Leonardo Boff
La crisis actual está destruyendo el horizonte de esperanza de gran parte de la humanidad, especialmente de los jóvenes. Hay un vacío de sueños y de causas capaces de movilizar a las personas. Miguel d’Escoto, Presidente da Asamblea General de la ONU, decía recientemente, siguiendo a J. Stiglitz, Nobel de economía: «El legado de esta crisis será una batalla de alcance global en torno a ideas, mejor dicho, en torno a cuál sueño será mejor para la humanidad y para la Tierra».
Todo generalmente comienza desde abajo, de algo que parece insignificante pero que está en la dirección correcta y trae consigo las potencialidades de lo nuevo. Estas eran las ideas que me venían a la mente cuando participé del 12 Encuentro Intereclesial de Comunidades Eclesiales de Base en Porto Velho, Rondonia, a mediados de julio. Había más de tres mil personas, representantes de las cerca de cien mil comunidades, venidas de todos los rincones de Brasil. Durante tres años, mediante buenas ayudas, se prepararon, estudiando los problemas ecológicos y sociales de la Amazonia. El tema se formuló así: «Del vientre de la Tierra, el grito que viene de la Amazonia».
Participé en grupos y en las plenarias. Quedé extasiado con su nivel de conciencia acerca de las cuestiones ecológicas locales y globales, sobre el calentamiento global y la tragedia que puede suceder a toda la humanidad si no cambiamos nuestro modo de ser. Lo que más les preocupaba era el impacto de los grandes proyectos que están previstos para la Amazonia: más de 50 hidroeléctricas, empresas mineras, siderúrgicas y apertura de carreteras. Les producía indignación el avance del agronegocio y de la industria agropecuaria en la selva amazónica y en el cerrado. Curiosamente, se daban cuenta de que tales macro proyectos están dentro de la lógica del modelo de crecimiento, atrasado, que se impone de arriba abajo, sin dialogar con las poblaciones locales, indígenas, siringueros, ribereños, palenqueros (descendientes de esclavos liberados) y otros. Resisten, bloquean caminos, cercan las obras para obligar a los directores a dialogar con ellos. Saben que tales proyectos se llevarán a cabo sin ninguna consideración, pero quieren demostrar que se puede hacer de otra manera y buscando alternativas menos agresoras de la naturaleza.
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