Varios referentes, como el padre Vicente Reale, lo recuerdan como a una persona que abrió otros caminos para ayudar a los pobres.
Hace un año, el padre Jorge Contreras, con 83 años, fallecía en una habitación del Hospital El Carmen, agobiado su frágil cuerpo por las enfermedades con las que venía luchando desde hacía años. El sacerdote se había destacado como pocos en la sociedad mendocina por su trabajo permanente y coherente a favor de los más humildes. Era un cura tercermundista que muy pronto en su vida descubrió que su trabajo pastoral no se podía resumir entre las cuatro paredes de un templo católico. Vivió con y para los pobres. Son ellos quienes más lo extrañan. Y sus viejos camaradas, como el padre Vicente Reale, un amigo de toda la vida, quien relata los pormenores de la existencia del padre Contreras y que todavía se enmaraña en los tiempos verbales como si no se hubiera ido de este mundo.
¿Cuál es la historia del padre Jorge Contreras? La historia viene de lejos, según lo que él contaba, desde la educación recibida de sus padres. Su padre era maestro y era una familia humilde pero con mucha sensibilidad social, muy abierta a la gente. En ese medio creció Jorge y después pudo ingresar a la universidad y, en un momento determinado de su vida, ya recibido de profesor de Historia en la Universidad de Cuyo, sintió que se podía abrir para él el camino del sacerdocio. Entró al seminario siendo un adulto y eso creo que influyó positivamente en su vida. Eso lo marcó mucho en cuanto a la experiencia que traía. Siempre lo veíamos como el mayor de todos nosotros. Después del Concilio Vaticano de 1965, los curas más jóvenes de Mendoza entendimos que si no se bajaba a jugar el partido en la cancha, no era posible cambiar las cosas. La idea era no sólo decir "hay injusticia, hay pobreza, hay que solucionar esto", sino que había que ponerse al lado de los pobres para cambiar su situación. Esta fue la línea señera de la Iglesia latinoamericana. Había que meterse, embarrarse, jugarse.
- ¿Cómo empezaron? En Mendoza hubo dos grupos en dos épocas distintas. El primero se armó en 1965, antes de que terminara el Concilio. Los 27 sacerdotes que pedíamos al obispo Buteler esta apertura que proponía el Concilio. Nos fue mal, nos echaron a casi todos. En la última audiencia que tuvimos con el obispo Buteler, en 1965, él nos dijo: "Yo no estoy de acuerdo con ustedes, me han faltado el respeto, no han respetado las jerarquías". Pero pronunció una frase lacónica y terrible que nunca olvidaré. Monseñor Buteler nos dijo: "Y yo los voy a ver a todos ustedes fuera de la Iglesia". Entonces no nos dio responsabilidades en parroquias ni en otros lugares y cada uno debió buscar lugar donde pudo. Nos dispersamos por la provincia y por el mundo e, incluso, algunos dejaron el sacerdocio y se casaron. Jorge se quedó en Mendoza, en la parroquia Cristo Rey. Allí pasó sus primeros años después del remezón. Cuando el Papa envió a monseñor Maresma como interventor, trató de dialogar más y ayudó a curar heridas. Buteler quedó como obispo titular pero sin poder. Maresma fue delegado apostólico con derecho a sucesión, y cuando falleció monseñor Buteler, fue nombrado Arzobispo de Mendoza. Años después nos volvimos a reunir algunos de los 27 y empezamos a ver desde nuestro papel de curas qué podíamos hacer. Ahí nace en Argentina, que ya venía inspirado de los obispos brasileños, lo que se llamó los Curas para el Tercer Mundo, en 1968. Éramos unos 20 o 25 con esta visión de que si el diagnóstico es que no se puede hablar de dignidad humana, en una sociedad absolutamente injusta, pues tendremos que trabajar mucho para que esa injusticia se vaya modificando. Pero con mucho resquemor de parte del Episcopado argentino y con una presión desde el Vaticano para descalificar a los curas tercermundistas, a quienes nos tildaban directamente de comunistas. Hay una frase muy interesante que dejó el obispo de Recife, en Brasil, Elder Cámara: "Cuando ayudo a los pobres, todos me aplauden, cuando empiezo a explicar por qué hay pobres, me dicen que soy comunista". Eso es lo que nos pasó a nosotros. Aun hoy a la Iglesia la aplauden por Cáritas, por la Pastoral Social, pero, ojo, no te metas a hablar de por qué los ricos se enriquecen más y los pobres se empobrecen más. Nos dicen que esos no son temas de la Iglesia. Mentira. Jesús, en su tiempo, no se juntó con Herodes ni con Pilates, no tenía casa, vivía con la gente mientras peregrinaba por Palestina.
