jueves, 28 de mayo de 2009

Laura Restrepo: “¿se puede ser un héroe y abandonar al hijo?”

Laura Restrepo, autora de 'Demasiados héroes'

Patricia Kolesnicov

Laura Restrepo, autora de Demasiados héroes, militante clandestina en la dictadura, en su nuevo libro retrata un momento político con datos autobiográficos.

Hasta qué punto se puede ser un héroe y abandonar al hijo, qué clase de héroe es ese. Ese es el cuestionamiento de la generación que nos siguió", dice Laura Restrepo, hoy escritora de renombre y de giras y de hoteles lindos, hace treinta años, una militante clandestina en medio de la dictadura argentina.

En ese cruce, el reclamo de un hijo por un padre ausente y el trabajo militante en nuestro país, se construye Demasiados héroes, el libro que Restrepo está presentando en estos días en Buenos Aires.

Aunque ella recite los versos de "esto es ficción, es ficción, es ficción", está clarísimo que la novela cuenta mucho -mucho- de lo que fueron su militancia en el PST y su pareja con Rubén Saboulard, padre de su hijo y hoy dirigente de Asambleas del Pueblo.

Reuniones políticas entre padrenuestro y padrenuestro en una iglesia, periódicos de izquierda embutidos en paquetes de cigarrillos, hasta una cita interrumpida por una razzia policial hacen la etapa porteña de esta novela. Y errores que pueden ser fatales, como cuando una de las protagonistas -Lorenza/Laura- tiene que entregar documentación en secreto y la oculta en dos cajas de ravioles. La cita era un domingo, pero se pospone y ella llega al día siguiente con sus orgullosas cajas: un semáforo en una ciudad donde las fábricas de pastas cierran los lunes.

Desde el presente, la novela toma la voz del hijo, que ha venido a Buenos Aires a encontrar a ese padre que se lo llevó "de prepo" de Colombia a los dos años, que su madre rescató y al que no ha vuelto a ver.

- ¿Por qué una colombiana militando acá? ¿No era muy llamativo?
- Había cosas que podía hacer una extranjera que no podía hacer alguien que no lo fuera. Por ejemplo, yo entraba y sacaba cosas por los aeropuertos. Me mandaban con pasaportes, con dinero, con los microfilms donde estaba la información sobre los desaparecidos, las denuncias. En Europa se retomaba eso y se hacían las campañas por los desaparecidos. Yo tenía una cierta facilidad para moverme.

- ¿Cuándo decidió contarlo?
Leer todo el artículo
- Uno de los rasgos que se vivían con intensidad durante la dictadura era la imposición del silencio; imposición que te hacía la tiranía, e imposición que te hacías a ti mismo. Ese fue el único período de mi vida donde no tenía ni una libreta de teléfonos. Era una precaución de seguridad elemental. Porque no partíamos de una resistencia heroica ante la tortura sino de que cualquiera, si lo apretaban demasiado, podía cantar.
"Cantar", dice Restrepo. Con esa tonadita colombiana -le decían "la mulatona"- usa el castellano de los argentinos con soltura. En el libro, los personajes lo hacen así, en un "argentino" muy marcado, que debe ser el que se escucha con oídos foráneos.

- Entonces, ¿cuándo se decidió a contar la historia?
- Desde el principio hubo la necesidad de ponerle palabras a una época de silencios; y luego cuando mi hijo crece -esto es real- y registra lo que ha sido crecer sin su padre, empieza a cuestionar de manera brutal cuál fue esa actividad política, a la que le achaca la culpa esa infancia.

- ¿Y le cuestionaba el hombre que había elegido?
- Sí, hay una parte de la novela, que es tomada de la vida real, en la que el hijo le pregunta: "Y cuando tú lo escogiste, y cuando te enamoraste de él, ¿se te ocurrió pensar si sería un buen padre?" ¡Es una pregunta terrible! Y ella le contesta: "Ni siquiera se me ocurrió pensar si sería un buen hombre". En ese reconocimiento por señas que había entre los militantes, que bastaba con estar juntos en contra de un enemigo, no había demasiado cuestionamiento de quién era el otro. El otro valía y tú te enamorabas porque estaba del mismo lado y eso era un nexo suficientemente fuerte.

- El hijo que cuestiona es central en la arquitectura de esta novela.
- Me parecía bonita la figura del hijo como personaje, porque el hijo no tiene recuerdos propios, tiene que elaborar una imagen de su padre a partir de los reflejos de su madre, lo cual les genera esa permanente confrontación. Yo creo que para Mateo (el hijo en la ficción) es doloroso no poder elaborar una figura paterna a partir de sus propios recuerdos, y él siente que la madre le está diciendo las cosas a medias.

- ¿Su hijo le hizo estos planteos?
- ¡Claro! Las cartas que figuran como de Mateo son cartas que mi hijo le escribió a su padre, que le fui guardando, que nunca le mandó.

- ¿También quería contar la historia de una lucha?
- Sí. La lucha armada es más vistosa, más aparatosa. Esto era un trabajo invisible, modesto. Una lucha menos cinematográfica, que, quizás por eso, había pasado desapercibida. Mi partido era una gota en el mar, pero las Madres, la gente de los sindicatos, los abogados que estaban peleando. Esa gente, finalmente, tumbó la dictadura.

Revista Ñ, 28 – 05 – 09

La Quinta Pata

No hay comentarios :

Publicar un comentario