domingo, 21 de febrero de 2010

Sí, todos deberíamos ser haitianos

Natalia Brite

También el ALBA. Cuba, Argentina, Bolivia, Venezuela y Ecuador encabezan el frente de ayuda. Hospitales, sangre, agua, alimentos y tecnología. Créditos que cubrirán los países donantes. Desde el Norte, contraofensivas conservadoras.

La contraofensiva conservadora desatada en América Latina contiene tres dimensiones diferenciadas, y un mismo objetivo: la recomposición de regímenes antipopulares adaptados a los nuevos tiempos. Una opción posible es la vía electoral, como lo demuestran los últimos comicios presidenciales en Chile y el triunfo del viejo pinochetismo, devenido en “democracia empresaria”. Otra opción es el “golpe blando”, como sucedió en Honduras tras la destitución del presidente constitucional Manuel Zelaya. Por último, la ocupación militar de territorios latinoamericanos por parte de Estados Unidos es una salida anticipada por el despliegue de la IV Flota y de un conjunto de bases militares en la región. El caso haitiano constituye un ejemplo de este último camino.

Tras el terremoto que azotó a Haití el pasado 12 de enero, los países latinoamericanos se alzaron en bloque para socorrer a la nación devastada. Al mismo tiempo, advierten que detrás de la ayuda extrarregional, particularmente de Estados Unidos, se avizora una arremetida intervencionista.

El 9 de febrero, la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) realizó una cumbre extraordinaria en Quito con dos objetivos fundamentales: organizar mecanismos y recursos solidarios con Haití y dar inicio a una nueva etapa en su vida institucional.

La presidencia Pro Tempore del bloque regional está a cargo de Ecuador, país que integra UNASUR junto a los del MERCOSUR (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay), la Comunidad Andina de Naciones (Bolivia, Colombia, Ecuador y Perú), más Chile, Guyana, Surinam y Venezuela.

Desde la administración de Rafael Correa manifestaron que el bloque suramericano no sólo quiere canalizar ayuda para el pueblo haitiano, sino que además se contribuya a fortalecer sus instituciones gubernamentales. El presidente ecuatoriano aseguró que hay que pensar en el mediano y largo plazo, ya que de otra manera “el país sencillamente no podrá seguir adelante, a no ser que como colonia, y eso no lo vamos a permitir".
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Las terribles limitaciones para satisfacer las necesidades básicas del pueblo haitiano no es la única preocupación. Semanas atrás, el presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, advirtió: “El gobierno norteamericano se está aprovechando de la tragedia en Haití para meter una ocupación militar. Al pobre pueblo le cayó el terremoto y ahora le está cayendo el otro terremoto con tropas yanquis. Que lleguen los yanquis, pero con alimentos, con medicamentos, no con fusiles”.

Las palabras del líder sandinista se sumaron a las denuncias que hizo el presidente venezolano, Hugo Chávez: “hay 30 mil soldados en Haití sin necesidad, porque no están haciendo nada caminando por las calles con un fusil. No van a rescatar a un herido porque les da asco”. También alertó que “ya se tomaron hasta el Palacio de gobierno de Puerto Príncipe y están disparándole a los saqueadores; no sé cuántos han matado".

Desde el gobierno de Bolivia también alzaron la voz. El presidente Evo Morales, calificó de "inhumano, salvaje y oportunista" al despliegue de las fuerzas armadas estadounidenses en la isla caribeña. Álvaro García Linera, vicepresidente, señaló que "Haití es un territorio que no se merece, en medio de una tragedia, una invasión más".

Según el diario español El Mundo, una semana después del terremoto, Estados Unidos contaba con “12.500 hombres en el terreno y varios buques, entre ellos un portaviones nuclear y un barco-hospital”. En la convocatoria a reunión, para el 25 de enero pasado, de la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA), el presidente venezolano enunció que uno de los temas a tratar serían los “15 mil soldados estadounidenses que controlan cuatro aeropuertos (…) sin contar los que ya se encuentran camino a la capital haitiana, y ha enviado buques de la Armada y la Guardia Costera”.

En la declaración del 9 de febrero, UNASUR expresó el propósito de “contribuir para que la cooperación internacional que llegue a Haití responda a la demanda, necesidades y prioridades del país, en el marco del más absoluto respeto a la soberanía nacional y al principio de no intervención en los asuntos internos”.

De cara a la asistencia, el punto cuatro de esa declaración establece el compromiso de “concretar una nueva cooperación Sur-Sur, mediante el acompañamiento a mediano y largo plazo en el proceso de reestructuración”. Pero el texto resalta que estas acciones se deben llevar adelante “respetando la soberanía de Haití” y que se contemple “el fortalecimiento de las instituciones del Estado y el desarrollo de la capacidad local”.

El bloque de naciones del Sur, lejos de asumir una actitud paternalista o heroica de historieta, se puso a disposición de las autoridades y el pueblo haitiano. Este espíritu se reflejó al declarar que se atenderá a las prioridades establecidas (infraestructura, energía, agricultura y salud) por el presidente de Haití, René Preval, quien participó del encuentro.

