domingo, 28 de febrero de 2010

Carne licuada

Sebastián Moro

Primero fue la leche derramada, la amenaza factible de desabastecimiento, la promesa de cien pesos el kilo de carne para los argentinos, los aplausos y solidaridad de Iglesia, clases política, alta, media y 76. La carne desplazada y la presión sobre la dieta básica, vinieron después. Fruto amargo de la expansión sojera, agravada por la sequía y el deterioro ambiental, la producción ganadera ha sido relegada a zonas marginales de la pampa húmeda, provocando alteraciones en los ciclos de crianza y reproducción de los animales. El modelo de concentración y exportación exclusiva fue potenciado por la Mesa de Enlace y las elites, a partir del hundimiento de la política de retenciones para desincentivar el monocultivo de oleaginosas industriales. Explotación cuya degradación de suelos y modos de producción no solo obligan al faenamiento acelerado y traslado vacuno, ahora sí preocupación seria del medio pelo nacional, también a la exclusión de poblaciones enteras de campesinos pobres y comunidades indígenas. Sus territorios son saqueados. La soja (sus amos) arrasa tierras, personas y sustentos. El concepto de seguridad alimentaria, jamás abordado por los medios de manipulación masiva, afecta gravemente el futuro de la población. El alza de precios es apenas su primera consecuencia. Hoy es la carne, mañana serán los lácteos, los cítricos, el tabaco, la vestimenta (algodón), la yerba de ayer.

Los detentadores del poder económico convierten a la sociedad culpable de querer comer. Porque el sufrimiento y la condena arrancan por abajo. La inflación en los alimentos va contra todo intento de redistribución social. Licúa el ingreso vía asignación universal y recomposición jubilatoria. Sirve para extorsionar a un gobierno no afín al paladar de patrones, estancieros y especuladores. Son enemigos del pueblo, de la industria, del trabajo y palanquean con el empuje de precios fomentado por los mini INDECs de Clarín y La Nación. Ejemplo de tal manipulación fue la operación conjunta (como los “ejercicios de armas”) realizada por ambos diarios acerca de alzas cercanas al 100 % para los productos de la canasta escolar. Todo falso, todo malintencionado. Aún pisa bosta, pero el ojo del amo ya no engorda al ganado, no mira vacas, los yuyos crecen solos y engrosan más sus bolsillos. La oligarquía terrateniente y los pools agroganaderos están para remarcarnos. Que ellos son los dueños de la tierra, de lo que comemos y de lo que nos cobran. De la ganchera y el mostrador. Eso o no comer. Hasta donde dé. Total, la bronca la pagará el gobierno nacional, el del odio. En el campo no se saquea y las cacerolas no meten bulla. Los precios son de ellos. Suelen remarcártelo en la cara. Los costos, el hambre, nuestros.


Río de Palabras 15, 28 – 02 – 10

La Quinta Pata

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