Jorge Hirschbrand
La secretaria de Daniel Pereyra, la hermana de López Puelles, gremialistas y empleados estaban en la lista de oradores. Con un grupo de apoyo, hicieron de "aplaudidores" ante las preguntas incómodas. Así, un acto cívico importante como una audiencia pública, fue transformado en un circo.
Claudia Castillejo, secretaria del Instituto de Juegos y Casinos, y una persona muy cercana al presidente de ese organismo, Daniel Pereyra, fue la tercera en la lista de anotados para indagar a Carlos López Puelles cuando se llevó a cabo la audiencia pública para evaluar al candidato, la semana pasada.
Así como Castillejo, hubo más funcionarios del Instituto, quienes acapararon la sala donde se llevó a cabo el acto y sólo leyeron los papelitos con las preguntas, cuyas respuestas ya habían sido estudiadas por el hombre elegido por Celso Jaque para manejar la educación mendocina. La relación entre Pereyra y López Puelles es de varios años atrás. Trabajaron juntos en la Universidad de Congreso. Y de hecho, fue Pereyra –uno de los hombres de confianza del gobernador – quien lo acercó al equipo de Celso Jaque como director de administración de la DGE. Además, es su padrino político, y extendió el manto protector del Estado a la familia del contador. La esposa de López Puelles, Federica Boccia, es escribana y certifica actos del Casino. Fue una de las más entusiastas en la segunda fila de asientos, el día de la audiencia.
Claudia Castillejo – por ejemplo – se anotó en la lista como si fuera docente; una maestra preocupada por el porvenir de los jóvenes de la provincia. Pero no estuvo sola en esa misión. También estuvo Fernando Guillén, delegado de ATE en el Instituto de Juegos, y Javier Martín, quien se desempeña en un importante cargo administrativo y que fue puesto en ese lugar por Daniel Pereyra. En su caso, dijo ser un estudiante universitario con inquietudes, aunque se retiró sin hacer su pregunta.
Ellos fueron los únicos anotados del Instituto en la lista de personas que tuvieron la palabra. Sin embargo, la nómina se completaba con una “barra brava” llevada desde el Casino hasta la Legislatura, y que tenía como único objetivo aplaudir y hacer ruido para distraer la atención si López Puelles era incomodado en algún momento.
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