jueves, 13 de agosto de 2009

Acto de limpieza

Roberto Ibáñez
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Queridos compañeros y otros estimados:
Hoy, cuando multitudes peregrinan al santuario de San Cayetano mientras personajes cada vez más carentes de ninguna credibilidad se permiten nombrar al hambre de los pobres, haré una pausa en mis envíos convocadores a disfrutar de nuestro entrañable espectáculo 'El General de los Recuerdos' en el Teatro La Ranchería los Sábados a las 21 horas, para lanzar una botella al mar de las conciencias. Alarmado, asustado, urgido por el avance todavía contenible, de los integrantes de la 'mesa de enlace' y sus ecorrespiradores, súbditos de la avaricia más deleznable, ciega y peligrosa para el futuro de nuestra Patria de todos. Es hora de pruebas, de acciones generosas, de actitudes inolvidables. Convoco, en nombre del único dios en el que creo, los niños del paco, los del abandono más cruel, inspirado en esos héroes contemporáneos cuyo nombre nosotros, apenas artistas teatrales, hemos tomado para nominar a nuestra cooperativa, 'Los Cartoneros', seres que, así como las eternas Madres de la Plaza, en vez de acometer y destripar a quienes arrojaron a sus hijos y a sus sueños al mar insaciable de los grandes egoísmos, se pusieron a caminar hacia la justicia, el pan y el trabajo. Compañeros, que la 'mesa de enlace' y sus mutantes no llegue a convertirse en lo que ellos añoran, el escenario del desenlace más trágico y vergonzoso de tantos años de luchas y esfuerzos. Ayer nomás concurrí invitado por una compañera a una reunión de gente vinculada a la cultura para intercambiar sensaciones e ideas para tratar de reverdecer después de la tormenta mediática de las últimas elecciones. Debo ser sincero como lo fui frente a aquel grupo algo heterogéneo de seres preocupados y deseosos como yo, de brindar calor popular a este gobierno democrático, de acompañar y sostener su desarrollo. Les advertí que mi única intención era cooperar en miras de mejorar el perfil de la 'cultura' y poner mi esfuerzo artístico al servicio de la unión de todos los que lo deseen enriquecer las miradas hacia una Argentina más justa, más libre y más soberana. Les aclaré que yo no era peronista porque entre otras cosas no llegaba a comprender qué significaba en estos dramáticos momentos que nos vienen acechando desde millones de pantallas. También dije que compartía muchas de las esencias del primer peronismo y que estaba allí buscando sumar mi granito de arena. Mi franqueza provocó desde adhesiones hasta irritabilidad. Lo lamenté toda la noche sin poder conciliar el sueño, porque si nosotros, que se supone coincidimos en lo esencial, no podemos abrirnos como buenos hermanos y abrazar juntos los mejores ideales del viejo peronismo, que por otra parte son similares a los de muchas otras fuerzas políticas, estaremos en el horno. Este gobierno, con todos las fallas que podamos escarbarle, ya entró en la historia de los mejores gobiernos de los que ha gozado nuestro castigado pueblo en varias décadas, demasiadas. En una época yo creía que entendía algo de política, hoy reconozco que soy apenas un simple aprendiz de poeta que solo puede, y debe, escuchar a su sensibilidad y expresarse en consecuencia. Para mí ya es una cuestión de 'religare', quiero decir religiosa, una cuestión de fe, que es casi lo único que me queda y espero no verla diluirse en la inmensa charca de los egos. Entonces, decía, dejé caer una propuesta para la acción que aquí he de reiterar y que anoche se diluyó en el festejo de un cumpleaños que espero podamos seguir festejando muchos años más ¿Porqué diré lo que diré?
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Porque a mí me emocionó profundamente escuchar el discurso de Cristina ante el Congreso en la apertura de su gestión, como sigue emocionándome ahora verla debatirse, rodeada de todo un poco y me dan ganas de arrimarle una pizca de lo invisible, del aliento popular. Me enorgullece nuestro actual Secretario de Cultura de la Nación, aunque todavía no haya logrado una entrevista con él, como tampoco he obtenido respuesta de otros funcionarios de nivel ministerial a quienes he acercado mi proyecto mayor, una obra teatral en homenaje a nuestros heroicos combatientes caídos en la guerra por la recuperación de Malvinas. Y empecé a sentir que algo extraño impide a los más cercanos al poder, tomar contacto con honestos aunque tal vez ignotos trabajadores de la cultura, y que no debemos aceptar que Suar o Tinelli marquen la agenda cultural de nuestras autoridades. Tal vez en esas alturas falta el oxígeno de las mayorías y ciertos circuitos del cerebro pueden mostrar dificultades. Ahí están entonces las organizaciones populares, los compañeros de ruta, y tantos argentinos dispuestos a jugar el modesto rol de tanquecito de oxígeno para que las intenciones lleguen a fraguar en hechos concretos. No obstante, sigo obstinadamente, creyendo en nuestra presidenta Cristina Fernández y en este proyecto de país con desarrollo industrial, con independencia económica y soberanía política y territorial. Del otro lado están los otros, ya los conocemos, pero también entre ellos habrá algunos que todavía puedan reconvertir su desmedida avaricia en buenos negocios que no se lleven puesto el bienestar del resto de la Patria, entendiendo como Patria, nada más y nada menos que a nuestra gente, especialmente a los que ya se ahogan como los chicos del Belgrano. No aspiro ni a candidaturas, ni a cargos ni a dádivas, ni siquiera un lugar para la foto. Sólo ansío poder continuar con nuestro trabajo creativo, que ahí está expuesto y que constituye un legítimo orgullo. Pero vamos a lo escencial. La propuesta, aquella que ofrecí y que considero movilizadora, multiplicadora, artística, y que puede reconvertirnos y reencontrarnos. En paz como las Madres, perseverantes como los Cartoneros, organizados por todos los organizadores de las cientos de organizaciones, todas juntas, unidas, marchemos encolumnados y en silencio compañeros, sin otro discurso que nuestra actitud reconcentrada y sincera, tal vez solo acompañados por nuestros músicos, filmados por nuestros cineastas, admirados por los espíritus limpios. Marchemos sin pancartas, sólo munidos de una toallita, y volvamos a lavarnos las patas en las fuentes de Plaza de Mayo. Esa inmensa ceremonia puede reproducirse durante días y días expresando nuestro hambre de justicia y equidad, dándole calor y valor a Cristina y al gobierno nacional para enfrentar lo que falta todavía, y a la afrenta mediática que con sus huestes acechan a nuestro futuro. Si no comprendemos que nos estamos jugando la historia, compañeros, tal vez todavía no somos merecedores de ella. Volvamos a las fuentes, juguemos limpio, seamos actores de un acontecimiento que conmoverá al mundo ¡Y sin barbijo, carajo!

*Actor, director y dramaturgo.

La Quinta Pata

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