Fabián Amico
*La tesis de Prebisch y el deterioro del de los términos del intercambio
En el discurso mediático aparece cómodamente instalado un slogan perteneciente al "sentido común". Se dice cómodamente que, dado que los precios internacionales de los productos (agropecuarios) que exporta la Argentina aumentan sin pausa, el país "no debería desaprovechar la oportunidad". El presidente de la Sociedad Rural, por caso, manifestó hace poco que "la Argentina debe volver a ser el gran granero del mundo". Y no parecen abundar argumentos en contra a ese sentido común. Pero hay, y muchos. Quizá son argumentos incómodos, pero se pueden alcanzar razonando un poco (no mucho). El economista polaco Michal Kalecki decía que "la obstinada ignorancia es usualmente la manifestación de una motivación política subyacente".
En los textos fundacionales del pensamiento estructuralista latinoamericano, y en especial en los trabajos de Raúl Prebisch, el crecimiento de las exportaciones era considerado un elemento estratégico para el crecimiento sostenido. En ese marco, el obstáculo general para el proceso de industrialización de los países latinoamericanos era la restricción de divisas. La idea central del razonamiento de Prebisch era simple, pero robusta: cuando el nivel de actividad aumenta, la industria demanda bienes intermedios y bienes de capital necesarios para producir. En América Latina, gran parte de estos bienes y equipos son importados. Por ende, las importaciones crecen inducidas por el nivel del PBI. Por otro lado, las exportaciones latinoamericanas dependen de la evolución de la economía mundial y son un dato exógeno. Así, a largo plazo, las importaciones deben ser pagadas con exportaciones. Aquí surge el problema central: Prebisch intentó llamar la atención sobre el hecho de que si los países latinoamericanos respetaban la receta de las "ventajas comparativas" y se especializaban en exportar productos agrícolas, la restricción de divisas (la necesidad de igualar exportaciones e importaciones) haría inevitable que los países subdesarrollados crecieran a largo plazo a tasas menores que los de los países del centro.
En este contexto surgió la tesis sobre la tendencia al deterioro de los términos de intercambio, formulada paralelamente por Hans Singer y Raúl Prebisch a principios de los años 50. Esta tesis combinaba dos hipótesis diferentes aunque complementarias. Por un lado, destacaba el efecto negativo de la inelasticidad-ingreso de la demanda de materias primas sobre los términos de intercambio de los países en vías de desarrollo. ¿Qué quiere decir esto? Existe una regularidad (llamada "Ley de Engel"), según la cual la proporción del gasto que se destina a alimentos disminuye al aumentar el ingreso. Por ejemplo, un individuo rico gasta prácticamente lo mismo en alimentación cuando su riqueza aumenta: su demanda de comida es "inelástica" (no puede comer el equivalente a tres personas). La traducción de la ley a nivel de países tiene consecuencias directas: la periferia se especializó en un tipo de productos cuya demanda es decreciente en términos del ingreso, pero importa bienes manufacturados que tienen alta elasticidad-ingreso. Conclusión: debe vender cantidades crecientes de bienes agrícolas para obtener la misma cantidad de bienes industriales, lo que condena a la región a crecer poco y padecer recurrentes desequilibrios externos de divisas. La tesis del deterioro de los términos del intercambio incluía una hipótesis adicional acerca de la distribución desigual de los frutos del progreso técnico. Mientras en el caso de los países centrales (industriales) esos frutos benefician a los productores (por su mayor poder de mercado) y a los trabajadores del centro (por su mayor poder de negociación), en el caso los países productores de bienes básicos los aumentos de productividad se traducen en menores precios. En tales condiciones, la única manera de adecuar la demanda de importaciones con la "capacidad de importar" (dada por las exportaciones) era por medio de una reducción del ritmo de crecimiento de las economías latinoamericanas, profundizando las divergencias entre el centro y la periferia. Este argumento, simple, pero robusto, era y es suficiente para rechazar el modelo de especialización primaria basado en las "ventajas comparativas" y para justificar la necesidad de la industrialización. Esta última opción sería el único modo de elevar la elasticidad-ingreso de la demanda por los bienes de la periferia y, por ende, permitiría crecer a tasas más elevadas relajando la restricción de divisas. Históricamente, las tendencias en los términos de intercambio tal como predijeron Singer y Prebisch, han sido oscurecidas por la alta volatilidad de los precios de las commodities primarias y han llevado cíclicamente a cuestionar las tesis de estos autores. De hecho, dados los altos y sostenidos precios actuales de las materias primas, algunas voces sostienen que estamos por primera vez en condiciones de superar los ciclos de asfixia por crisis del sector externo. "¿No será que la Argentina hoy ha superado el límite que le impuso durante tantas décadas el sector externo y la anemia exportadora?" se preguntaba no hace mucho Pablo Gerchunoff, quien pregona un nuevo engarce primario-exportador con el mercado mundial. El ejemplo sería Australia, que en la segunda posguerra se ubicó como proveedor de materias primas a Japón, luego al Sudeste asiático, y finalmente a China e India ¿No podríamos (ahora sí) "vivir del campo"?
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