como respuesta a El vicario, en el que se defiende la conducta de Pío XII durante la guerra. Lichten afirma que cualquier crítica a las acciones del Papa durante la conflagración es una "sorprendente paradoja" y que "nadie que conozca el historial de las acciones de Pío XII a favor de los judíos puede suscribir las acusaciones de Hochhuth".

Otra campana
Inscribe sobre el mismo tema Ignacio García de Leániz Caprile en su trabajo “La leyenda negra de Pío XII y el KGB”, publicado en “El Mundo” de España el 27 de diciembre de 2008: “Así, en el mismo otoño de 1963, una luminaria como Karl Jaspers enviaba escandalizado a Nueva York un ejemplar de El Vicario para su discípula Hanna Arendt. Y la respuesta de la gran pensadora no se hizo esperar: en 1964 publicó en el New York Herald Tribune un ensayo demoledor contra Pío XII, (The Deputy: Guilt by Silence) basado en las tesis vertidas en la obra de Hochhuth y destacando la historicidad de las fuentes aducidas por el autor”.

“La figura de Pío XII quedaba así herida de muerte para toda una generación a manos de un dramaturgo alemán y una pensadora de la talla intelectual y moral de Hannah Arendt. Para cerrar el círculo faltaba únicamente el cine: en 2002, Costa-Gavras adaptaba para la pantalla El Vicario, dando lugar a su película Amén. Y así fue como una tríada formada por el teatro historiográfico, el ensayo y el cine lograba desmontar y dar la vuelta a la imagen prosemita de Pío XII que imperaba tras la guerra, especialmente en el mundo judío, como atestiguaba el entonces Gran Rabino de Roma, Israel Zoller, íntimo amigo de Eugenio Pacelli”,

“Así estaban las cosas” – agrega García de Leániz – “hasta que hace apenas un año veía la luz un extenso artículo en la prestigiosa National Review firmado por el antiguo general de los Servicios Secretos Rumanos (DIE), Ion M. Pacepa: Moscow’s Assault on the Vatican (25-01-07). En él, cuenta Pacepa con todo lujo de detalles cómo fue protagonista de una operación cuidadosamente diseñada por el Kremlin para caracterizar a Pío XII como un simpatizante nazi calculador y metódico. Los hechos, según la confesión de parte del general Pacepa, son, expuestos en su radical crudeza, los siguientes”

“En febrero de 1960 Khrushchev aprueba un plan secreto para demoler la autoridad moral de la Santa Sede en Europa Occidental, diseñado por el entonces director del KGB Aleksandr Shelepin y Aleksey Kirichenko, responsable del Politburó de política internacional. A diferencia de la estrategia previa utilizada en la Europa del Este para combatir a la Iglesia, Moscú adoptará ahora la táctica de desacreditar al Vaticano en su propio territorio y jerarquía asociándolo al nazismo. Y no por azar se elige al recientemente fallecido Pío XII como objetivo principal de la operación, ya que los muertos no podían defenderse. Y es que el KGB había sufrido un sonoro fiasco en 1948 en su operación de derribo del legendario Cardenal Mindszenty, primado de Hungría, quien devolvió el golpe relatando en 1956 a la prensa libre occidental los pormenores de su proceso judicial y manipulación de pruebas: algunos vivos sabían defenderse con la convicción de la verdad y los hechos pertinentes”

“Para poder desacreditar la imagen de Pío XII se decide, en cambio, que el trabajo sucio lo ejecutaran en este caso manos occidentales y que usaran documentos y evidencias provenientes del Vaticano mismo, evitando otros errores cometidos igualmente en el affaire Mindszenty. Pero, ¿cómo lograr documentos vaticanos más o menos relacionados con Pío XII para que los expertos del KGB en dezinformatsiya pudieran manipularlos a conveniencia? Es aquí donde interviene la DIE rumana, que se encontraba en una privilegiada posición para contactar con el Vaticano y conseguir su permiso para acceder a los archivos, a raíz de una operación de canje del obispo de Timisoara, Augustin Pacha, por dos oficiales de la DIE. Además, Rumania alegaría que le convenía trabajar en los archivos vaticanos para documentar el soporte histórico que necesitaban las autoridades para justificar una apertura hacia Roma”

