domingo, 30 de enero de 2011

Duelo entre Mano Amarilla y Buffalo Bill (I)

Mary Ruiz de Zárate

La noticia del desastre sufrido por el general Custer en Little Big Horn se expandió rápidamente por el ejército y levantó revuelo alarmista.

La situación era crítica para el gobierno norteamericano, pues el aniquilamiento de todo un regimiento indicaba la preparación y el espíritu de combate de los sioux y cheyennes que, con su estado de guerra, ponían en peligro el avance de la riada de aventureros que se había lanzado hacia las Montañas Negras en busca de oro.

Más de 600 guerreros de la reserva Nube Roja, el más importante establecimiento Cheyenne, habían marchado a incorporarse a Toro Sentado, que permanecía todavía con sus fuerzas en la comarca del Big Horn.

El general Merrit tomó a su cargo la responsabilidad de cortarles el paso a estos cheyennes, a cuyo efecto seleccionó a 500 soldados a los que acompañaría un cuerpo de scouts o exploradores, que eran expertos guías y rastreadores de indios. Muchos de estos exploradores eran indios pawnes, cobardes y traidores, que siempre fueron sometidos y lacayos de los conquistadores blancos.

Al frente del cuerpo de exploradores marcharía el coronel William Cody, más conocido por Buffalo Bill, el famoso aventurero que a costa de asesinar indios, de perseguirlos en todo el oeste y por su calidad de notorio rufián, había alcanzado sus grados en el ejército norteamericano.

Buffalo Bill
Este hombre de la frontera había vivido largos años en las praderas, como cazador de búfalos. Allí había aprendido de los indios sus costumbres, su vida y también cómo mejor aprovecharse de ellos para esquilmarlos. Buffalo Bill, conocedor de la religión animista de los pieles rojas, no ignoraba que estos tenían la creencia fanática que, después de muertos, el Gran Espíritu les arrastraba hacia su morada por los cabellos. De aquí la importancia que revestía para ellos el arrancar a los enemigos “el cuero cabelludo”, creyendo así privarles de la vida futura en la mansión del Gran Espíritu. Buffalo Bill, consecuentemente, les arrancaba la cabellera a sus víctimas pieles rojas, al solo efecto de inspirarles terror.
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Este hombre, al que la novela, el cine y la televisión han convertido en el clásico héroe norteamericano del oeste, fue un hombre que, efectivamente, nunca conoció el miedo, pues estaba formado de la “dura pasta” de los pioneros del Far West como Dan Boone, David Crockett y kit Carson, los tres pilares humanos de la colonización, en esos extensos y ricos parajes de la América del Norte.

Junto a estos, pintoresco, ídolo de las mujeres, magnífico superhombre de una sociedad áspera y violenta, jalonó con sus bandidescas aventuras un ciclo de la historia norteamericana, que comienza el año en que se colocó el último tramo del ferrocarril Union Pacific. Buffalo Bill pertenece por entero a la idiosincrasia de aquella tierra que tenía por frontera el Mississippi; nació en Iowa y murió en Colorado.

William Frederick Cody resalta sombríamente en el gigantesco escenario que la naturaleza ofrece en la frontera, de paisajes agrestes, llanuras inmensas, altivas montañas, ríos turbulentos, selvas misteriosas; el rudo y salvaje oeste que él ayudó a “pacificar”.

Este “rostro pálido”, cuya frondosa cabellera ansiaban “escalpear” todos los indios rebeldes, murió tranquilamente a los 72 años. El estado de Colorado mandó a oficiar en su memoria un funeral, orgulloso que la ciudad de Denver hubiera acogido su último suspiro. Era el 10 de enero de 1917. En los finales de su vida se había enriquecido y vuelto a empobrecer varias veces, fue invitado de reyes en Europa y se había paseado desde Londres hasta Viena, Berlín y París, con su actividad final, la de actor de circo, que fue la que lo transformó en millonario. Con su Wild West Show recorrió las capitales del mundo, presentando a viva escena y en espacios colosales, aspectos de la lucha de los colonizadores blancos en el oeste, acompañado de una tropa de indios pawnes, sus fieles secuaces.

Cody componía obras en las cuales siempre los indios malvados y asesinos perseguían en tropel al legendario Bill, el cual, siempre astutos, siempre superior, siempre héroe, resistía él solo con su revólver de cabo de nácar y su largo cuchillo y derrotaba a los salvajes a tongas, a miles, en medio del humo y del fuego de chirriantes carretas en ruedo, y de diligencias en cuyo interior se desmayaban bellas damiselas que se abrazaban a su salvador. Las “bellas” que viajaban al oeste, por supuesto que no eran tímidas damiselas, sino muchas veces damas de variadas pintas, y de su misma fuste, calibre y puntería.

Baste decir que estas damas, “pioneras” de la civilización occidental eran, en su inmensa mayoría, por no decir la totalidad, prófugas de la justicia y de las matronas de burdeles de cuarta y quinta categorías de las ciudades que bordeaban la frontera.

En cuanto a sus héroes, los superhombres a lo Buffalo Bill, de dos metros de estatura, de blonda cabellera y ojos azules, eran la hez de la sociedad: ladrones, asesinos y delincuentes de toda laya.

Pues bien, todo este selecto grupo constituía el conjunto de actores del circo de Buffalo Bill, con los correspondientes accesorios de caballos, diligencias y carretas, por supuesto llenas de flechazos “auténticos” y balazos de los indios.

Nuestro José Martí, en un artículo publicado en La América”, de Nueva York en 1884, y reproducido en La Nación de Buenos Aires, en el que trata sobre William Cody y su circo, señaló:

Ahora está sacando ventajas de su renombre y pasea los Estados Unidos, a la cabeza de un numeroso séquito de vaqueros, indios tiradores, caballos, gamos, ciervos, búfalos…

Continuará

Juventud Rebelde, 09 – 04 – 70

La Quinta Pata

2 comentarios :

Anónimo dijo...

Excelente trabajo! La saga de relatos es apasionante. Felicitamos a los autores y a la revista por crear este espacio que esgrime como bandera que la resistencia y la lucha ha sido y es una consigna de la humanidad.

Amtry dijo...

Buffalo Bill, consecuentemente, les arrancaba la cabellera a sus víctimas pieles rojas, al solo efecto de inspirarles terror.

Exactamente lo mismo que hacían sioux , cheyenne y demás , es cierto que Hollywood maltrato a los indios en un principio y despues de eso paso a todo lo contrario , a venerarlos , ni una cosa ni otra , los indios también rompieron tratados , en little big horn y refriegas aledañas cometieron ensañamientos y barbaridades de lo peorcito , tan o malas o peores que los propios blancos , hay que ser un poquito mas objetivo y leer de ambos lados

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