martes, 18 de agosto de 2009

Leopoldo Jacinto Luque: “me duele cuando se dice que ganamos por la dictadura”

Matías Soria

El ejercicio de la memoria es una virtud con poco uso en la Argentina. Y apelar al recuerdo de la Copa Mundial de Fútbol 1978 es una buena manera de revisar la contradictoria historia de nuestro país. A 33 años de la conquista del primer título mundial por la selección argentina, Leopoldo Jacinto Luque, uno de los símbolos de aquél equipo, reivindica "la gran hazaña deportiva alcanzada legítimamente", sin dejar de lado "el tiempo atroz que se vivía por la dictadura y las desapariciones, una realidad de la que los jugadores no éramos plenamente conscientes".

"Para mi café, ¿puede ser?". Es mediodía y Leopoldo Luque, sentado en la mesa de una confitería, se dispone a contar los recuerdos de aquella consagración, como las anécdotas de sus goles, el discutido partido con Perú, la pérdida de su hermano, la final con Holanda y su firme convencimiento de que se ganó el Mundial merecidamente y sin "ayuda", por estar totalmente alejados del contexto político de la dictadura reinante.

"Argentina fue un justo ganador y en el torneo demostramos que fuimos el mejor equipo de todos. Por eso me duele cuando se dice que ganamos por la dictadura. Yo lo viví adentro de la cancha y sé del esfuerzo y el sacrificio que hicimos para ganar el Mundial. Me hubiera encantado haber sido campeón en democracia", arranca diciendo el delantero.

-¿Cómo arrancó tu proceso en la selección?
-Primero jugando en Unión y después en River, donde salimos campeones en el '76, tuve muy buenas actuaciones que permitieron que el Flaco Menotti me convocara a una preselección. Pero fue en enero de 1978, de vacaciones en Mar del Plata, en donde el Flaco me confirma que me citará para el Mundial, e incluso me dice que me quiere como capitán del equipo. Después sería elegido Passarella y yo fui subcapitán, algo que pocos saben.

-Aunque se logró la clasificación, en la primera ronda fueron muy irregulares y alternaron buenas con sustos.
-Quizás se debía al fuerte clima de presión que se vivía en Buenos Aires. De mi parte, yo no estaba al 100% ya que tenía una lesión en un codo que me obligaba a llevar un vendaje. Pero lo que me pegó muy mal fue el de haber pasado lo más triste de mi vida en pleno Mundial, como fue la pérdida de mi hermano...Por eso bajé en mi rendimiento contra Perú y Brasil, pero mejoré muchísimo en la final.

-¿Podrías rememorar aquél difícil momento que te tocó atravesar en el Mundial con el fallecimiento de tu hermano?
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-Yo me entero de todo después del partido con Francia cuando me llaman a la concentración y me dicen la terrible noticia de que mi hermano había tenido un accidente cuando viajaba en auto de Santa Fe a Buenos Aires. Después, que vengan tus viejos a decirte que se mató mi hermano, su hijo, fue algo muy fuerte que me tocó pasar. Por todo eso no jugué el partido con Italia, en donde todavía tengo la foto de todos los jugadores desplegando una bandera que decía "Leopoldo, te esperamos", y todo el estadio coreando mi nombre. Pero la verdad es que en aquel momento, podría haber 2 millones de personas al lado mío acompañándome que yo igual no tenía consuelo. Pero la vida continúa y seguí jugando el Mundial por él y por mis viejos.

-En lo futbolístico, hasta el día de hoy se recuerda tu golazo a Francia y el cuarto gol a Perú que daba la clasificación.

-El gol a Francia fue un zapatazo como de 40 metros que después salió fotografiado en el Gráfico desde un montón de ángulos. Todo gracias a Ardiles, que me pasa la pelota y se lleva la marca, ahí se me abre un espacio por el centro y saco un potente remate casi de volea, que por suerte se metió en el ángulo.
Antes había convertido el primer gol del Mundial en el debut ante Hungría. Después vendría el cuarto gol a Perú de palomita y el sexto gol que sentenció el partido y la clasificación a la final con Holanda.

-Todavía hoy se sigue hablando con suspicacia de aquel partido con Perú.
-Mucho se ha hablado porque había un arquero argentino (O. Quiroga) que se nacionalizó peruano y entonces salieron a desconfiar de la goleada que le propinamos a Perú. Pero nosotros éramos mucho más que ellos, incluso antes del Mundial ya los habíamos goleado en cancha de Boca y también en Perú le ganamos 3 a 1 con un baile bárbaro, y si no le hicimos más fue porque el Flaco probó a muchos jugadores.

-¿Qué podés decir del caso de Manzo, el Nº 2 de Perú que vino a jugar a Vélez en el '79 y en una noche de copas le dijo a un periodista que a cada jugador peruano le dieron plata para que entregara el partido?
-Yo respondo con el dicho que dice "lo tomo de quien viene". Ese jugador no tiene crédito como para creerle nada y tengo más seguridad de que le pagaron 2 mangos para que dijera eso.
Es muy fácil decir que el partido estuvo arreglado, pero yo nunca me enteré de nada ni nadie me vino a decir "Che, tiráte que te van a cobrar penal" o "Jugá así o asá que éstos van para atrás". Lo que sí puedo decir fehacientemente porque lo sufrí adentro de la cancha es que me pegaron cada patada...

-¿Y te afecta personalmente cuando se dice que la Junta Militar los usó en el Mundial?
-Claro que me duele que digan eso. Los militares se mandaron diez mil cagadas y tienen que pagar por eso, aunque las muertes y las desapariciones es una atrocidad que no se paga en esta vida. Por eso entiendo a los Organismos de Derechos Humanos. Pero hay que aclarar que nosotros no teníamos nada que ver y me duele cuando nos involucran con la política. Nosotros leíamos los diarios pero no éramos conscientes de lo terrible que sucedía.
Para que se pueda comprender, el equipo estuvo concentrado casi cuatro meses y sé del esfuerzo y los sacrificios que hicimos para ganar el Mundial, que incluso podríamos haber perdido en la final, cuando Holanda nos empata sobre el final del primer tiempo y después estrellan un balón en el travesaño. Después en el suplementario demostramos la superioridad y la justicia del título ganado.

-¿Cómo viviste la final contra Holanda?
-Recuerdo que me levanté tempranito a las 8 de la mañana. En la concentración había un cartel que iba contando los días que faltaban para la final: faltan 12 días, faltan 4 días... Bueno, esa mañana decía "Llegó la hora...". Desayunamos muy nerviosos, y cada uno expresaba su ansiedad de diferentes maneras, Passarella cada tanto pegaba un grito, Housemann hacía bromas, mientras que yo permanecía callado. Después salimos en micro como 5 horas antes por la cantidad de gente que había en las calles. Ya en la cancha sentías la presión de que no podías defraudar a todo un país y gracias a Dios pudimos regalarle una alegría a los argentinos.
"Cuando el árbitro pitó el final todos salieron a festejar. Muchos pasaban a mi lado y me gritaba "¡somos campeones del mundo! Pero yo tenía mi cabeza en otra cosa, hubiese dado cualquier cosa para que mi hermano estuviera festejando conmigo. Ahora con el tiempo he logrado comprender la magnitud del logro histórico que conseguimos solo un puñado de elegidos. Hasta el día de hoy me lo reconocen por la calle y por eso soy un agradecido del fútbol".

La Quinta Pata, 18 – 08 – 09

La Quinta Pata

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