domingo, 10 de julio de 2011

Carlos Levy, poeta y guarda de antiguos libros-joyas

Alberto Atienza

Carlitos, en el hogar de volúmenes, muchos de ellos, salvados de las hogueras

Canoso, alto, voluminoso cuerpo. De mirada indescifrable, unos ojos en los que se vislumbra un rio de pensamientos, cauce que no se detiene. Carlos Levy, en su negocio “la anticuaria” de la Galeria Tonsa de Mendoza, con miles de libros a su alrededor, situados en paredes, en sillas. Volúmenes viajeros de tiempos idos, pero de ideas vigentes. Tomos viejos, para algunos, que creen que nunca llegaran a tomar sol en un banco de la peatonal. Tesoros del hombre que recalaron en un sitio donde son cuidados, mantenidos, a la espera de manos y lecturas cariñosas. Eluden ahí los contenedores, las bolsas de residuos, las fogatas, donde van a parar los libros de ancianos que mueren. Tiran sus familiares junto a papeles, fotos color sepia, velador y el colchón, los amores impresos que un hombre sensible conservó por años. Obviamente que el inmueble del viejito, si poseía alguno, es preservado. Pero, mejor, es abrir uno de esos tomos y dejar que la magia eterna de las letras nos llene el alma. Y también, algo saludable, hasta maná para el espíritu, es hablar de poesía. En este caso, poesía actual, contemporánea. Bella. Dura, la obra de un querido amigo que algunos recuerdan por su “nom du guerre”: pupa de la chausa. Preguntas y respuestas a Carlitos.

- ¿Qué es la poesía?
- La poesía es una flecha, su punta, la palabra, y cuando da certera en el blanco, como decís vos, “transforma el aire”. Eso es para mí la poesía.

- ¿Para qué sirve la poesía?
- Para nada, y por el absurdo, para todo, un solo verso que conmueva acaso por un instante la justifica.

- De los históricos, los ausentes ¿Cuál fue el mejor, el más grande poeta mendocino?
- Es difícil responder, hay muchos, todos grandes: Cúneo que hablaba con su soledad a puro silencio; Lorenzo que viajaba en pajaritas de papel escapando de los tontos; Tejada Gómez que reinventó la palabra América…

- Dicen que Mendoza es tierra de poetas. Un lector estudioso de las letras locales dividió a los poetas de la provincia en acequieros (cunden) sintéticamente esos que se conmueven con el agua cantarina de las acequias, las hojas del otoño y que se desmayan ante el advenimiento de una fiesta de la vendimia; plumones, que elaboran unos poemas limpios, correctos, muy parecidos a los de poetas no conocidos, como César Fernández Moreno; necrosaurios o los hijos de Loreti, que copian fielmente los textos de las lapidas; onanes o xeropas motivados por el sexo, hombres, de aspecto respetable pero animados por un innombrable (solo en poemas) fuego interno y mujeres, muchas, temblorosas, famélicas de todo, un tanto feúchas, angelitas de dios, que se orgasmean en cada verso, criptos, o herméticos o “no te entiendo un pomo” la frase más escuchada entre el público en sus recitales. Presentan ininteligibles obras con bombos y platillos. Ni ellos, ni respectivas mamás y abuelas, permisivas y buenas, comprenden sus poemas. Y los restantes, aun sin nombre; enrolados en la arcaica izquierda, provienen de las disueltas legiones de sicobolches de los 60 y 70. En su mayoría profesan el piadoso stalinismo, odian a Trotsky y envidian a Maiacovski ¿En cuál de esos grupos se enrola su obra?
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- Me conmuevo ante el agua cantarina de la acequia pero no soy un acequiero. Me baño todos los días pero no soy un plumón, pero sí soy un desconocido. No soy tampoco un necrosaurio, aunque me hubiera gustado escribir la Antología del Spoon River, de Edgar Lee Masters. Como mi señora entiende perfectamente mis poemas se desprende que tampoco soy un Cripto. No soy un Onanes aunque me gustan las féminas de cualquier manera y, si no son angelitas de Dios, mejor. No soy un sicobolche, no soy stalinista pero tampoco odio a Trotsky, La nube con pantalones del futurista Maiakovsky es un poema hermoso pero no lo envidio… No tengo nombre, entonces y como innombrable me pregunto si realmente me merezco te tomes la molestia de hacerme este reportaje.

- ¿Cree que la poesía incide en la gente?
- Claro que incide, de hecho cuando todavía era yo un apenas salido de la adolescencia usaba poemas de otros para el levante y de veras incidía, las víctimas quedaban fascinadas, a veces, y otras, fracasaba con un éxito rimbombante y terminaba la noche solo. Si eso no es incidir, ¿la incidencia dónde está?

