domingo, 15 de agosto de 2010

Lo que no puede negar la Iglesia Católica

Ramón Ábalo

En el juicio por los delitos de lesa humanidad que se están realizando en la órbita del juzgado federal de San Rafael, surgen elementos que están dando contundencia al objetivo de penar a los que ejecutaron el genocidio como, asimismo, a los responsables ideológicos, tan culpables como aquellos. En cada jornada los testimonios reafirman y agregan lo que los culpables no pueden negar, o sea, su concreta participación en la tortura, en los asesinatos y en la desaparición de personas. En otros puntos del país, donde ya hace rato se concretaron esos juicios, ha habido condenas que clarifican sobre las culpabilidades, entre las que se cuenta las de representantes de la Iglesia Católica.

Asimismo, hay centenares de testimonios, que ya son historia, donde altos prelados, como los monseñores Antonio Plaza y Victorio Bonamín expresaban públicamente su afinidad con los procedimientos de los genocidas, justificándolos como una "reivindicación de los altos valores morales, nacionales y cristianos ante los subversivos apátridas. El gobierno ha marchado a la deriva expuesto a la improvisación y la impavidez de sus dirigentes...pocas veces se ha visto un espectáculo tan impúdico de corrupción en los poderes públicos." Al referirse a las FFAA, afirmaba fervoroso: "...han asumido la peligrosa y abnegada misión de combatir la subversión y de dar una imagen de autoridad ante la falta de ella a los círculos civiles". No le iba en saga Bonamín, afirmando que "la Patria rescató en Tucumán la grandeza mancillada en otros ambientes, renegada en muchos sitios, y la grandeza se salvó en Tucumán por el Ejército Argentino...Estaba escrito, estaba en los planes de Dios que la Argentina no debía perder su grandeza, y la salvó su natural custodia: el Ejército." A su vez, el representante del Vaticano, monseñor Pío Laghi, mientras en las mazmorras cuarteleras se torturaba y se asesinaba, jugaba al tenis con el represor Massera, sin que el clamor de las víctimas lo conmovieran. Aquí en Mendoza, los organismos de derechos humanos concurríamos periódicamente a pedir audiencia, en el Arzobispado, con su titular entonces, monseñor Maresma, y siempre andaba con respuestas evasivas, hasta que en un momento dado dejó traslucir su envergadura cómplice con la dictadura al afirmar "que antes de realizar ninguna gestión (por las víctimas) tenemos que saber de quiénes se trata". Es decir, si son contestatarios contra el poder, bien muertos están.

Y como decimos, en San Rafael se reeditan lo que acontece en otros puntos. Es decir, versiones contundentes de testimonios que llevarán a la cárcel a decenas de represores, varios de ellos ejecutores directos del genocidio. Y también las versiones de los cultores de la muerte, como en este caso del sur, de voceros de la Iglesia, tal el sacerdote ex capellán de los militares en aquella época, que descarada y cínicamente no tuvo reparos en lanzar una verdadera diatriba contra las víctimas al expresar que "hubo personas que se desparecieron a sí mismas y que aparecieron, en algunos casos, tras cobrar la indemnización dispuesta en su momento por el gobierno nacional". Reverberi, que es el nombre del cura pro genocida, no ha sido el único y no expresa una posición personal, sino lo que el cuerpo principal – las cúpulas – de la Iglesia predicaban y predican, como la del que fuera obispo de San Rafael, León Kruk quien, según testigos, cada vez que iban a pedirle ayuda, los hacía esperar por horas y no los atendía, o simplemente les contestaba: "si están presos, bien presos están".

Aunque haga esfuerzos por negarlo, la Iglesia ha sido una fiel cómplice del genocidio en la Argentina, como también en el resto del mundo. Recordemos solamente a Pío XII, Papa durante la segunda guerra mundial que nunca dijo nada contra el genocidio que cometía el nazismo.

Al estigma no lo pueden borrar así nomás.

La Quinta Pata, 15 – 08 – 10

La Quinta Pata

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