martes, 18 de agosto de 2009

La fatídica injerencia de la Iglesia

Ramón Abalo

Es de larga data la intromisión de la religión, desde el catolicismo, en los ámbitos de la educación pública, con resultados nefastos para el conocimiento de la realidad de los educandos. La Iglesia Católica, quién lo duda, es una de las expresiones, en nuestro país, del pensamiento único, maniqueo, hasta el extremo de influir política e ideológicamente en las estructuras del Estado como parte indisoluble del poder hegemónico, o sea de los sectores económicos y financieros por encima del político subalternizado. Por esta razón, seguramente, el Estado nacional sigue siendo el sostén económico de la Iglesia en muchas de sus actividades, como lo es en la educación en todos sus niveles. Los diversos intentos de romper ese sustento crematístico a la Iglesia en la Argentina, han fracasado por esa política subalterna del Estado, cuando, incluso, hubo momentos en que la cúpula de la institución religiosa admitía algún tipo de modificación de ese soporte económico. No es menor el volumen financiero que percibe de los grupos empresarios más poderosos del país, con lo cual asegura aún más sus necesidades políticas, profundizando su alianza con el poder real, que le permite con mayor enjundia la injerencia en las estructuras del Estado. Los intereses de este poder real se visualizan también en una educación y un saber en función del aumento de sus ganancias.

En la mayoría de los sectores de la comunidad educativa, especialmente de los docentes primarios, cunde el malestar por la injerencia generalizada y por el perfil de la conducción de la Dirección General de Escuelas, como lo fue con la ex-directora Iris María Lima, las injerencias indisimuladas en lugares como Malargüe y San Rafael. No es raro, si se tiene en cuenta que en esta zonas sureñas se han dado, y se dan, claras muestras de incumbencia del catolicismo en todos los ámbitos de la vida cotidiana, pero con mayor ímpetu en la escuela pública. Recuérdese que en San Rafael llegó a niveles tortuosos la actividad de lo que se llamaba el Verbo Encarnado: tanto que el Vaticano lo mandó a disolver. El Opus Dei, sería una expresión más sutil de la concomitancia confesional con los poderosos.

Cuando el Papa ultramontano despotrica contra el Estado argentino por la pobreza imperante, lo que hace es descalificarlo también por su política de derechos humanos que permite, aunque muy lentamente, mandar a prisión a los genocidas de los cuales, en su momento, esa institución religiosa fue cómplice. Es cierto que hubo sectores que estuvieron al lado de la lucha por la defensa de la vida y la dignidad de los argentinos, pero fueron la excepción. Cuando los poderosos de la Sociedad Rural se auto legitiman proclamándose ser sinónimo de patria, lo subrayan agregando "el Ejército y la Iglesia". En todo caso, o históricamente, esa identidad tripartita – que nada tiene de patria – tiene origen en lazos que devienen desde que Cristóbal Colón arribó a nuestras tierras y trazó con la espada y la cruz el inicio de la colonización, el exterminio de los pueblos originarios y la depredación de tierras y naturaleza.

La Quinta Pata, 18 – 08 – 09

La Quinta Pata

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