- ¿Considera que los poetas deben visitar escuelas, expandir su obra, contagiar de poesía a las nuevas generaciones o permanecer en torre de cristal o en profundo pozo a la espera que la gente los descubra?
- La torre de cristal es el suicidio del poeta. Con eso creo que respondo a esta pregunta.
Carlos Levy vende libros antiguos, polvorientos, sorprendentes. Es su labor diaria en su negocio “La Anticuaria” de Galería Tonsa, frente al cafecito y también dirige una escuela de escritores

- ¿Cuándo podrá vivir de la poesía?
- Nunca, no me interesa vivir “de”, si no “por”.

- Realmente, con una mano en el corazón Levy o en el marcapasos, si lo tiene, ¿alguien puede aprender a engendrar poesía? Recordemos que la poesía no se escribe. Si así fuera cualquier salame picado grueso, que redacte de corrido “la mula mala sale sola” puede convertirse en un vate de fama. La poesía emana de lo profundo del ser. Surge, por instantes, casi mágicos, revitaliza, perfuma al idioma y una vez suelta, en libertad, en alas de la voz, modifica al aire, lo ilumina, tornándolo diáfano. Lo llena de alegría o de tragedia, empuja a pensamientos diferentes, lanza imágenes destellantes que el receptor capta con toda su fuerza y espíritu, como la descripción, hermosa, golpeadora, de una ciudad, en parte de su obra. Lo dicho, esa liturgia tan única, vence al paso del tiempo y logra que uno se conmueva con la obra de Alejandra Pizarnik, por ejemplo, o de nuestro recordado Víctor Hugo Cúneo ¿Se puede aprender la poesía? Alejandra y el poeta bonzo o un tal Carlos Levy ¿necesitaron de un maestro?
- Decía Ortega y Gasset, que “el hombre es él y sus circunstancias” parafraseo y digo: El poeta es él y sus maestros. Yo tuve muchos: Cali, Tudela, Embrióni, Lorenzo, Víctor Hugo Cúneo, y mucha lectura de poesía. Vallejo, el mayor, Neruda, Lee Masters. Me emociona ese libraco formidable llamado La Biblia. El inefable ciego ilustre, Borges, otro de los grandes (aprendí con él a querer a mis fantasmas) decía de ella que era el más maravilloso libro de aventuras que jamás se escribió. Lo del poeta puro es una gran mentira, tampoco es el espía de Dios, no se puede ser espía de lo que no existe. En todo caso es el espía de sí mismo.

- También se dedica usted o vos, como prefiera(s), a la narrativa. ¿No cree(s) que eso es una invasión de terreno y el exilio de un verdadero universo como es la poesía?
- No, no creo que sea una invasión porque no creo en los géneros literarios, se puede escribir narrativa y poesía simultáneamente.
He elegido algunos de sus poemas que pasan a formar parte de esta nota. Espero que esté de acuerdo con el friso y, además, que a nuestros lectores les agraden, ahí van…

El hombre y la mujer estaban borrachos de ginebra,
no hablaban
ni reían
ni lloraban, solo bebían.
Fumaban y bebían:
cada trago
los hizo más transparentes
hasta que solo quedó el humo.
Hubo cierta melancolía
en el mozo cuando dijo:
se fueron sin pagar otra vez, los fantasmas.
III
Con la última luz que se rezaga
de esta tarde de octubre que no vuelve
he muerto un poco más que de costumbre,
que de costumbre,
un poco más:
dice mi epitafio:
yace en este bar
carlos levy
bebiendo ginebra
con más tedio que otras veces.
IV
...vendrá la muerte y tendrá tus ojos
C.Pavese
Después
la memoria será una inmensa piedad desparramada en la tarde.

Y alguien
Llenará un hueco del aire con tu nombre.
Después de después
vendrá la muerte y tendrá
también los ojos de la memoria.
El vino
No
el trago solemne del salón
digo el vino que está en la fe perdida,
en la noche que aún se estira y en los locos,
vino del silencio y los infiernos de adentro,
ese mismo que anima
a curda feroz del hombre gris que se desata.
Hablo del vino de los bares
que despuebla catedrales,
de las putas y borrachos sin más,
ese que beben los fantasmas sin descanso
como si fuera el mar de los náufragos del alma.
Vino de la vida o de la muerte, qué más da.
Digo beberlo
como el profeta descreído
que quema la biblia para iluminar su horca.



La Quinta Pata, 10 – 07 – 11

La Quinta Pata

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