Guillermo Almeyra
Como todas las personas nacidas a ambas orillas del Río de la Plata desde niño tuve, antes que todas las demás pasiones, nobles o menos nobles, la pasión futbolera. Es más, creo que no se puede entender la cultura popular prescindiendo de esa división del mundo en ellos y nosotros, de ese posicionamiento irracional, de esas lealtades a personas que no las justifican, del enceguecimiento que lleva a morir de infarto por un resultado dominguero o a enfrentarse físicamente con miles de fanáticos para defender "el honor" de una camiseta colorida o rayada. Creo, además, que Diego Maradona fue un jugador extraordinario, pero es un pobre hombre y muy mal director técnico de cualquier equipo y, mucho más aún, de la selección nacional, como lo muestran los resultados de esta. Pienso también que, como persona, junto con sus enormes defectos y vicios, tiene una generosidad y posición instintiva contra los poderosos que hizo que como miembro del sindicato internacional de futbolistas denunciase como mafioso al patrón de la Federación Internacional del Futbol Asociado, el suizo Blatter, o en Argentina al de la Asociación del Futbol Argentina, Julio Grondona, cosa que ambos siempre recordarán, o que se pronunciase contra la última dictadura argentina y en favor de la Alba y de Cuba y contra la oligarquía, cosa que esta tampoco olvida ni perdona. Por otra parte, el fútbol hace rato que dejó de ser deporte y los clubes no son ya eso sino empresas que matan el deporte al promover buenos jugadores no para formar un buen equipo, estable, construido en unos años de trabajo común, sino para venderlos en el exterior por mucho más de lo que declaran al fisco y a los asociados. El simulacro incruento de guerra que eran los partidos se convierte cada vez más en guerras de bandas, porque los directivos de los clubes pagan mercenarios –las "barras bravas" argentinas– para tener siempre una hinchada presente y alquilan esos matones a fuerzas políticas reaccionarias, como la policía antipobres del alcalde de Buenos Aires, reclutada en la barra brava de San Lorenzo, que son "cuervos" en la cancha y buitres en las calles urbanas.
Ahora el cielo se ha abierto sobre Maradona porque este, con la fina elegancia y el estilo que lo caracterizan, dijo que sus críticos podían "mamársela" y "seguir chupando" (sin ser más explícito sobre a qué se refería). Grondona insinuó que lo metería en vereda, Blatter lo amenaza con una gran multa y cinco partidos de suspensión (los partidos del Mundial, posiblemente), y los medios de intoxicación de Argentina, en su inmensa mayoría de oposición desenfrenada y sin límites a Cuba, Chávez, el gobierno nacional, la AFA, la selección y Maradona, descubren de repente que son bienhablados y moralistas y fulminan al bocón.
Ahora bien, el programa televisivo con mayor rating de ese sector se caracteriza por simular coitos en escena y mostrar una gran profusión y variedad de nalgas en el "famoso" baile del caño y los noticiarios no sólo difunden palabrotas e incultura, sino que además son soezmente partidarios de la dictadura o de la extrema derecha y dan cabida a Elisa Carrió, la cual dice que la pareja Kirchner (la presidenta y el ex presidente) son "como los Ceausescu y deben terminar como ellos" (o sea, linchados), lo que es mucho más grave que proferir una obscenidad en un exabrupto futbolero, pues constituye el delito de incitación a la violencia y al magnicidio.
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