miércoles, 21 de octubre de 2009

Los ojos

(Cuento Anónimo, sugerido por Alejandro Vinet)

Del pueblo de Santa Lucía solo quedó la torre del tanque de agua y un espejo, porque una vez, cuando ese pueblo existía, había un muchacho llamado Danielito. Danielito caminaba raro, muy raro por la calle, porque no podía mirar a nadie. Tenía miedo de mirar y encontrarse con los ojos de los demás. Incapaz de soportar que lo miren a los ojos, sentía en esto la debilidad de un celofán. Practicaba y practicaba sostener la mirada, practicaba mirando a su canario, pero cuando el canario lo miraba a los ojos, Danielito bajaba la vista. Estaba de novio con una chica tan linda como estúpida, que jamás se dio cuenta de su debilidad, quizás por eso siguió con ella, por eso y porque nunca lo miraba a los ojos.

Siempre andaba con un espejo encima para practicar miradas, a ver si se fortalecían, pero lo increíble era que bajaba la vista ante su propia mirada. Arto de su débil mirar una noche se metió en un banco de órganos y se robó muchos frascos con ojos que esperaban para ser trasplantados. Eran cientos de pares de ojos que Danielito empezó a criar y a entrenar en su casa. Les pasaba películas de acción y de terror y los llevaba de un lado a otro para que pudieran ver lo peor, lo más horrendo, y así lograr que tengan una mirada fuerte, sólida, categórica e invencible. Los empezó a cruzar entre sí, a reproducirlos, los ojos vivían en su casa y correteaban por el patio y la cocina, y cuando venían visitas, para disimular, se subían a la parra y se hacían pasar por uvas. Después de meses de entrenarlos vio un par de ellos que eran más brillantes que los demás, y observó cómo, cuando ese par de ojos miraron a un gato que los quería atrapar, el gato desapareció.

- Esos son los ojos que quiero para mí - dijo Danielito. Y a la noche se trasplantó los nuevos ojos y dejó los suyos por ahí.

Al otro día Danielito se despertó, miró con bronca el despertador y el despertador desapareció. Ya no sólo tenía una mirada dura y solvente, firme y valiente sino que era tan fuerte que hacía desaparecer todo lo que no le gustaba, y así fue como Danielito salió a la calle y ya no caminaba raro, y le mostró a la gente cómo hacía desaparecer lo que no le gustaba o le daba bronca: pomelo Quatro, la panadería La Poderosa, todos los caramelos Media Hora de un kiosco, un póster de Luis Miguel.

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Ya se sentía otra persona, más respetada, más temida. Ahora era el canario el que bajaba los ojos cuando él lo miraba y todos los habitantes del pueblo también. Pero un día se puso a charlar con un amigo. El amigo le dijo algo que a Danielito no le gustó y sin querer lo miró mal, y a la mierda el amigo. Desesperado por la culpa y el homicidio que había cometido trató de escapar, pero fue a la terminal, miró un micro y lo hizo desaparecer. Ya no podía dominar su poder, por lo cual optó por cerrar los ojos y alejarse. A ciegas llegó hasta el tanque de agua del pueblo y se subió a la casamata que remataba la torre. Allí lloró tratando de pensar qué hacer de su vida, pero alguien advirtió su presencia, y llegó la policía y los bomberos, además de una brigada de oftalmólogos.

-Danielito baja de ahí. Sabemos que pulverizaste a tu amigo Pepe, entregate.

-No, no lo hice a propósito - contestó Danielito - entiéndanme, pasé toda mi vida bajando la vista, no podía mirar a nadie a los ojos, solo quería cambiar.

-Ya es tarde Danielito, deberás pagar tu culpa de querer cambiar y dejar de ser como los demás querían que seas - le gritó el comisario que había cursado dos materias en Psicología.

-¡Váyanse o los miro! - amenazó Danielito asomándose a la baranda, tapándose los ojos con la mano.

-¡Danielito, soy tu novia Emilce! - le gritó su novia que llegaba tan linda y estúpida como siempre.

Danielito se distrajo y la miró. A la mierda la novia.

Y después miró a los policías y a los bomberos, y a todo el pueblo y todo el pueblo desapareció. A la mierda todo.

Entonces Danielito se dio cuenta de que era demasiado, y sacó su espejo del bolsillo, se miró y se suicidó.

Y del pueblo de Santa Lucía solo quedó la torre del tanque de agua y un espejo.

Post Dada: "Si el sueño y el dormir fueron descriptos alguna vez como un ensayo de la muerte, cabe preguntar si en la misma, quizás haya algo similar que sea una especie de ensayo de la vida" (Carlos Tévez)

Desvío Cósmico, 21 – 10 – 09

La Quinta Pata

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