Alberto Atienza
“Luillito e bono. La culpa la tienen lo indiyena du capolonio” Luillito, así en fonética, quince años de edad, allá por los cincuenta, se había mandado un macanazo grande, más que una travesura y su padre, un inmigrante italiano que no le agarraba la mano al español, le echaba la culpa al entorno. Capopolonio, un café en el que se reunían los adolescentes, en la primera cuadra de calle Rivadavia.
Una lectura similar ofrece la derrota de Jaque en Mendoza. Las “juntas” lo dejaron zapateando en el aire. Por lo menos así lo analiza el hombre común, el que llena micros y toma un cafecito apurado en el centro en medio de sus obligaciones. Las “juntas”, sus indefiniciones acerca de temas básicos y las metidas de pata estruendosas, como el famoso “mapa del delito” y su promesa de llevar la inseguridad a su mínima expresión.
Todo reunido. Un paquete, Un lastre que arrastró al proyecto político del gobernador a las profundidades del voto castigo.
Nunca Jaque aclaró públicamente su rol en la enajenación de miles de hectáreas a malayos en sur de la provincia, cuando él era intendente de Malargüe. Tampoco sentó una posición firme ante la minería contaminante, liderada por el gobernador Gioja de San Juan, alguien a quien Jaque parece admirar.
El mapa del delito, una suerte de payasada infantil, es un poco la corona mayor del velorio que para el oficialismo mendocino son las últimas elecciones.
Y las “juntas”. ¡Dios nos libre!, exclaman algunas señoras en los barrios al pasar lista a la corte de Celso. Cazaban, el ideólogo de la purga policial durante el gobierno de Lafalla. No supo, en ese momento, salirle al cruce a una inseguridad creciente. Se las agarró con la policía, desmantelándola. Aun no se repone esa fuerza pública del golpe que ese ministro, abanderado de la reforma policial le asestó. La delincuencia creció exponencialmente. Así estamos.
Leer todo el artículoLa inseguridad es uno de los temas más sensibles de la población. Es lógico. Tiene que ver con la continuidad de la vida ya que se ha instalado un hampa asesina y drogada que destruye hogares a un promedio de dos por semana. Con la pérdida de pertenencias, duramente logradas a través del trabajo honrado y no por medio de prebendas políticas. La gente es desposeída de modo violento y permanente de sus pocos o muchos bienes. Muchas veces les va la vida en ello. ¿Con que palabras se puede paliar tanto dolor, tanta bronca como la que emerge de ese descontrol de los malvivientes? Queda sólo el voto. El pueblo ejerció su respuesta a tanto desgobierno.
No se entiende en la calle, como a un “quemado” como Cazaban Jaque lo inviste de poder en un cargo clave de gobierno. Cada vez que abría lo boca metía la 43. Pruebas al canto: su ataque extemporáneo contra Pedro Sin, fiscal de Estado, por la falta de tratamiento a una denuncia de entrega de pesos cuando Sanz era intendente de San Rafael a una fábrica que se volatilizó. Las declaraciones altisonantes ante la prensa del funcionario en cuestión, cual justiciero inclaudicable. El resultado luego de las elecciones: Sanz ganador a chicote alzado. Sin no lo dijo ya que nunca investigó el caso y encima el expediente se extravió, acaso sea cierto que eso fue una desprolijidad, por llamarla de algún modo. Más de un millón de pesos del erario público que desapareció. Tal vez ese acto lo tenga por responsable a Sanz. Cazaban creyó que con su acción anulaba al candidato opositor. Resultó a la inversa. La gente no le creyó. O le importó mas votarle en contra.
Tuvo a su lado Jaque a Juan Marchena, un peronista intachable, que dejó un recuerdo importante de probidad y energía en su paso por gobiernos anteriores. Lo dejó de lado. Invistió de más mando a Cazaban. Marchena volvió al llano.
Su vicegobernador, un bon vivant que se la pasaba alquilando plantas para decorar el senado, regalando chocolates con frases ocurrentes, premiando a muñecos: la distinción oficial que le entregó a un títere de un programa radial.
El ministro de salud que cargó contra médicos especialistas de probada solvencia y honorabilidad cuando la peste porcina se insinuó en Mendoza. Uno de ellos, por el disgusto que le causó esa injusticia, murió por un infarto.
Ese ministro, al que nadie votó, que no resuelve los reiterados colapsos de las guardias del hospital materno infantil Notti. Y por medio de un periodismo obediente le indica a las madres que lleven sus hijos a las unidades de salud barriales, para no sobrecargar al Notti. Esos dispensarios, carentes de especialidades que los niños requieren, con médicos que cumplen horarios administrativos. Muchos de esos polos no disponen de una ambulancia, necesaria para los traslados de urgencia ¿Adónde van a ir las madres con sus pequeños retoños enfermos? Al Notti, no les queda otra. Nunca el ministro de Salud encontró la fórmula para hacer funcionar óptimamente a los centros de salud. Tampoco la clave para aumentar el número de pediatras de hospital principal.
La nómina de desaciertos es por demás extensa. Los especialistas en política pueden, sin dudas, acrecentar la lista y fundamentar aun más el revés sufrido por el oficialismo. Se mencionan en esta nota algunos de los temas más golpeadores, los que el vecino común no puede obviar.
La mala praxis política convierte a los ciudadanos en víctimas. Si alguien no lo cree, lleve a un niñito al Notti en un fin de semana. Dése una vuelta por Garibaldi y Montecaseros, y adyacencias, donde opera una gran banda de pungas. Instale un negocio, levante las persianas, espere a los clientes, tal vez antes lleguen los asaltantes. Saque unos pesos de un banco y a las dos cuadras los motochorros se los quitarán. Deje que su mamá, señora grande, viva sola y será robada y asesinada. Mande a su hija joven sin compañía a tomar el micro y será arrastrada a un baldío y violada. Salga a la calle, por hacer la prueba no más, dispuesto a comprar drogas prohibidas y –sorprendentemente—las conseguirá antes de lo que imagina.
Si Jaque, Cazaban y Cia. creen que la gente es tonta, los resultados de estas elecciones les demuestran lo contrario. El equipo de gobierno nunca estuvo preparado en general, sin olvidar a la Secretaría de Cultura, no por incruenta menos aburrida y estéril, para regir los destinos de la provincia. No aprendieron durante el tiempo de gestión que les tocó.
Ya no les queda tiempo.
La Quinta Pata, 29 – 06 – 09
La Quinta Pata
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