domingo, 4 de abril de 2010

Recordando el Mendozazo

Sergio Crescini

Breve crónica de una histórica rebelión popular y un venerable opresor con nombre de aeropuerto.

La jornada del 4 de abril de 1972 fue tal vez la jornada más importante del proceso de lucha y participación popular en la provincia de Mendoza durante la década del setenta.

La dictadura del General Alejandro Agustín Lanusse había designado a un gobernador —interventor de facto, en realidad— procedente de esa auténtica cantera de cuadros antipopulares que es el Partido Demócrata.

Dicho gobernador había ordenado un incremento en las tarifas eléctricas que fue rechazado por sindicatos, uniones vecinales, estudiantes, comerciantes y sectores políticos, quienes habían expresado su desacuerdo mediante una serie de acciones. Los comerciantes, por ejemplo, realizaban apagones.

El 3 de abril la policía de Mendoza queda bajo el control de la VIII Brigada de Infantería de Montaña y el Gobernador presenta su renuncia. El martes 4, pese a la prohibición de las autoridades militares, se concentró una masa heterogénea que contó con la presencia de más de 20 mil trabajadores frente a la Casa de Gobierno y al edificio de Agua y Energía.

Poco antes, las Fuerzas Armadas reprimieron en la sede del Sindicato del Magisterio, donde estaba concentrada la protesta de los maestros, quienes le ofrecieron una resistencia pasiva. Es decir, no enfrentaron a la policía pero desafiaron la orden de desconcentrarse y continuaron la marcha.

También hubo represión ante el local de la CGT —entonces liderada por el petrolero Carlos Fiorentini— en donde se hallaban concentrados obreros y estudiantes. Allí los obreros enfrentaron la represión armándose con piedras y prendiendo hogueras. Mientras avanzaban hacia el edificio gubernamental, se levantaron barricadas por el centro de la Ciudad.
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Ya en Casa de Gobierno, ante el ataque policial, las masas se armaron con palos, piedras y otros objetos que recogieron en los alrededores para enfrentar a las fuerzas represoras. En el momento de la lucha, las columnas de las uniones vecinales, junto a las maestras abandonaron el campo de batalla. Quienes lucharon fueron obreros, empleados y estudiantes.

Una vez que la policía se vio superada, entraron en acción la Gendarmería y el Ejército, produciéndose la militarización del territorio. El armamento de la fuerza represiva estaba compuesto por bastones, granadas de mano, carros hidrantes, gases lacrimógenos, armas de fuego —cortas, largas y de repetición— y metralletas.

Las masas fueron dispersadas pero se reagruparon para avanzar nuevamente contra la fuerza militar. El escenario de enfrentamiento se expandió hacia el casco céntrico. De esta manera, se produjo la ocupación de un espacio que concentra las instituciones del poder material del Estado.

El saldo fue de varios heridos y un muerto, entre los sectores populares movilizados. Luego de tres horas de combate —en las que fueron atacados el edificio gubernamental, bancos y diarios— hacia la una y media de la tarde Mendoza fue declarada “zona de emergencia”.

Las emisoras locales debían transmitir en cadena con Radio Nacional. Comenzó así una guerra psicológica que buscaba desinformar y distorsionar los hechos. En las casas se apagaron las radios en forma de protesta.

Horas después, desde Buenos Aires, se anunciaba que se mantendría el régimen tarifario sin modificación alguna.

En las últimas horas de aquel día el renunciado gobernador de la Provincia, Francisco Gabrielli, habló. En su lectura de los hechos culpaba de los sucesos a “activistas”, “gente extraña”, “perturbadores que buscaban impedir “la salida electoral”. Parece mentira que, actualmente, este personaje sea mencionado hoy con alguna reverencia en el ambiente político y hasta que el Aeropuerto Internacional de Mendoza lleve su nombre.

Esta etapa marcada por persecuciones, despidos y latrocinio, fue el preludio de la salida electoral del ’73. Poner estos sucesos en perspectiva, nos hace pensar en el camino desandado respecto de la participación popular.

Por ello, ojalá que al recordar esta jornada, como uno de los momentos cruciales de la lucha popular, recordemos que en el reconocimiento del otro —del trabajador explotado, del prójimo sufriente— está el sentido de la vida.

Ojalá que a luz de aquel 4 de abril podamos restaurar la política, el instrumento indispensable de la lucha y de la vida.

Porque la vida, para ser plena, no puede renunciar a la lucha.

MPR 4 de abril, 04 – 04 – 08

La Quinta Pata

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