Federico Mare
A principios de siglo XX, los anarquistas de nuestro país solían llamar "cosacos" a los efectivos de la Policía Montada, en obvia alusión a las fuerzas de caballería que el régimen zarista de los Romanov empleaba a fondo en sus feroces actuaciones represivas contra el movimiento obrero ruso. Anoche, al ver las imágenes televisivas del bárbaro desalojo de los trabajadores de Krafts Foods (ex Terrabusi) en la planta bonaerense de Gral. Pacheco —volvía de la manifestación de repudio y solidaridad que se había realizado en el centro de Mendoza—, me dije "El paralelismo conserva toda su vigencia. Cien años no son nada". Si tienen dudas, miren la presentación de PowerPoint.
P.S.: Pero entre tanta desazón, tuve una ráfaga de alegría: un huelguista logró derribar a uno de los cosacos de un palazo. Más que un palazo, fue un pase de varita mágica: el presuntuoso centauro se convirtió en un modesto hombre de carne y hueso. De golpe —y por el golpe—su cuadrupedismo equino se esfumó, recobrando su humana condición de bípedo. Aunque traumática, la metamorfosis no le impidió darse a la fuga en el acto, con una celeridad atlética digna de la medalla olímpica de oro. Como los hunos de la Antigüedad, "nuestros" cosacos son incapaces de conservar su bravura cuando son privados de su superioridad ecuestre.
P.S. 2: también los anarquistas españoles acostumbraban llamar "cosacos" a los miembros de los escuadrones de caballería de la Guardia Civil. En el óleo sobre lienzo La Carga (1903), el pintor catalán Ramon Casas i Carbó (1866-1932) nos dejó un vívido retrato de su brutal accionar represivo. A sablazos limpios, los cosacos hispanos dispersan una multitudinaria manifestación de huelguistas realizada en Barcelona hacia febrero de 1902.
La Quinta Pata, 27 – 09 – 09
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