Ulises Naranjo
Alberto Muñoz actor y director de teatro. Es también egresado de Teatro, de la Facultad de Artes de la UNCuyo; estudia la tecnicatura en Psicología Social y cursa una maestría en Arte Latinoamericano. Es también militante social y defensor de los Derechos Humanos y esta ocupación es una presencia excluyente en sus obras y en su carrera académica.
Con tan solo 29 años, ya lleva varios como director del elenco “La Búsqueda”, que suele presentar obras vinculadas a la temática de la dictadura y sus vergüenzas y secuelas. En esas obras, Alberto descarga todo lo que tiene a mano en cuanto a actuación, dirección, puesta, vestuario y otras yerbas.
Ahora, acaba de publicar un libro con las tres obras suyas que ha estrenado en Mendoza. Se llama “El teatro en la denuncia”, subtitulado “Obras para no ser leídas”, de la editorial "El escriba", de Buenos Aires. Los trabajos que incluye son “El Globo de Juan, Rosita y los otros”, “Lágrimas de sal en la historia de un secuestro” y “El aura de Lorenzo”.
Como buen joven que es, no ahorrará críticas directas a su propia corporación: los teatreros de Mendoza, sumadas a otras dirigidas al Gobierno de Mendoza. Vamos a él.
- ¿Por qué te convertiste tan pronto en director de teatro? - Porque me gusta. Yo había empezado actuando en pequeños papeles en obras y fui creciendo en esto desde el 2004. Después el elenco “La Búsqueda” me convocó como dramaturgo y ellos me invitaron a dirigir mi propia dramaturgia. Mi primera obra fue “El globo de Juan, Rosita y los otros”. Luego, abriendo el ciclo Teatro por la Memoria en Mendoza, hicimos “Potestad”, de Eduardo Pavlovsky, una obra que antes había hecho mi tío Maximino Moyano. Gracias a este trabajo me convocan en San Luis para dirigir otra obra de Pavlovsky, “El señor Galíndez” y fuimos premiados en el Festival Provincial de San Luis… Mientras tanto, en Mendoza y también en San Luis, hicimos “Lágrimas de sal, la historia de un secuestro”, con el elenco “La Búsqueda”, en la que aludíamos a los secuestros express, que hace unos años estuvieron de moda, pero con la novedad de que pongo el ojo en la vida del cuidador más que en la del secuestrado...
- Bueno, es un lugar común de la literatura e incluso Tato Pavlovsky en “El Señor Galíndez” también toma ese enfoque…- Sí está bien, seguro, pero no me centro en la tortura, sino en la decrepitud del verdugo, en cómo va cayendo, mientras pasa su vida custodiando una caja que no sabe qué contiene, aunque al final comprobaremos que, efectivamente se trata de una persona. Y sirve para que nos preguntemos quién es el verdadero verdugo de lo que vivimos, si las cárceles efectivamente están llenas de ladrones de gallinas.
- ¿Y después? Leer todo el artículo- Después hicimos “El aura de Lorenzo”, junto a Romina Montes de Oca, quien trabaja habitualmente conmigo. Esa obra la escribí, la dirijo y la actúo con Romina.
- He visto todas las obras que has citado y me llama la atención lo “pesadas” que son a nivel significación, una mirada sobre lo más atormentado de la dictadura. ¿Por qué te enfocás tanto en este tema, que ni siquiera viviste? - La dictadura no es el único tema sobre el que escribo, pero es importante. Creo que la dictadura es una herida abierta. Un tema que todavía vive en el corazón de los argentinos. Y yo noto que hay lecturas terribles de aquellos años que buscan legitimarse, por eso hay que debatir el tema y tener memoria. ¿Cómo podríamos cerrar el tema de la dictadura si todavía hay cuerpos que no aparecen? Igualmente, ahora trato de balancear más las temáticas de mis obras.
- Sos muy joven para un empeño tan importante, ¿tenés familiares desaparecidos? - Mi familia fue perseguida en aquellos años. No desapareció, pero fue cesanteada en la Universidad Nacional de Cuyo. Y tengo muchos amigos con padres y madres desaparecidos y soy docente de la Escuela Popular de Teatro, que dirige Mariú Carrera, con quien me siento identificado en sus búsquedas. Ella perdió a su familia… La dictadura es un tremendo tema no resuelto.
