domingo, 25 de abril de 2010

Terremoto y después

Marcos Meloni

Un sinfín de movimientos sacude este sur latino a orillas del Pacífico. Una ola gigante, una tras otra, empieza a generar una desesperación que se transforma en terror, en rabia, irascibilidad. Olas de malas definiciones, de nuevas derechas y de un terremoto que no para de asustar. Parece que el sacudón se gestó el mismo día que Piñera derrotaba por una mínima diferencia a su opositor y ex presidente Frei.

Aquel terremoto que a muchos nos despertó por su intensidad, aquel desastre de la naturaleza vivido en carne propia por nuestros vecinos, tan solo sirvió como disparador de un estado de cosas que se ponen de relieve como una enfermedad mal curada. Sin embargo, la mejor forma de sanar esa herida inagotable de la madre tierra fue oponer resistencia y represión. Frente a la falta de rumbo, a la pérdida de toda firmeza donde sentirte bien parado, una lista interminable de reprimendas. La mano dura se pone cada vez más dura cuando se invoca a Pinocho. No es para alarmarse, pero la derecha festeja desde sus bunkers preparados para la guerra química y ahora para los sismos. Festejo que tiene que ver con la “reconstrucción conservadora”, con la más recalcitrante oferta político-mediática del neoliberalismo resucitado.

Los medios insisten en mostrar la barbarie del pobre saqueador, despojado de cualquier bien por el sismo niega pobres. Los analistas políticos del basurero compiten por sus proféticas elucubraciones agoreras. Cientos de informes, reportajes, espacios que de alguna forma debían ser llenados con las premisas de siempre: la falsa solidaridad, el fatalismo, la imagen roja y el niño que llora con música de fondo, cada vez más fuerte. Detrás de toda producción informativa una visión editorial, sumaria de la realidad en el sentido más crudo inimaginable. ¿Dónde quedó la sensibilidad? Lo humano ante todo ¿es una utopía?

Nos cansamos cada vez más de esta visión ensañada con la pobreza, con el damnificado que revienta, en su sano instinto de las circunstancias, un supermercado y se lleva un paquete de arroz o una tele. ¿Qué carajo importa que una empresa multimillonaria tenga una pérdida frente a tal derrumbe de la realidad, del techo que ahora no cubre a miles de seres? No se trata de justificar el saqueo, sino dar cuentas de cómo opera el criterio que guía miles de opiniones que cada vez, con más fuerza y poder, condena y estigmatiza al pobre, al desolado, al desamparado, al que se quedó solo en la calle.

Río de Palabras, 25 – 04 – 10

La Quinta Pata

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