domingo, 25 de abril de 2010

Tejada Gómez, la poesía de los humildes

Ramón Ábalo

El miércoles 21 de abril es el día de Armando Tejada Gómez, el poeta mayor de Mendoza, grande en su canto reivindicativo de los humildes, de los laburantes de la pala y el pico, de los que piensan distinto y lo dicen a todo grito, de la niñez y juventud postergadas. El grito de sí mismo señalando a los genocidas entorchados y los que succionan el sudor y la sangre de los súper explotados del mundo. Recuerdo que en el primer aniversario de su fallecimiento fui invitado a estar en un panel de homenaje que se realizó en el Teatro Independencia, promovido por un inquieto buceador de las expresiones populares, como lo es, en alta dimensión, la obra de Armando. En ese entonces, me expresé como sigue:

Muy especialmente agradezco al amigo Marcelo Sapunar, a compartir esta mesa académica, según reza la invitación. Me resulta paradójico ocupar este estrado, este nivel de disertación cuando uno viene de tránsitos menos formales. Con Armando nos hicimos en la penumbra de los viejos cafetines y estaños y en el destello de inagotables jornadas donde la poesía – la de Armando – corporizaba sueños y utopías. Nos hicimos en una cultura nada academicista, cultura de esos ya inexistentes estaños, cultura de solidaridad y compromiso. Poco que ver con la emperifollada cultura de cuello duro...

Pero poder reencontrarse en la memoria y el corazón de Armando, cualquier ámbito es más que válido. Y este es tan legítimo como aquellos añorados boliches de la Calle Larga y la Media Luna.

Quiero decir también que, al igual que yo, muchos tuvieron el privilegio de la amistad de Armando, algunos de ellos siempre presentes, por lo que nos hermanamos en este acto como cuando éramos convocados a la mesa común, en largas tenidas, para arrimarnos al espíritu del vino y ahuyentar la tristeza, algo que se nos prende seguido en nuestros pechos argentinos. Que en esta recordación, entonces, y en lo posible, que la tristeza no sea una presencia indiscreta.

Tal vez por un poco de pudor voy a dejar de lado los encuentros y laberintos que forjaron nuestra amistad, entramada, eso sí, por una igual pasión solidaria y comprometida. Y Armando fue fiel a esa pasión, a ese código de honor propio, como esas fidelidades heredadas en los confines de la Media Luna y la Calle Larga, de esa calle pobre en vituallas pero rica en palabras altisonantes, escenario cotidiano de patadas, piñas y puteadas, en un armónico equilibrio de remansos y jolgorios y donde lo sagrado no eran tantos los dioses como sí la palabra empeñada para no faltar a las citas de los entreveros y las broncas, o esos brazos de apoyaturas para que el compadre levante su rancho y la comadre logre anotar al Juancito en la escuela. Código de honor no escrito ni bastardeado en las letrinas cupulares.
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Recuerdo que alguien, herido por los dardos poéticos de Armando, le endilgó aquello de “resentido social”, a lo que Armando, ligero de reflejos y cargado de indignación, le contestó: “tiene razón...soy un resentido que quiere decir varias veces sentido...” afirmando así, ante el energúmeno enemigo, su humana solidaridad con los desprotegidos, con los marginados... “con los que son culpados de ser pobres...”

También cuando fue víctima del equívoco, como cuenta el amigo Bustelo en una bella evocación en que Armando protagonizó un episodio público e inédito que tiene que ver con la grandeza y valentía de su espíritu. Fue cuando desde su banca de diputado provincial, aproximadamente por el año 1960, defendió los contratos petroleros tramados por el frondizismo. Fue algo así como defender la entrega actual de YPF, un pecado irredimible...Pero cuando advirtió la estafa, como dice Bustelo, "le apareció la recia figura del tropero padre", se separó del bloque y creó su propia trinchera. Pero lo inédito fue que durante un acto realizado a todo público en un tradicional salón de calle Catamarca, Armando hizo su autocrítica y anunció su afiliación a la ideología comunista. Fidelidad y entereza, mercaderías que escasean, aún hoy, en los estantes de la condición humana.

Soporte de una actitud permanente, su poesía fue la herramienta con la que enfrentó a los bárbaros de las décadas del 60 y 70, a los criminales de lesa humanidad. Su canto azotaba los rostros del cinismo y el escarnio, y por eso algunas veces tuvo que salir hacia otros horizontes donde su grito tuvo la misma dimensión.

Anduvo los caminos del mundo, pero siempre se posó con amor y compromiso universal en las tierras de Fidel, de Sandino, de Farabundo Martí, de Allende, y se hizo vocero, agitador y pasionario de los nuevos libertadores americanos, referentes inclaudicables de un mundo mejor, ese que en las vigilias primeras nos conmovía como única voluntad de futuro.

Alzó como pocos en esta tierra del Che, su voz y su canto contra el oprobio y la muerte y transfiguró la ignominia en el poema límpido de la libertad y la esperanza. Y, claro, Armando un ser de carne y hueso, de carne y sangre, como nosotros, tuvo sus debilidades. Pero esas mismas debilidades legitiman su enorme canto de amor y dignidad por nosotros, pueblo al fin que se debate aún hoy entre la impiedad de un sistema monstruoso y la esperanza de lo mejor. Ahuyentando precisamente la desesperanza estará para siempre la voz de Armando, porque también alcanzó el dolor como redención, y fue él mismo sus sueños y sus utopías, para
Nunca más de rodillas
nunca más a pedazos,
nunca más a la muerte
sin haber respirado

Nunca más como topos
nunca más acosados

El hombre por sí mismo
hasta él mismo lanzado
hasta su envergadura
hasta el hombre soñado.



La Quinta Pata, 25 – 04 – 10

La Quinta Pata

1 comentario :

argentinak09 dijo...

Excelente artículo sobre Armando, a quien mi padre también conoció profundamente, allá en su barrio agreste llamado la media luna, y a quien Armando le escribió un hermoso poema "La vida dos veces", mi padre era Toddy,y si bien era yo muy pequeña, aún recuerdo sus noches y días de tertulias abrazados a una misma pasión: la poesía.Un saludo. Stella Maris

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