- ¿Y el teatro para qué sirve en este sentido? - El teatro es la disciplina más completa para abordar estas cuestiones, porque incluso involucra el propio cuerpo. Y el cuerpo como canal de expresión de las ideas y como práctica social. Aparte yo complemento esta actividad con la militancia social desde muy joven y creo que todos debiéramos participar socialmente desde el lugar en el que estemos. En mi caso, muchas veces he sentido que el teatro es la única posibilidad de expresión que tengo.
- ¿Cómo tomás el hecho de que el público mendocino no consuma teatro mendocino? - Podría haber miles de espectadores, no un puñado. Es una cuestión de políticas culturales ausentes. Encima, esta gestión de gobierno se dio el lujo de cerrar salas como la Politi y la Lucero, donde yo crecí teatralmente. Dijeron “esto no sirve más”, ¿con qué derecho? Esta gente une a la cultura con el turismo y encima cierra espacios. Pero te digo más y sin tapujos, porque ya lo he dicho públicamente, Marcelo Lacerna, quien fue subsecretario de Cultura y es actor mendocino y profesor de la UNCuyo, cerró salas de teatro independiente.
- ¿Y qué sentís cuando salís a escena ante cinco espectadores, algo lamentablemente habitual? - Yo amo el teatro. No me importa.
- Y a la vez faltan espacios…- Pero te digo algo: hoy, en Mendoza, hay elencos que, para que puedas actuar en sus salas, te someten a un examen, como queriendo evaluar la calidad artística de otros trabajos. Sin embargo, esas mismas salas se mantienen con los aportes del Instituto Nacional del Teatro, que es un organismo que administra fondos públicos.
- A lo mejor no está tan mal que evalúen, si la sala es de ellos y el aporte del INT es parcial…- Está bien, pero ¿desde qué lugar evaluás la calidad de tus colegas? Aparte, el aporte del INT no es tan “parcial”. Yo te diría que el 90% de las salas de Mendoza reciben dinero nacional para pagar sus alquileres y son mantenidas por el INT.
- ¿El 90% mantenidas? - Sí, mantenidas. Por ahí la plata llega tarde, pero siempre llega. Esto no se dice, pero, cuando llega un elenco ajeno a esa sala, se los evalúa como si se tratara de una cátedra de la universidad. Aparte, ¿quién garantiza que esa evaluación artística va a llevar más público a la sala?
- Igualmente tenés razón: hace ruido, cuando los teatreros siempre son de levantar las banderas de la solidaridad y el compañerismo…- Sí, y son los mismos grupos que aprobaron, en primera instancia, la privatización de las salas provinciales, porque no dijeron nada cuando se puso un arancel grande a las salas y después se cerraron.
- ¿Te interesa nombrar de qué grupos se trata? - No… Todos los que lean esta entrevista y conozcan del tema sabrán muy bien de quiénes estamos hablando. Son los que han podido mantener sus salas hasta el día de hoy, exceptuando la sala de Lita Tancredi, de quien me consta su trabajo constante y la sala CREAR, que tuvo que cerrar, justamente por la falta de apoyo, incluso de los mismos compañeros de la comunidad de teatro de Mendoza. Del resto, yo no pongo las manos en el fuego por ningún teatrero.
-¿Notás en el gobierno una política cultural que... - (interrumpe) ¡¿Una qué?!
- Una política cultural…- No... En Mendoza no hay ninguna política en nada… Y eso que la política es una lucha para conseguir poder. A ver, lo voy a decir mejor: este gobierno sí tiene políticas, pero son políticas de privatización, de no aumento de salarios, de hambre, de pagar deudas externas y no internas. Es una política impopular: este gobierno tiene como política de favorecer a los grandes empresarios. Esta es la política de este gobierno y con la faz cultural pasa lo mismo: prefiere beneficiar a artistas foráneos con subsidios impropios que apostar por lo local. A nosotros nos mandan a la hoguera.
MDZ Online, 24 – 08 – 09
La Quinta Pata
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