lunes, 12 de octubre de 2009

Mendoza fue descubierta casi 60 años después del arribo de Colón

Ariel Sevilla

En el otoño de 1551, llegaron a la región los primeros españoles. Eran Francisco de Villagra y unos 200 expedicionarios que viajaban de Perú a Chile por el lado oriental de la cordillera.

Si bien Mendoza fue fundada en 1561 por el español Pedro del Castillo, antes alguien debió descubrir el sitio donde se estableció la ciudad o, al menos, la región. Y así fue. En 1551, como parte de una expedición liderada por Francisco de Villagra, los ibéricos llegaron por primera vez a esta zona al pie de los Andes.

Ese descubrimiento –casi 60 años después del arribo de Cristóbal Colón a lo que hoy es América– fue tan auspicioso como dramático. Es que diez años más tarde, en el Valle de Güentata se fundó una urbe que durante siglos fue el centro de lo que pasó a llamarse Cuyo, y de inmediato comenzaron las tribulaciones que llevaron casi a la extinción al pueblo originario de la región: los huarpes.

El inexplorado oriente
La conquista del territorio chileno, al cual Mendoza estuvo ligada desde su descubrimiento y hasta 1776, cuando se creó el Virreinato del Río de la Plata, comenzó en 1536. Esa empresa conquistadora era una extensión de la que se desplegaba desde el Perú.

Sin embargo, los primeros expedicionarios no hallaron en Chile las riquezas que buscaban y recién el 12 de febrero de 1541, Pedro de Valdivia fundó Santiago y luego La Serena.

No se sabe si a partir de 1541 los españoles cruzaron los Andes. En realidad, las prioridades eran asentarse en nuevos sitios para explotarlos y vencer a los araucanos que les impendían avanzar hacia el sur chileno. Eso demandaba hombres y armas que no podían distraerse para indagar el este de la cordillera.

Una ruta novedosa
Fue precisamente por la falta de recursos y en busca de refuerzos que en junio de 1549 el gobernador Valdivia envió al mariscal Francisco de Villagra al Perú. El español regresó acompañado por 200 hombres, pero en vez de seguir el camino de la costa del Pacífico decidió hacer el camino por el oriente de la cordillera, tal vez para explorar nuevos territorios.
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De esta forma, entre abril y mayo de 1551 los expedicionarios arribaron a lo que hoy es Mendoza –quizás les interesó la región por la cantidad de pasos cordilleranos existentes. Pero como las primeras nevadas les impidieron el cruce de la montaña, el mariscal decidió permanecer en la región hasta que el bravo clima le dijera cuándo.

Así y todo, para adelantar la noticia de que iban en camino y recibir órdenes, Villagra envió a Diego de Maldonado y otros ocho hombres a Santiago, que fueron y volvieron rápidamente usando el Camino del Inca.

Encuentro con los naturales
Mientras sus enviados viajaban, Villagra exploró la zona, tal vez con la esperanza de hallar riquezas, y hasta censó a los huarpes. Dejó al grueso de su gente en las tierras recién descubiertas al mando de su lugarteniente, Gabriel de Villagra, y marchó al sur, hasta las inmediaciones del río Diamante, donde se topó con los puelches y los pehuenches.

Cuando el lugarteniente intentó reunirse con su jefe, el 24 de junio los atrapó un fuerte temporal. Pero las fuerzas españolas lograron reagruparse en un sitio –tal vez Uspallata– donde se asentaron hasta que pasó el invierno.

Sin embargo, los riesgos eran muchos y había órdenes que cumplir, por eso Villagra decidió emprender viaje por las cumbres entre setiembre y octubre.

La llegada de la expedición de Villagra a Chile se festejó con gran algarabía: unos 200 hombres se sumaban a las fuerzas contra los araucanos; llevaban un buen número de indígenas y animales –Valdivia no demoró en repartirlos entre sus hombres–y al este de la cordillera quedaba un sitio recién descubierto y colmado de aborígenes para encomendar y explotar.

Ya en 1552 comenzó el destierro de huarpes


Ante el arribo de los españoles en 1551, los huarpes trataron de organizarse a través de la unión de las diversas parcialidades, como los de las lagunas de Guanacache (en el actual Lavalle) o los del Valle de Güentata (hoy Ciudad), para enfrentar a los invasores.

Incluso algunos de los hombres de Francisco de Villagra resultaron muertos o heridos. Sin embargo, los naturales fueron vencidos por las armas españolas y ese mismo 1551 se convirtieron en un gran botín.

La novedad de indios para encomendar fue muy bien recibida en Chile: pequeña y despoblada sociedad en guerra contra los araucanos –les habían producido bajas– y basada en la extracción de minerales. Por eso al principio Cuyo fue valorada como proveedora de mano de obra y sus originales habitantes fueron repartidos entre los vecinos de Santiago.

Así, los huarpes fueron formalmente incorporados al imperio español. Ya en 1552, Pedro de Valdivia ordenó a uno de sus capitanes que cruzara los Andes en busca de naturales. Estos eran hábiles para la chacra, las minas, el pastoreo y las tareas domésticas. Y empezaron a servir ahí. No les pagaban ni los alimentaban, pero les daban un solar para cultivar.

La cuna habría sido Uspallata


Algunos historiadores locales sostienen que los españoles que llegaron a la región en 1551 se asentaron temporalmente en el mismo sitio donde en 1561 Pedro del Castillo fundaría la ciudad (actual plaza que lleva el nombre del fundador).

Otros creen que fue en un valle precordillerano, cercano al río Mendoza, tal vez Uspallata. Ese lugar estaba habitado por varias tribus que podían hospedar a una expedición numerosa. Además, ya en 1552 se otorgaron encomiendas sobre huarpes de esas tierras.

Pero el descubrimiento de lo que luego fue Mendoza no implicó la ocupación, eso fue recién en 1561. Así y todo, en 1551 la región pasó a depender de Chile. Y ese mismo año se estableció una vinculación con los nativos para someterlos al servicio en Uspallata y Chile.

Eso implicó el desmembramiento social de los huarpes, lo que explica el interés de fundar una ciudad por estos lados.

Diario Uno, 12 – 10 – 09

La Quinta Pata

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