miércoles, 12 de agosto de 2009

La pobreza vista desde una mesa decorada con masas finas

Ulises Naranjo

Yo no soy un ejemplo y no soy representativo de nadie, pero resulta que resultó invitado a una reunión de “fuerzas vivas” o algo así, en el Cuarto Piso de la Casa de Gobierno. Se nos convoca, nada menos, que para hablar de los pobres, pero ninguno de nosotros lo es, lo cual no es precisamente un buen comienzo, pero ahí estamos, rodeados de pesos pesados.

Hay veces en las que te conmueve más una película de cine francés que el hambre de un niño que vive a un tiro de fusil de tu computadora. Hay veces en las que pasamos al lado de un mendigo que pide limosna escuchando la canción del verano en el MP3. Hay veces en las que nos es imposible dar con la respuesta adecuada para nuestro propio hijo y sus excesos y carencias y hay otras en las que te pasás tres días sin bañarte ni afeitarte ni rezar un rosario a la milagrosa.

Hay veces, incluso, que esas cosas nos tienen como protagonistas, en primera persona del singular. Por eso, a veces, lo correcto es decir: en ocasiones, yo no me hago cargo del mundo y me disfrazo de Judas y manejo con más de dos copas de vino encima y puteo a los otros automovilistas y me atraso en el pago de mis impuestos y le miro el orto a la mujer de mi prójimo y digo que no al cajero automático cuando me ofrece hacer una donación de cinco mangos y después hablo de la pobreza mientras espero el turno en la carnicería los sábados por la tarde.

Yo no soy un ejemplo: a veces soy así y a veces soy asá y tengo en claro que no soy representativo de nadie. Los que no tienen voz jamás tendrán a alguien que sea “la voz de los que no tienen voz”. Los pobres, aunque mayoría, están tan solos como el sol.

¡Guau!, mansos muñecos...
Todo esto viene al caso porque resulta que resulto invitado a una reunión de “formadores de opinión” de Mendoza en el Cuarto Piso de la Casa de Gobierno. Se nos convoca, nada menos, para hablar de “la pobreza”. Llamativamente, ninguno de los convocados es pobre, lo cual no es precisamente un buen comienzo, pero ahí estamos.

Ya sentado, miro a mi alrededor y, ¡guau!, mansos muñecos, están todos acá, hasta un budista: importantes políticos y empresarios, gente que, sobre todo, define los destinos laborales de centenares de miles de mendocinos y figura en las páginas de sociales de los medios de comunicación. Y también algunos periodistas, "formadores de opinión": ¿qué tal?

Me ronda una misma idea hasta transformarse en contradicción: se supone que somos “representativos”… ¿Representativos de qué?

Antes de que busque una respuesta, un mozo deja sobre la mesa un plato con facturas con crema pastelera y cambio rápidamente de intereses.

Perlas negras
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Vamos al punto: la charla giró, en general, en torno a dos tipos de discursos: unos muy poco interesantes y otros muy interesantes.

Los discursos muy poco interesantes apuntaban hacia un mismo punto: “Señores, la pobreza es terrible, nuestro país es rico y nuestra gente es pobre; Mendoza no debe permitir que haya un solo niño con hambre, bla, bla, bla…”. Ya saben ustedes.

Dentro de este grupo, con el respeto del caso, incluyo en primer lugar al Obispo Casaretto y el mentado “Documento de los Obispos. Bicentenario en justicia y solidaridad”, publicado a fin del año pasado y vuelto a presentar en la ocasión que nos convoca. El documento dice que hay pobreza y esto ya lo sabemos y Casaretto ante la expresa pregunta sobre qué acciones concretas propone la Iglesia Católica dijo que “ninguna”, pues “nosotros hablamos de lineamientos, no de acciones; las acciones las tienen que ejecutar ustedes, los actores”. Así, es fácil.

También me permito incluir, con el respeto del caso, a Celso Jaque, gobernador de Mendoza, quien, fiel a su estilo, se comprometió “a trabajar en el tema”. Toda buena intención, si la hubiere, será insuficiente hasta que nuestro gobierno demuestre en concreto que bajan los índices de pobreza y que suben los índices de inclusión, porque de muy poco sirve que un indigente, gracias a un plan social, “ascienda a pobre”, si no media su certera inclusión social, lo cual supone un cambio en el modo de distribución de la riqueza.

Incluyo también, con el respeto del caso, a Jorge Nanclares, titular del Poder Judicial, quien reconoció las carencias existentes y la falta de políticas de inclusión social para terminar, fiel a su estilo, con una frase del tipo “tenemos toda la predisposición para trabajar con el gobierno, más allá de las controversias (entre el Judicial y el Ejecutivo) que sirven para entretener a los medios de comunicación”. La predisposición, está claro, no alcanza y las controversias que “entretienen” se refieren, nada menos, al planteamiento de una Reforma Judicial.

