Existe una izquierda peligrosa, irritable y adusta. No se me ocurre llamarla de otra manera, me cabe y les cabe “la izquierda de los abismos”, la del manual al pie de la letra, la que quiso y quiere, ilusoriamente, todo ya. ¡Socialismo ya! ¡Revolución ya! ¡Fuera el imperialismo ya! ¡Por un gobierno de los trabajadores ya! Y como las sociedades se desarrollan a través de “procesos”, exigir ya, es una invitación al precipicio.
A veces se parece tanto a la derecha que desconciertan sus tomas de posición o posesión. La derecha pide ¡Mano dura ya! ¡Hay que matar a los delincuentes ya! “No sé lo que quieren, pero lo quieren ya” (perdón Luca por la deformación). Es la izquierda que habita las universidades para cooptar milicianos fundamentalistas, a la que le calienta un carajo la institución educativa y, que por ello, van por su destrucción en términos de resistencia antiburguesa, porque la universidad, para ellos, es un aparato burgués maldito (como si un aparato burgués no estuviera atravesado por contradicciones, es decir, luchas a su interior por el rumbo de la misma). Malos recitadores, mejores religiosos con sus hábitos, consecuentes con su folleto.
Desprecian a las masas porque desatienden en definitiva sus tradiciones, sus liturgias, sus épicas jornadas memorables de emancipación (para ellos no existen San Martín, Moreno, la montoneras del interior). Son difíciles, diría mejor, imposibles. Van como autómatas a denunciar a los cuatro vientos los contubernios del sistema que los oprime. Sin embargo, muchos, pero muchos de sus militantes, desarrollan su vida en la quinta sección, al amparo de sus burgueses padres. Es paradójico. Son tipos que vivirían en huelgas permanentes, de eso no salen sus consignas. Impulsan paros y no saben que, alguna vez, hay que salir de ellos. Porque como indican muchos teóricos que la vivieron en su práctica, o muchos militantes que la caminaron en sus luchas, “hay que saber entrar en los conflictos pero también saber salir de los mismos”, para evaluar los logros y capitalizar las experiencias de organización. En fin, acumular poder social y popular para la próxima. Les recomiendo especialmente algunos textos de formación política de la teórica chilena Marta Harnecker (“Enemigos, aliados y frente político” y “Conceptos elementales del materialismo histórico”)
Esa izquierda tiene agudizado el olfato, mucho más que el sentido del tacto. Sabe cuando hay que acicatear donde brota un hilo de sangre. Pero cometen el error de envalentonarse sin destino y no la dudan. Recuerdo cuando esa izquierda le repartía panfletos a los policías en la puerta de las comisarías para que se sindicalizaran, hace como década y media. “Compañeros policías” decían. Cosas de locos. También recuerdo a esa izquierda que no quiso votar en el parlamento en contra de la ley de obediencia debida y punto final porque era una actitud oportunista del sistema político. Y se abstuvieron. ¿Cosa de locos?
Desprecian la democracia burguesa en bloque. No aprendieron nunca que sin la democracia burguesa las cosas se ponen peor; aunque claro está, con la democracia burguesa nunca alcanza. “Mientras peor, mejor” es el lema. Para esta discusión les recomiendo “Estado, poder y socialismo” de Nickos Poulantzas. Especialmente el capítulo que versa sobre ¿Qué es el Estado? Y un clásico ya de la teoría desde la periferia, escrito por el marxista egipcio Samir Amin “La desconexión”. Es que tienen una noción del poder tan minúscula que rechazan toda experiencia política popular. Rechazaron todas las revoluciones que se produjeron en el siglo XX. Por eso de ellas los echaron. Son tipos a los que se los vio el año pasado en las marchas de las cacerolas en apoyo al lockout patronal, porque creían que nos encontrábamos en una “situación pre-revolucionaria”. Donde el sujeto agrario, el campesinado laburante, podía llegar a tomar las riendas del conflicto y dar el gran golpe, la gran asonada al poder y pedir la socialización de las tierras. Vivaban a De Angeli, a Buzzi, y a su pesar, se comían la Mesa de Enlace como agrupamiento táctico para desbarrancar a la Sociedad Rural del poder e ir por más. Esa “izquierda de los abismos” hoy está atomizada en mil pedazos, agrupaciones dispersas, nunca prestas al dialogo frentista y popular. Allá ellos. Acá el pueblo. El abismo los tracciona.
MDZ Online, 04 – 10 – 09
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