Guillermo Almeyra
Es difícil describir a los no argentinos el complejo escenario político social de Argentina. Probemos, seguros de que el resultado será pobre y decepcionante. En primer lugar, se enfrentan dos grandes bloques: el de la vieja oligarquía terrateniente unida al capital financiero internacional, y reciclada con este como exportadora y con las trasnacionales en la industria, y el gobierno, que intenta favorecer al empresariado industrial con el apoyo del Estado.
El primero cuenta aún con el monopolio de los medios de información, ya que la nueva ley respecto a estos no está siendo aplicada y, con el apoyo de una parte importante del aparato judicial heredado de la dictadura, está tratando de ser anulada. Además, moviliza las simpatías de la mayoría de las clases medias urbanas y rurales y de las fuerzas armadas, y se apoya en la casi totalidad de la Iglesia católica, e incluso en sectores de los trabajadores, convencidos por la campaña de los medios de que el gobierno es causante de la corrupción y de la inseguridad y llevará el país al desastre. El bloque dirigido por el gobierno tiene en cambio el apoyo inseguro y dubitativo de los empresarios a los que favorece y del aparato corporativo de la burocracia sindical charra, corrupta y antidemocrática que dirige la Confederación General del Trabajo (CGT), se apoya en un núcleo de intelectuales totalmente acríticos y en el del diario (de muy escasa circulación) Página 12 y otro gratuito: El Argentino.
En la oposición militan desde la derecha semifascista peronista (el colombiano-argentino Francisco de Narváez, vinculado al narcotráfico internacional, algunos gobernadores, como el de San Luis, el ex presidente Rodríguez Saa), pasando por el menemismo y por el partido del alcalde de la ciudad de Buenos Aires, el semifascista Mauricio Macri; por la Unión Cívica Radical (que es liberal de centroderecha), por el partido de extrema derecha conservadora de la ex radical Lilita Carrió. A este grupo se alían las organizaciones de los terratenientes y capitalistas agrarios y, para golpear al gobierno, los maoístas de la llamada Corriente Clasista y Combativa y su PCR, y los autoproclamados trotskistas del Movimiento Socialista de los Trabajadores, partidarios del "cuanto peor mejor". A veces, incluso, un ala de la Confederación de Trabajadores Argentinos (otra es progubernamental), central obrera que el gobierno –para no pelearse con la CGT– se empeña en no reconocer a pesar de las exhortaciones de la OIT y de lo que dice la ley. Los diversos grupos de extrema izquierda (peronistas y ciertos trotskistas), así como un centro izquierda encabezado por el Proyecto Sur del cineasta Pino Solanas coinciden en los problemas fundamentales con la derecha opositora, pero por razones propias.
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