Finalmente, con el respeto del caso, cito a un sindicalista, creo que de Luz y Fuerza y pido perdón por mi ignorancia, pero su nombre no viene al caso, aunque sí sus lugares comunes. Con esforzada verba, el hombre ocupó parte del tiempo de todos en dejar frases vacías de contenido como “ante la pobreza faltan sentimientos más humanos” y “los mendocinos tenemos que aprender a ayudar”.

Perlas blancas
Los discursos muy interesantes apuntaron hacia un mismo punto: “Muchachos, paremos ya de hablar de la pobreza y hagamos cosas concretas, una agenda de trabajo. Tomemos un compromiso si realmente nos preocupa el tema”.

Dentro de este segundo grupo hubo varios protagonistas, pero citaré sólo a cuatro: Adolfo Brennan (presidente de la Red Argentina de Bancos de Alimentos), a Gabriel Bustos Herrera, periodista de Los Andes y a los empresarios José Alfredo Zuccardi y Fernando Barbera. Vamos a sus dichos y a su silencio en la reunión.

Adolfo Brennan: “Compartimos el documento de los obispos, pero el diagnóstico ya lo conocemos. En cuanto a las acciones, hay soluciones micro, pero no hay políticas públicas. Debiéramos ponernos un objetivo número uno, que es del terminar con el hambre en Mendoza. A mí me gustaría salir de esta reunión con una agenda concreta de trabajo. Acá estamos todos y no nos ponemos de acuerdo para trabajar. Propongo que formulemos una agenda de trabajo y que el gobierno presente una política pública para combatir la pobreza”.

José Alfredo Zuccardi: “El camino para atacar la pobreza es la generación de trabajo y para eso hay que articular políticas públicas y privadas. La verdad es que trabajamos por separado. En nuestro caso, quiero aclarar que nosotros no nos sentimos representados por lo que en Argentina se denomina ‘el campo’. En Mendoza, no exportamos soja; nuestro trabajo tiene el valor agregado del trabajo de nuestra gente. Acá hay que exportar más fideos, en lugar de más soja. Respecto de la inclusión social, podemos hacer mucho más de lo que estamos haciendo. Necesitamos más emprendimientos nacionales que generen trabajo y trabajar en conjunto con los gobiernos”.

Gabriel Bustos Herrera: “En el 2002, se publicó un documento con participación de la UNESCO, en cuatro tomos: ‘Aportes para el desarrollo humano de la Argentina’. Después de todo lo que allí se dice, va a ser muy difícil que en esta reunión seamos originales respecto de lo que hay que hacer con la pobreza. Aparte, se trabajó un libro para la provincia: ‘Por un desarrollo convergente y equitativo en Mendoza’. Sin embargo, la pobreza sigue siendo un escándalo y no tenemos aún una política de Estado permanente”.

Fernando Barbera: Incluyo a Fernando porque no dijo nada. Y no dijo nada a pesar de todo lo que viene haciendo desde hace años, con acciones concretas, por los más desfavorecidos. Y esto me consta. El ejemplo de la acción en el silencio es alimento genuino.

Los que más y los que menos
Hubo en esta reunión una sentencia esclarecida y perteneció a Silvia Ruggieri, ministra de Desarrollo Humano, Familia y Comunidad: “Todos hablamos de la pobreza como un problema estructural recurrente, pero no logramos un acuerdo para entender desde dónde miramos la pobreza y así, no terminamos por saber lo que es. La pobreza es una desigualdad social. Y esta desigualdad debe resolverse con un equilibrio que no está resuelto, que es la brecha que hay entre los que más ganan y los que menos ganan”.

Así es: mucho de todo esto tiene que ver con lo que ganan los que más ganan y lo que pierden los que más pierden. Bien lo dijo en el cónclave mi colega y amigo Marcelo Torrez: “La teoría del derrame que nos han vendido es una farsa. El que más gana quiere ganar más y no reparte... En esta reunión no están representados los pobres y nosotros no sabemos qué es lo ellos piensan. ¿Por qué no discutimos aquí, por ejemplo, como redistribuir la renta?”.

Realmente hablar de la pobreza alrededor de una mesa decorada con masas finas es metáfora de un insulto y esto habrán de estar pensando y con razón algunos lectores. Del mismo modo, suponer que la pobreza se solucionará porque un grupo de curas escribió un documento y un grupo de “referentes sociales” se reunió para dar a conocer sus pareceres, es cuando menos un error.

No obstante, se supone que aquí hay responsabilidades directas que tienen que ser asumidas y quedó flotando el compromiso de constituir un grupo de trabajo para aportar soluciones. Veremos. Si así ocurre, con el tiempo se sabrá quiénes lo asumen en verdad y quiénes seguirán, como siempre, haciendo “payanitas” con sus buenas intenciones y guitarreando con la panza llena. Y me incluyo, amigos, en primera persona del singular.

MDZ Online, 12 – 08 – 09

La Quinta Pata

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