miércoles, 9 de septiembre de 2009

La historia no se repite, pero...

Ramón Ábalo

La historia no se repite pero en su transcurso en el tiempo se producen similitudes. En 1930, aquella gran depresión y en la Argentina ocurre el golpe fascista de Uriburu con olor a petróleo. La oligarquía con olor a bosta, que dijera Sarmiento, que tiraba manteca al techo en los burdeles de París, no soportaba que la política de Estado impulsara la estatización de la riqueza petrolera y la consolidara con la creación de YPF. No le reprochaban a Yrigoyen la represión de la Semana Trágica con decenas de obreros asesinados ni la masacre de los ovejeros de la Patagonia. Les dolía, en nombre de sus patrones imperialistas – entonces los ingleses – el que preservara para los argentinos una de sus riquezas naturales más preciadas, y no la masacre de masas trabajadoras.

En 1943 aparece el peronismo en pleno desarrollo de la Segunda Guerra Mundial, que deja cerca de 60 millones de muertos y la mitad del planeta destruido. Del 36 al 39 la guerra civil española fue un campo de batalla experimental del fascismo de Mussolini y el nazismo hitleriano. En 1943, los sublevados militares argentinos, con signo nacionalista, con Perón a la cabeza, se propusieron terminar con la década infame, el fraude patriótico de los conservadores oligárquicos del campo. Desde la Secretaría de Trabajo se concretó el pacto social entre una burguesía nacional incipiente y la clase obrera, hasta que en 1952 el pacto entró en contradicciones y en el 55, esa misma burguesía, en alianza con sectores de las FFAA y la Iglesia, dieron el golpe. No pudieron aguantar el recorte de sus extraordinarias rentas para las políticas sociales en desarrollo, el alza de la conciencia colectiva del pueblo en cuanto al real valor de su fuerza de trabajo y que gran parte de ella quedaba en los bolsillos del capitalismo. No le perdonaron la nacionalización de la banca, de los ferrocarriles y las comunicaciones. Tampoco la creación de la Flota Mercante, Aerolíneas Argentinas, la estatización del comercio exterior con la creación del IAPI, la Junta Nacional de Granos y la Junta Nacional de Carnes. No le perdonaron aquella política social con la construcción de miles de barrios para los trabajadores y que se abrieran las puertas de la universidad para los hijos de los obreros. Después del 55, primero fue la resistencia y después la rebeldía de la juventud argentina hasta enfrentar a la dictadura con las mismas armas. Del 60 hasta mediados del 70, fue la "juventud maravillosa" la que apostó por un país mejor, por un mundo mejor. Fueron los años en que las utopías flamearon en la punta de los fusiles y en que el sistema capitalista, con la hegemonía del imperialismo yanqui, impulsó una nueva división del trabajo internacional para imponer el modelo neo liberal. No debía pasar la lucha de los pueblos en su oposición a un nuevo esquema de explotación y muerte. Pero el terrorismo de Estado no pudo con la resistencia y el imperialismo aflojó mediante otra etapa democrática pero restringida y controlada, con la complicidad de los sectores hegemónicos de cada país. El cipayo mayor, Carlitos Menem, hizo el trabajo sucio desmantelando al Estado, entregando sus empresas y sus riquezas y el país se convirtió en un campo de desocupados y marginados, sembrando la pobreza y la miseria, para acrecentar la especulación de las grandes corporaciones mercantilistas y financieras de los países centrales.

Ahora, perdidosos con la renta sojera, el negocio monopólico del fútbol, la reestatización de las jubilaciones, las jubilaciones a las amas de casa, los derechos humanos, y ya pronto los monopolios de los medios audiovisuales derraman lágrimas de cocodrilo por la pobreza, el federalismo, cuando lo real es que les duele el bolsillo y, como entonces, pretenden instalar una avanzada de la desestabilización institucional. En todo caso, una política para después del 2011, con olor a neoliberalismo y un gerente que es paradigma de la traición como virtud.

La Quinta Pata, 09 – 09 – 09

La Quinta Pata

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