- ¿El padre Jorge era el líder del grupo? Leer todo el artículoEn el Tercer Mundo no había escalafones ni jerarquías. Durante bastante tiempo opinamos y tuvimos bastante influencia en la sociedad, hasta que por razones internas y externas, en 1973, el grupo se disolvió. Por razones que respondían a distintas visiones sobre cuál era la mejor manera de encarar la problemática social. Había gente que se inclinaba por el peronismo y gente que era mucho más de izquierda. Eran dos corrientes internas que nos fracturaron. Y para cuando llegó la dictadura, la dispersión fue total, porque este grupo que conformábamos de Curas para el Tercer Mundo ya no confiaba en la estructura eclesial, en sus obispos. Sólo quedamos un grupo de amigos que seguimos trabajando, buscando lugares donde pudiéramos estar cerca de la gente y trabajar con esta apertura de la Iglesia hacia la gente. Nos fuimos a vivir con los pobres. Jorge Contreras se fue al barrio Santa Elvira, que aún hoy es muy pobre. Después él quiso intervenir de una forma más fuerte con los "eternamente pobres", los del desierto de Lavalle, pidió irse allí como párroco. Luego, transitoriamente fue nombrado rector del seminario, lo aceptó por obediencia, según me confesó. Pero prontamente se dio cuenta de que ese no era su lugar y entonces le pidió al obispo que lo desligara de esa responsabilidad y es entonces cuando comienza a intervenir en el barrio La Gloria. A la vez, actuaba como capellán de la Penitenciaría. Todo lo hacía con el sentido de querer compartir la suerte de los pobres, pero para ayudarles para que juntos salieran de esa pobreza.
- ¿Tenía filiación política?
No, ninguno de nosotros la tenía. Más aún, tuvo muchos ofrecimientos de partidos para candidatearse y él dijo que no era lo que correspondía. A nosotros nos corresponde ayudar a la gente a que tenga participación política, porque tienen que luchar por un mejor estándar de vida y por la justicia, pero no ser nosotros los que nos embanderemos en eso.
- ¿Qué logró el padre Contreras?
Logró conciencia social en Mendoza, logró que los pobres conocieran que había varios curas que se estaban jugando por ellos, logró hacer un centro de formación técnica en el barrio La Gloria para que los jóvenes tuvieran una salida laboral, logró conformar dos cooperativas para hacer casas. Y la imagen que ha dejado, un ejemplo de un hombre que desde aquellos comienzos pobres hasta el fin de sus días mantuvo la misma opción y no la negoció de ninguna manera. Eso es lo que todos extrañamos, añoramos de él y quisiéramos imitar de alguna manera. Además, era muy carismático.
Él tenía mucha llegada con la gente, vivía lo que vivía la gente. Si había una fiesta folclórica, él se bailaba una cueca. La gente lo sintió como suyo, no como uno que está fuera de ellos y le presta una mano. Alguien de su propia estirpe que está luchando codo a codo con ellos.
