Julio Rudman
Vi a Luis Zamora en televisión. Me sugiere algunas reflexiones. Su trayectoria en defensa de los derechos humanos es casi irreprochable. Y digo casi porque, siendo diputado nacional, se abstuvo de votar la nulidad de las leyes de obediencia debida y punto final, bajo el pretexto de que no garantizaban el juzgamiento de todos, absolutamente todos, los responsables del genocidio cívico-militar. Así lo dijo.
Como dice Feinmann, cierta izquierda tiene aspiraciones de máxima que, si no se cumplen anulan, invalidan cualquier avance parcial hacia una sociedad más humanitaria. El famoso todo o nada que, por propia definición, termina inclinándose hacia el segundo de los términos.
¿Cómo hace Zamora para distanciarse del gobierno nacional? La batería de críticas es, entre otras, las siguientes.
1) El avance a mansalva de las mineras a cielo abierto, que están perforando la cordillera bajo la complicidad de funcionarios provinciales y nacionales. Es cierto. San Juan y Mendoza, pero no solo ellas, son ejemplos emblemáticos al respecto. El tema de la defensa de los glaciares va en el mismo sentido.
2) Zamora dijo que el Ejecutivo, este y el de Néstor Kirchner, se había apropiado del tema derechos humanos y lo usufructuaba en su provecho. Apropiado dijo. Usó un término sensible para la sociedad argentina. Demasiado sensible para que le pase inadvertido a alguien que vivió y vive poniendo el cuerpo al lado de los que vieron cómo se les apropiaba vilmente la vida de sus seres amados. Además de suponer una falta de respeto a Cabandié, Donda, Carlotto, Bonafini y tantas y tantos que vieron, con estupor y regocijo, ver bajar los cuadros de Videla y Bignone.
3) Otra de las objeciones de Zamora, compartida por un importante espectro del progresismo principista, cuya figura mediática de mayor peso es Solanas, aboga por la formación de una comisión (otra y van...) que investigue, fehacientemente, qué parte de la deuda externa es legítima y cuál no. Enhorabuena pero ¿mientras tanto?, ¿recurrimos al gesto Rodríguez Saá y aplaudimos en éxtasis, como en aquellas jornadas? No contestó Zamora al interrogante planteado por Heller y otros economistas.
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