domingo, 6 de diciembre de 2009

La maquinaria del miedo

Penélope Moro

El miedo es el denominador común de las sociedades posmodernas. Nuestra rutina se orienta de acuerdo a la sensación de angustia que experimentamos ante las supuestas amenazas que acechan. Así, entre las cuestiones que nos identifican como ciudadanos del mundo, el temor prevalece por sobre cualquier contacto con la realidad inmediata. La desconfianza, el egoísmo y la intolerancia se expresan en todos los idiomas, como síntomas de una misma enfermedad.

La corporación mediática diseña y amplifica los miedos que luego redistribuye por las pantallas y primeras planas del globo. La lista es amplia y varía de norte a sur, pues los peligros se acomodan al contexto. Por aquí la pobreza se vive como sinónimo de criminalidad y, más allá, es la inmigración el principal factor de riesgo de la paz social. Terrorismo, pandemias, inseguridad ciudadana, incertidumbre económica, levantamientos populares, violencia generalizada, son los ejes sobre los que se construyen enemigos omnipresentes y todopoderosos a los que es necesario extirpar, expulsar, desaparecer.

En el reino del miedo las amenazas se presentan como fenómenos naturales, consecuencias del caos social. Sin embargo, ellas no son más que su origen y el instrumento incesante de su reproducción. Mantener un continuo estado de tensión social posibilita que el miedo y sus pretendidas soluciones encuentren un mercado próspero. En la tienda del horror se venden cuentos de fantasmas e historias de superhéroes.

La magnitud alcanzada por el negocio del miedo es una de las bases en las que se apoya el sistema neoliberal. Cualquier proyecto político y económico que responda a esta ideología deberá descansar sobre esa lógica. Si la ignorancia resultó siempre la mejor excusa para el sometimiento, el miedo constituye la clave de la dominación. Sólo basta prometer la eliminación de las amenazas que inquietan a la población para alzarse con las urnas y mantenerse en el poder. Cualquier otro propósito que no se funda en ficticias respuestas para aquellas forzadas necesidades quedará descartado de antemano.

La maquinaria del temor alimenta y es alimentada de violencia. Paraliza y aísla a la vez que promueve las conductas más reaccionarias. Hiere de muerte los lazos que unen a las personas en sociedad transformando la desconfianza en odio hacia el otro. Mientras la dictadura del terror ordena a quién hay que temer y cómo es preciso eliminarlo, se garantizan altas ganancias económicas y poderosos beneficios políticos. Es en esta implosión social donde queda demarcada la línea divisoria entre una pequeña fracción de privilegiados atemorizados y un remanente cada vez más nutrido de peligrosos que acechan.

Río de Palabras, 06 – 12 – 09

La Quinta Pata

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