Ramón Ábalo
En oportunidad de presentarse en los estrados del Juzgado Federal de Mendoza, donde se están realizando los juicios contra los genocidas, Horacio Martínez Baca – en verdad Horacio Martínez Cejas – como testigo en las causas que se ventilan, al finalizar y ante una pregunta sobre el libro Mendoza Montonera, respondió con un concepto despectivo: "es un panfleto", por lo que nos permitimos reproducir un documento que hicimos público en diciembre del 2007, entendiendo que allí se explicita la controversia provocada por el Horacio:
Sin pretender, en estas líneas, afirmar una tipología social, humana, antropológica de lo que éramos los argentinos en los 60/70, eso se fracturó vertical y horizontalmente por el genocidio, cuyo terrorismo organizado perforó la conciencia colectiva de gran parte del pueblo argentino. Con las desapariciones y la destrucción física de miles de militantes que apuntaban a un cambio a fondo de las estructuras políticas, ideológicas, económicas, sociales y culturales, ese cambio se dio al revés, y desde los 80 al presente, los argentinos somos otros a aquellos de los 70.
Por eso nos decidimos a dar testimonio de esos procesos y sus consecuencias con nuestros libros El terrorismo de estado en Mendoza y Mendoza montonera, este último en asocio con Hugo De Marinis, que son partes de una historia reciente que todavía no está sino parcialmente incorporada en la memoria y conciencia colectivas, especialmente de las nuevas generaciones.
Y lo precedente tiene que ver, exclusivamente, por lo que transcribe el Diario UNO ..o sea el contenido de una querella que nos habría iniciado Horacio Martínez Baca, el hijo mayor de Don Alberto Martínez Baca, por supuestos errores y horrores que habríamos cometido en Mendoza montonera, hasta tal grado de sentirse agraviado por lo que considera una irreverencia dolosa a la memoria de su señor padre.
Lo que nos parece es que Horacio no ha leído bien, que no ha asimilado lo más profundamente conceptual del contenido y de que nuestros objetivos están expresados bien claramente: por un lado, contar una porción, la provincial, de una historia mayor, la nacional, que pretende reivindicar a esas generaciones de argentinos que entregaron sus vidas por un país y por un mundo mejor. Que es también una profunda y sincera reivindicación de la vida política y la obra de don Alberto, a quien calificamos como la más alta expresión ética de la política de los últimos tiempos.
Horacio fue el titular de la Secretaría General de la Gobernación durante la gestión de su padre como gobernador durante el 73/74. Como se expresa claramente en nuestra escritura, a Horacio se le conocía más por el mote de El Ropero, tal vez por su estructura física y, según comentario general, por su menguada trascendencia que tenía en esa función pública. Y por eso, en un libro que tiene a cientos de actores, en que algunos son los malos y otros los buenos, como en las películas de acción, él sería algo así como el tonto, también un personaje clásico en ese tipo de películas.
Otra torpeza de mala fe es cuando afirma que nuestro libro dejó de verse después que inició la querella, como queriendo decir que los hicimos desaparecer por miedo. Todo lo contrario, porque al menos aquí en Mendoza se agotaron más de 1.000 ejemplares (al 2008, más de 2.000) que se vendieron en las principales librerías. A tanto, que se está preparando una segunda edición y sin tocar ni un punto ni una coma. Los delirios de Horacio nos vienen de perillas para vender más. Sigue siendo El Ropero.
Mendoza, 17 de diciembre del 2007.
La Quinta Pata, 30 – 01 – 11
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