“Comenzaba así la denominada operación Asiento-12, con el general Pacepa de protagonista y la supervisión detallada del entonces responsable del Servicio de Inteligencia Exterior ruso, general Sakharosky. Tras entablar conversaciones y llegar a un acuerdo con Roma por medio de Agostino Casaroli, cerebro de la Ostpolitik, la DIE logra introducir en el Vaticano a tres agentes que tienen acceso tanto a los Archivos Vaticanos como a la Biblioteca Apostólica. Así, de 1960 a 1962, la DIE hace llegar al KGB cientos de documentos microfilmados. Aunque Pacepa precisa que en esa cantidad jamás encontraron material alguno que incriminara a Pío XII – ya que en su gran mayoría eran copias de cartas personales, transcripciones de entrevistas y discursos propios del lenguaje diplomático – sin embargo, extrañamente, el KGB no cesaba de pedir más y más. Ante tan exiguos resultados, los integrantes de la operación Asiento-12 volvieron a Bucarest con una sensación generalizada de fracaso”

“Y sin embargo, la sorpresa les llegó un año después, en 1963, cuando el general Iván Agayants –legendario director del departamento de desinformación del KGB – aterriza en la capital rumana para agradecerles los servicios prestados: les informa de que Asiento-12 ha sido un éxito que se ha materializado en la producción de El Vicario, de nuestro ya conocido Hochhuth”

“El voluminoso apéndice de «acotaciones históricas» que se componía de 50 páginas documentales había sido suministrado – según el general soviético – por su citado departamento de dezinformatsiya, con los ajustes oportunos. Es cierto, además, que el productor de la obra teatral era Edwin Piscator, un comunista histórico que mantenía una fluida relación con Moscú y que había vuelto a Berlín justo en 1962 tras un largo exilio en Nueva York”

“Las interrogantes que surgen abruman a cualquier lector que busque la verdad con honradez intelectual: ¿Está basada la fuerza dramática de El Vicario -y por ende del Amén de Costa-Gavras – en un soporte historiográfico de dudoso origen y más que dudosa verosimilitud? Si así fuera, este mentir la verdad que Moscú pudo pergeñar con tanto éxito contra Pío XII, ¿no habría arrastrado la buena fe intelectual y moral de Hanna Arendt contaminando su célebre y beligerante ensayo?”

“Nuestra admirada pensadora terminaba su reflexión citada con estas palabras: Sólo la verdad nos hará libres. Toda la verdad, que siempre es terrible. Ciertamente puede ser terrible esa verdad en el caso de Eugenio Pacelli, bien que en otro sentido. Busquémosla, pues, donde quiera que esté” concluye Ignacio García de Leániz Caprile.

La discusión, los documentos, informes, siguen apareciendo en torno a “El Vicario” Las dudas persisten. Y vale la analogía entre “Una llama misteriosa” y “El Vicario”, pero nada más que en un único aspecto: el hecho de instalar en un rol protagónico a una figura histórica, en el caso del desprolijo y mentiroso Kerr, a más de una.

Si la obra del dramaturgo alemán, como expone el profesor de Factor Humano en la empresa Mundiniteractivos S.A. editora del diario madrileño El Mundo, el lúcido y versado García de Leániz Caprile, le fue dictada a Hochhutt por el KGB. Si por lo contrario y en esa línea Pio XII fue un adalid en el salvataje de judíos. O, ni lo uno ni lo otro. Ni chicha ni limonada. Como se quiera observar al planteo del papel histórico del papa Paccelli, sigue dando tela por cortar.

Grandes pensadores como Karl Jaspers y Hanna Arendt se ocuparon de la verídica o no semblanza de Pío XII

En cambio la obra de Kerr apenas si merece estas tristes líneas de un escritor mediterráneo de la Argentina. Y el sarcasmo elegante de un periodista como Robledo. Además le llegará el asco y el desprecio de un pueblo que aun con sus partidismos bien definidos, no tolera la irrespetuosidad, las falacias enmascaradas tras la noble literatura.

atienza06@gmail.com

La Quinta Pata, 15 – 04 – 09

La Quinta Pata

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