domingo, 4 de abril de 2010

Cantares de gesta

Sergio Peralta
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"Mester traigo fermoso / non es de juglaría / mester es sin pecado, ca es de clerecía / fablar curso rimado / por la cuaderna-vía / a sílabas contadas, ca es grant maestría"
Libro de Alexandre

En el 2006 Sting se reunió con Edin Karamasov – un virtuoso laudista nacido en Sarajevo – y produjeron una obra profundamente bella y de una simpleza absoluta. El vocalista inglés estaba obsesionado con los textos de John Dowland, un compositor y laudista nacido en 1563 y muerto en 1626. Su vida roza casi la leyenda. Se sabe que por 1580 estuvo en París y se convirtió al catolicismo, posiblemente por la amenazas del Emperador. Cuando supo que John Jonson, el intérprete oficial de la Reina Isabel I de Inglaterra, había fallecido se presentó para ocupar ese puesto, pero fue rechazado de plano. No era bien visto un católico en una corte protestante. De todas maneras y perdiéndose en la leyenda, Dowland aparece como espía de la Reina de Inglaterra en distintas cortes de Europa.

Justamente ese andar por los caminos, repitiendo historias rimadas, que era la forma de poder memorizar las noticias, hizo de los juglares unos personajes pintorescos y esperados en cada uno de los pueblos que tocaban y en que tocaban. Lógicamente necesitaban adaptar las novedades a la rima y muchas veces a los intereses de los que generaban las noticias viajeras. La palabra juglar viene del latín, joculator, que significa 'bromista u hombre de chanzas'. Según su arte estos estaban divididos en remedador, que era el que se dedicaba a imitar, el cazurro que llevaba adelante artes plebeyas; goliardos que eran una mezcla de monjes ambulantes y borrachos criticones que solían terminar quemados rumbo al infierno; de hecho goliardo proviene del latín gens Goliae, gente del infierno.

La herramienta usada para memorizar el contenido de sus “noticias” era la rima asonante que proporcionaba más libertad para improvisar. Los juglares eran de origen humilde y se diferenciaban de los trovadores esencialmente porque su fin era entretener y no eran autores de sus versos, que solían ser copiados y adaptados a sus necesidades o a las del noble de turno que servían.
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El reconocimiento visual y auditivo era fundamental en estos personajes. Cuando su andar era errante llegaban a una plaza y se subían sobre un banco vestidos con ropas multicolores. En muchos casos eran además acróbatas y saltimbanquis, pues necesitaban llamar la atención de los habitantes del lugar. Su labor no se realizaba desde un lugar aislado de la sociedad, eran una parte de ella, eran los transmisores de noticias.

No existe noticia ajena a los discursos de la sociedad. Aparentar que el medio gestor de la noticia se mantiene inmaculado es engañar aún más al receptor de la noticia. Toda expresión está atravesada y lastrada por los intereses del que la genera. Desde el momento que se emite una opinión se está haciendo, según una acepción del Diccionario de la Real Academia Española, un dictamen o juicio que se forma de algo cuestionable, o mejor aún, coloquialmente es: aferrarse al juicio propio. Al hacer estas representaciones, los medios modelan el discurso social. La opinión pública está atravesada por la percepción que en este caso, los dueños de los medios tienen de la sociedad. Una sociedad moderna que se traslada masivamente a las ciudades buscando un futuro y abandonando el campo cada vez más tecnificado y con poca necesidad de mano de obra.

En este esquema de comunicación, aparecen los periodistas como si fueran artistas del entretenimiento que, a modo de juglares remedadores, presentan, subidos a la pantalla, el micrófono o tras un teclado, las noticias redactadas por los trovadores de turno. No reconocer la limitación que este hecho da a la profesión hace que, además de “copiar” y recitar la idea del amo, se muestren vestidos con ropajes multicolores para llamar la atención.

En profesiones liberales como la medicina, la ingeniería, la abogacía, existen tribunales de ética que se encargan de proteger la profesión. Es hora de pensar en recuperar el prestigio del periodismo. Existen muchos escritos que hacen mención, analizan, desmigajan el tema. Produce escozor leerlos, porque luego los mass-media lo ignoran; no es posible bastardear la profesión, perjudicar a la sociedad con noticias deformadas y salir alegres como si no hubiese pasado nada.

*Los Barriales

La Quinta Pata, 04 – 04 – 10

La Quinta Pata

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