domingo, 19 de junio de 2011

Junio del 55: “matar a Perón, viva Cristo rey”

Ramón Ábalo

Los aviones de la Marina que habían levantado vuelo desde su base de Punta Indio (Puerto Belgrano) y se dirigieron hacia el centro de la Capital Federal, específicamente a Plaza de Mayo, en torno de la Casa Rosada, para un supuesto homenaje a la bandera (estaba cerca el día 20) y desde sus alturas descenderían ramos de flores.
De a poco llegaban diversos grupos de personas, destacándose contingentes de escolares y estudiantes. Cerca de las 12:30 se avizoraron escuadrillas de aviones y los espectadores en la plaza levantaron sus vistas y observaban embelesados que comenzaban a caer objetos que se suponían eran los ramos de flores: "Qué bajo vienen los aviones", dijo un pibe medio temeroso, pero otro le gritó: "No seas maricón, no ves que van a tirar flores como dijo la maestra". El embeleso se convirtió en desesperación y muerte cuando los bultos que llegaban al suelo se convertían en los mensajeros de muerte. Las esquirlas destrozaban los cuerpos y los espacios se convertían en breves ríos de sangre. La gente se desplazaba en carrera enloquecida, pero pocos escapaban de las metrallas, y en un costado de la plaza, cerca de la Catedral donde descansan los restos de San Martín, un ómnibus que se acababa de detener saltaba por los aires debido a una bomba que le dio justo en la mitad. Al otro día un diario peronista, Democracia, en una extensa cubertura del día aciago, reportaba que en ese ómnibus habían llegado unos 40 escolares, que después figurarían en la nómina de los más de 400 muertos y unos 2.000 heridos, varios de ellos convertidos en víctimas fatales posteriormente. El mismo diario destacaba, en primera plana, una escena espeluznante: un cuerpo que parecía estar caminando, erguido, pero sin cabeza. El cronista afirmaba que una metralla le había sesgado esa parte. Cientos de cuerpos yacientes por todo el territorio del paseo, los escombros y la gente corriendo hacia donde sea en pos de salvación, completaban el panorama.

La traición santificada
A los cuarteles, una vez más y como prolegómeno, el oscurantismo católico recurría para socavar las bases de un gobierno que lo enfrentaba mediante políticas sociales favorables a los trabajadores y una Evita que alzaba su voz cotidianamente para señalar a los traidores entorchados y sus aliados de la mitra y la púrpura. Dos años antes fue un primer intento que fue sofocado, pero la traición en los cuarteles se profundizaba y ese 16 de junio fue algo más que un anuncio. Esta vez, la orden recibida fue terminante: "Hay que matar a Perón" con la bendición de la santa iglesia católica que se identificaba en los costados de las naves voladoras con un Viva Cristo, representado por un signo contenido por una letra V mayúscula y vertical a su centro interno, una T también mayúscula.

Cobardes y cipayos
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Fueron unos 40 aparatos que durante un par de horas venían y descargaban sus "flores" y regresaban para recargar y proseguir así con su mensaje letal contra una población totalmente indefensa, inerme por la sorpresa y el pavor. Una parte tomó el aeropuerto de Ezeiza como un soporte para el desplazamiento de tropas y tomar el poder, porque de eso se trataba con esta embestida: matar a Perón y cambiar de manos el poder. Pero el plan fracasó y los valientes hijos de Cristo Rey se instalaron en Uruguay, un cómodo refugio que les facilitó el gobierno de Blanes, con una recepción que los comparaba a los más gloriosos héroes pero de una historia signada por las guerras intestinas en la búsqueda de una afirmación identificatoria compleja y violenta. Este momento de una nueva etapa de esa búsqueda, en la que la mayor expresión era el reconocimiento de los sectores del trabajo y la producción como pilares de la Nación, removía los intereses de una clase dominante que lo era por su apropiación de la tierra y el exterminio de sus auténticos propietarios. La renta de esa oligarquía de la pampa húmeda era preferible dilapidarla en los burdeles luminosos de París. El plan era la recuperación de lo poco perdido a como sea. Después de las intentonas anteriores, Perón ordena desarmar a los enojados oligarcas pero solamente les quitó las municiones y no las armas. Para esta asonada recurrieron a los servicios de los ingleses que les suministraron las municiones en contactos que se hacían en alta mar.

Héroes y malvados
Perón había hecho esfuerzos para armonizar con la iglesia, lo que le resultaba permanentemente difícil durante todo su gobierno, mucho más por el poder cierto de las causas populares que dirigía Evita, que no dejaba de satanizar a la pretendida acción social de la iglesia. Después de ese junio del ‘55, inmediatamente, Perón hacía público su desconcierto por las clases dominantes y sus apoyaturas en la iglesia, pero fiel a su identidad profesional, salvó la reputación del ejército, fuerza que tres meses después se plegaría con marinos y aviadores para darle el golpe final. En aquella ocasión dijo: "En cierto momento pensé que la oligarquía estaba ya definitivamente vencida y que los numerosos fracasos de sus empresas antipopulares, siempre al margen de la ley, de la justicia y de la democracia y siempre respaldada por alguna fuerza internacional, habían persuadido a nuestros adversarios y enemigos acerca de la necesidad de trabajar en paz por la felicidad común y por la grandeza nacional. Una de las formas de la oligarquía que nunca abandonó del todo la lucha fue precisamente la oligarquía clerical. Durante doce años el gobierno trató, por todos los medios posibles, de obtener la armonía en sus relaciones con la jerarquía eclesiástica".

La guerra de Malvinas destacó verdaderos héroes, pero algunos de ellos quedaron estigmatizados por haber sido directos ejecutores del terrorismo de estado de la dictadura genocida, como el que fuera oficial de la marina, el mendocino Giachino, muerto, según se dice, en batalla por la recuperación de las Malvinas, pero con la deshonra de ser uno de los represores en unos de los tantos campos de detención clandestinos. No obstante, ha sido honrado "post-mortem" innumerables veces y de diversas formas por su heroísmo en Malvinas, que no lo dudamos, pero con una carga que difícilmente tenga parangón con las medallas y demás honras. Y otro tanto del que fuera aviador en aquellos tiempos de junio, el piloto mendocino Giargiulo, que maniobró uno de los aparatos que tiraba bombas sobre hombres, mujeres y niños en la Plaza de Mayo. También sería héroe de Malvinas, por lo que tiene una calle en Godoy Cruz que honra su nombre. Desde el Concejo Deliberante de ese Departamento hay una movida para descolgar ese letrero que dice que una calle se llama Giargiulo.

Después de aquel junio, después del año 30, después del golpe 63, después del golpe del 66, después del golpe del 76, después del golpe del "campo" del 2008, ¡ojo entonces con el cura Bergoglio!, el cura Pato, monseñor Rey, el cura Moreno y otros tantos con olor a santidad, no vaya a ser que anden rondando algunos cuarteles, bases navales o aéreas. ¡Ojo!

La Quinta Pata, 19 – 06 – 11

La Quinta Pata

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