domingo, 23 de enero de 2011

Miradas del sur, miradas al norte

Ramón Ábalo

El juez federal de Mendoza, Otilio Romano, el que se encuentra cercado por la misma justicia a la que todavía representa, se desespera por zafar de una segura reprimenda que lo puede llevar a compartir prisión juntamente con los que protagonizaron el terrorismo de lesa humanidad y han sido sus seguros mentores políticos e ideológicos. Ahora pretende que la testigo, y víctima, Luz Faingold, haya incurrido en falta grave al señalarlo concretamente como uno de sus victimarios en las mazmorras del D2.

Pretende desmentir a Luz por sus dichos ante el Tribunal que juzga actualmente a los genocidas que asolaron a Mendoza en los años de plomo. Luz lo señala en el momento en que, estando encarcelada en la prisión del D2 – con apenas 17 años de edad – aparece Romano en el cubículo en el que ya había sido torturada y violada, con los signos visibles de un cuerpo totalmente llagado, herido y humillado. Luz creyó – cuenta – que ese señor elegantemente vestido que se aparece de repente, sería un personaje que se hacía presente para liberarla de su tremendo drama. Fue observada e "inspeccionada" atentamente, por lo que Luz, esperanzada, pensó en una libertad inmediata. Ocurrió lo contrario, y después al ver la figura de Romano en otras circunstancias, supo que aquel personaje era este otro.

Como está el proceso, de acuerdo a las decenas de aportes orales, y otras pruebas, Romano no zafa, y sí Luz de la embestida del genocida.

No se puede dejar de anudar en esta recreación del terrorismo de estado en los ámbitos de la justicia, la vigencia – inclusive pujanza – de los elementos oscurantistas y retrógrados que apuntalaron al genocidio. Ideológica y políticamente aparecen en escena con dichos y acciones que los pintan de cuerpo entero – vísceras y conciencia – como almas que los lleva el diablo. Precisamente fue un escenario, en Malargüe, hace una semana, que el cura Pato logró parar una interpretación de, Les Lutheriences, grupo mendocino que estaba interpretando, con ropajes de monjes, un texto con ropaje sexual pero no pornográfico. A partir de este momento se ha armado un movido revuelo en todo el país, mucho más cuando el cura, de apellido Gómez (ver nuestra Quinta Pata de la semana pasada ) reafirmó su vocación genocida al decir que "la violación a la fe era 10.000 veces peor que la violación a una hija". ¡¿Qué tal?!
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Este cura depende de la diócesis de San Rafael y es un verdadero enclave de la Cité Catholique, que estuvo conducida por el obispo Kruk, ya jubilado, que salió a relucir su nombre en los juicios recientes de San Rafael como que hacía la vista gorda ante la acción de los golpistas en esa zona. Posteriormente asumió el obispado José Antonio (en homenaje a José Primo de Rivera, fundador y dirigente máximo de la Falange, fuerza de choque contra la República española en l936) Álvarez Domínguez formado en el fundamentalismo más rígido del catolicismo y que está haciendo de esa región – el sur de Mendoza – un refugio concentrado y selecto de lo más deleznable de la ultraderecha: el Verbo Encarnado, La Reja y otros grupos del palo, que han elegido al lugar "como irradiación de la verdad". El tema es que crecen y se proyectan, sigilosa o estentóreamente, hacia el resto de la geografía circundante. Pero lo peor, a las zonas de la subjetividad humana. Y réquete peor, a las zonas maleables – inocencia, ignorancia – de adolescentes y niños. No olvidemos que el cura falangista, o sea Álvarez Domínguez, incurrió en el pecado de blasfemia contra las víctimas, los familiares y el pueblo todo, durante los juicios en San Rafael. Cretina - ¿y cristianamente? - afirmó: "Hubo auto-desaparecidos que después aparecieron".

Y claro, Malargüe , al que empezamos a descubrir, algunos, como el epicentro de la proyección falangista y oscurantista de este reducto de la Inquisición, del que gran parte del mundo ignoraba, es una señal de que las comunidades pequeñas, en las que todos se conocen, son débiles para enfrentar las arremetidas de los resabios de un poder que se cristaliza en los cuatro costados de la Plaza Mayor: el Alcalde o Intendente, el Juez, el Comisario y la Iglesia.

Miradas del sur obnubiladas todavía con el espejismo "civilizatorio"que emana del Norte.


La Quinta Pata, 23 – 01 – 11

La Quinta Pata

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