Hernán Brienza
En el acto de asunción se cantó la marcha peronista y se encendió la polémica. El funcionario defiende que se la haya cantado, expone sus proyectos de gestión, se queja del bajo presupuesto y se defiende de las acusaciones de corrupción en su contra.
¿Por qué estaría mal cantar la marcha peronista? Expresa una tradición política de la cual formo parte, se cantó a favor de esa mirada, que es una tradición viva, no muerta, y luego me tomé parte de mi discurso para agradecer a los que no la habían cantado para explicar que me propongo ser el secretario de Cultura de todos los argentinos, que esa marcha no debía ofender a nadie, que expresaba un sinceramiento de una visión política”. Entusiasmado, apasionado, chicanero, por momentos, el flamante secretario de Cultura de la Nación, Jorge Coscia, defendió la cantata en el salón central del palacio, proyectó su gestión, reconoció que Cultura no tiene presupuesto y se defendió de las acusaciones que le hacen.
“El peronismo es una controversia cultural. Pero sólo a un pensamiento marchito le molesta la marchita, una idea marchita critica la marchita, y se escandaliza. En ese salón se entonó la marcha de la Revolución Libertadora, la radical, La Marsellesa. Bueno, también se cantó la peronista. La reflexión que hace Beatriz Sarlo, a quien respeto, ha apelado a un pensamiento marchito que anida en muchos intelectuales. Ella hace una serie de interrogantes sobre lo que digo, pero lo importante es lo que yo haga. Pienso que soy el secretario de Cultura de todos los argentinos, pero lo soy desde mi pertenencia –asegura Coscia–. Si hay un problema en el debate político cultural es el enmascaramiento, nadie quiere ponerse el ropaje de la derecha. Es muy raro que un intelectual diga: “Yo vengo de la tradición conservadora”. Yo no enmascaro mi pertenencia política.
– ¿Qué puede aportar la tradición peronista a la cultura?
– Los nombres que reivindico expresan determinada línea dentro del movimiento nacional. Uno podría reivindicar a nombres de la derecha, pero yo reivindico al peronismo más progresista. El peronismo expresó un cambio cultural, como genera toda revolución. Tiene hombres de la cultura muy valiosos: Raúl Scalabrini Ortiz, Arturo Jauretche, Enrique Discépolo, Homero Manzi, Jorge Abelardo Ramos, Jorge Spilimbergo, Blas Alberti y Norberto Galasso, y no nombré porque me olvidé a Alberto Methol Ferré. Pero no digo estos nombres solos, digo estos son los que han estado ausentes de la cultura en todos estos años, porque mi gestión tiene un gabinete material, pero también un gabinete ideológico que no es exclusivo. La cultura argentina es diversa y variada, pero no podemos excluir a los pensadores del peronismo, porque aún cuando el peronismo gobernó durante 18 años de democracia, cuando lo ha hecho, sus políticas culturales han omitido estas presencias. Conozco muchos compañeros que no bien asumen caen en el lugar común de citar a Borges para legitimarse. No necesito reivindicar a Borges, sí como artista, pero no como hombre del pensamiento, porque en 1956 festejó los fusilamientos de Juan José Valle.
– ¿Cómo será la aplicación de esa tradición en la práctica?
– Tengo un eje de gestión que es un plan bastante sencillo de describir: lograr una política federal en los niveles de decisión y de asignación de recursos, obtener una política solidaria, profundizar lo que se ha estado haciendo con los sectores más excluidos, tener una política activa al exterior, por eso es que sueño con fundar un instituto de Cultura argentina en el exterior y, por último, el desarrollo de las industrias culturales –el cine tiene su propio instituto, y ahora hay que hacer uno para las actividades del libro– y el bicentenario o los bicentenarios, porque se abre un ciclo que se cierra en 1916. Éste es el diseño de políticas culturales.
– ¿No cree que el clima político opositor se llevará puestas las leyes que usted intenta sancionar?
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