- Él tenía un don especial
Claro, él lo tenía. Pero ese don se acrisoló en él con esto de estar mano a mano con la gente pobre. Él se reconocía en la gente y la gente en él. A punto tal que su muerte sobreviene por dos razones. Siempre fue de una salud muy débil. Cuando vivía en el barrio Virgen del Valle, se rompió el dique del zanjón Frías, hubo una inundación terrible y él con otros sacerdotes refugiaron a la gente en la iglesia, sacándola del barro, y en ese momento contrajo una enfermedad pulmonar que le costó dos años de restablecimiento. Quedó muy delicado de los pulmones, los inviernos eran una cruz para él, se tenía que cuidar mucho. Además, unos diez años antes de fallecer le apareció un cáncer de próstata. Si bien fue operado, nunca terminó de curarse.
- ¿Cómo sobrellevaba la enfermedad?
Nunca manifestó nada, no se quejaba. Lo tomó como lo toma la gente pobre. Cuando vas a una casa pobre y hay un enfermo, ves que lo toman como algo que es propio de la vida, sin tanta queja. En sus últimos meses de vida se conjugaron las dos cosas: el cáncer, que se le metió en los huesos y empezó a perder la movilidad de los miembros, y tuvo un agravamiento el año pasado de su problema bronquial, tanto que lo tuvieron que internar rápidamente. Salió más o menos bien, pero los últimos tres o cuatro meses de vida los pasó en cama. Siempre con mucha paz. Él sabía que se iba a morir y lo tomaba con mucha naturalidad. Se apagó solito, como una vela, sin estruendos, como vivió.
- ¿Cómo cree que él hubiera deseado que lo recordaran?
El verdadero homenaje que le podemos hacer este 24 es decir: "Vos abriste un camino y nosotros queremos caminar ese camino". Continuar con lo que él inició, con la idea de armar una comunidad, una sociedad, un conjunto de gente que sepa cómo terminar con las injusticias. Esto ha quedado grabado en muchísima gente que ha continuado con su tarea. Pero, más allá de que la labor siga en el barrio, la gente ha visualizado que hay otro modo de cristianismo en la Iglesia católica. Hay gente que dice: "Si Jorge y otros fueron capaces de caminar otro camino, ¿no será por ahí que habrá que intentarlo?". Hay un ideal de vida que hoy está muy cerrado para el común de la gente. Nos quejamos todos los días de los problemas pero son pocos los que dicen cómo ponemos el cuerpo para solucionarlos. Esa es la gran imagen que tiene la gente de Jorge, la del camino que abrió, como diciendo "esto es posible, estar al lado de los pobres, vivir con ellos, ayudarlos para que salgan de su pobreza, es posible denunciar ante la sociedad que la pobreza no se crea sola, sino que hay gente que la genera". Ese es el gran ideal de la vida que Jorge dejó y que vive en el corazón de la gente pobre que lo conoció a él. Un tipo simple, sencillo, de pocas palabras, muy afable, muy cercano y que no se dedicó a decir sermones, sino a vivir de una manera determinada, y creó una conciencia para que pensaran que quizás este sea el camino para renovar nuestra sociedad y que es posible otro rostro de la Iglesia, cambiando desde abajo.
- ¿Es posible ese cambio dentro de la estructura de la Iglesia?
Esto es lo que muchos católicos no entienden. Te dicen que lo tuyo es estar en la Iglesia, predicar y dar los sacramentos, y creo que es bastante más que eso. Porque cuando lleguemos al juicio final de nuestra vida, lo único que nos dirá Jesús será: "Vengan, benditos, a mi Padre, porque un día tuve hambre y me dieron de comer, tuve sed y me dieron de beber, era forastero y me albergaste, estaba en la cárcel y me visitaste". No nos preguntará a cuántas misas fuimos, cuántos sacramentos dimos, cuánta gente confesamos, sino qué hicimos con el que teníamos al lado y estaba más necesitado que los demás. Jorge nunca dudó de que ese fuera el camino. Él dejó, como si fuera una carrera de postas, un ejemplo para que otros tomen esa posta y sigan en la carrera, porque ha quedado marcado en el corazón y en las entrañas de la gente.
El Sol, 24 – 08 – 09
La Quinta Pata
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