Para financiar esa ayuda, se fijó la creación de un Fondo de la UNASUR de 100 millones de dólares, logrado con el aporte de los países miembro, quienes el 22 de febrero fijarían los montos de que disponen. A esto se propuso sumarle un crédito de 200 millones de dólares solicitado al Banco Interamericano de Desarrollo (BID), cuyo pago será asumido por las naciones de este bloque.

Entre las resoluciones adoptadas por UNASUR figura la disposición de llevar adelante las gestiones necesarias a fin de eliminar las tarifas de importación de países suramericanos para productos de la nación caribeña; y ante el Relator Especial de Naciones Unidas sobre deuda externa para que le sean condonados los compromisos económicos. Se aceptó la sugerencia de que cada Estado miembro, según sus posibilidades, asuma el compromiso en la reconstrucción de una zona de Haití; contribuir a la reforestación (aniquilada por la sobreexplotación de madera de los últimos años), y la regulación migratoria a favor de los haitianos.

El presidente Preval reconoció especialmente la acción de las naciones hermanas: “Esta reunión es un gesto que muestra la decisión de países del Sur que quieren colaborar con otro país del sur. Yo aprecio mucho esta ayuda, que no es pequeña, sobre todo que viene de países hermanos, que tienen dificultades”.

Argentina, dispuso el envío de aviones y personal de la Fuerza Aérea, insumos médicos, víveres y repuestos para grupos electrógenos. También aportó personal para la atención médica en un hospital de campaña instalado tras el terremoto. Asimismo, realizó significativos aportes para potabilización de aguas.

Uruguay donó dos plantas potabilizadoras a través de la empresa estatal del sector, cada una capaz de producir 20.000 litros por hora. Chile se hizo presente con personal médico, agua, alimentos, medicinas, carpas, frazadas y colchones. Además, prestó su apoyo con expertos en rescate e identificación de víctimas.

Bolivia se sumó en la ayuda con 50 toneladas de arroz y paquetes de sangre y plasma para los heridos. Cabe destacar, en ese sentido, que el gobierno de Morales realizó una campaña nacional de donación de sangre, de la cual participó hasta el propio presidente. “Llevamos un poco de lo que tenemos, Bolivia comparte lo que tiene, no lo que sobra, y lo que tenemos es un poco de alimento y sangre”, dijo el jefe de Estado.

"Cuba ha enviado más médicos a Haití que Estados Unidos", dijo el presidente venezolano, a la hora que denunciaba la intervención militar del gobierno de Obama en ese país.

Efectivamente, el gobierno y el pueblo de Cuba, están comprometidos con Haití en varios niveles, pero sin dudas la asistencia en materia de salud ha sido importantísima. Sólo dos días después del terremoto, la Isla ya había enviado más de 400 colaboradores. De estos, 344 pertenecen al sector médico, quienes rápidamente se avocaron tanto a la atención clínica y primaria, como a numerosas intervenciones quirúrgicas.

Luego, ese número se ha elevado. En la actualidad colaboran más de 1000 médicos y personal paramédico, enviados por el gobierno de Raúl Castro. La mayoría son cubanos y el resto son haitianos formados en la Escuela Latinoamericana de Medicina con sede en Cuba.

Días atrás, una Comisión de Alto Nivel cubana, encabezada por el canciller Bruno Rodríguez, se reunió con el presidente René Preval. En esa ocasión le presentó una propuesta de reconstrucción de los sistemas de salud, endebles antes del terremoto e inexistentes después de éste.

Rodríguez recordó que "están en funcionamiento 15 hospitales con alta tecnología, que dan respuesta no sólo a la emergencia, sino a la deuda de salud que hay”. Aseguró, también, que se continuará “ampliando esas capacidades con unidades de campaña, pero dotadas de equipamiento moderno". En cuanto a la infraestructura desplegada por la ayuda cubana, hay cuatro unidades de campaña y cinco Centros de Diagnóstico Integral (que se amplían a 10 con la labor tripartita de Venezuela, Haití y Cuba), y por lo menos seis salas de rehabilitación con especialistas cubanos.

Otras áreas atendidas por el gobierno de Castro son las de salud mental, con psicólogos y psiquiatras isleños; y grupos que han desratizado, fumigado y realizado el control de vectores. Promovieron, también, campañas de vacunación contra el tétanos y retrovirales.

Fidel Castro recordó en un artículo periodístico del 14 de enero, titulado La lección de Haití, que “en el campo de la salud y otras áreas, Cuba, a pesar de ser un país pobre y bloqueado, desde hace años viene cooperando con el pueblo haitiano”. Esto se traduce en la presencia permanente de 400 médicos y especialistas de la salud que prestan cooperación gratuita. “En 227 de las 237 comunas del país laboran todos los días nuestros médicos”, cientos de jóvenes haitianos se han formado como médicos en la isla, y ahora prestan servicios en su nación, según lo enumerado por el líder cubano.

Sin embargo, tal como subrayó Fidel Castro, “ninguna otra forma de cooperación digna de calificarse así” es tan imprescindible como “la de luchar en el campo de las ideas y la acción política para poner fin a la tragedia sin límite que sufren un gran número de naciones como Haití”

APM, 18 – 02 – 10

La Quinta Pata

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