domingo, 24 de julio de 2011

Guatemoctzin: el último tlatoani

Mary Ruiz de Zárate

Partiendo del valle de Toluca, al frente de los ejércitos de la confederación mexicana marchó rumbo al sur, Ahuitzotl, gran Tlatoani de Tenochtitlán, para reducir a la ciudad rebelde de Ichcateoapán.

La victoria fue total para los aztecas que regresaron a sus lares llevando como prisioneros al tlatoani de Ichcateoapán, a varios de sus principales jefes y a su hija Cuayautlitalli.

Firmados los acuerdos de paz, se estipuló el matrimonio de la princesa de Ichcateoapán con Ahuitzotl, joven hijo del tlatoani Ahuitzotl.

Alrededor del año 1500 nació de ese matrimonio Guatemoctzin [Cuahtemoc]: – Arco Iris de Paz – que permaneció al lado de su abuelo materno, hasta que al cumplir los 10 años, fue llevado a Tenochtitlán a cursar estudios superiores en el Calmecac como correspondía a un miembro de la familia gobernante de México.

Muy distinguido como soldado y como táctico, pronto conquistó honores, estimándole tanto su tío Moctezuma – sucesor de Ahuitzotl – que le otorgó la más bella de sus hijas como esposa.

Bernal Díaz del Castillo, el soldado cronista, describe así, en su Verdadera historia de la conquista de la nueva España , al héroe de la resistencia azteca: “Guatemuz era de muy gentil disposición, ansi de cuerpo como de facciones y la cara algo larga y alegre, y los ojos más parecían que cuando miraba que era con gravedad que halagüeños y no había falta en ellos, y era de veinte y un años y la color tiraba su matiz algo más blanco que a color de indios morenos…”

Cuando el hermano de Moctezuma, el sabio y valeroso Cuitlahuac, logró escapar del palacio de Axayacatl, donde estaba reducido a prisión junto a otros notables mexicanos, fue inmediatamente proclamado hueytlatoani de Tenochtitlán, por el gran consejo, para que encabezara la guerra contra el invasor extranjero. Rápidamente reorganizó los mandos militares y procedió a nombrar en el cargo de tlacatecutlí, que él dejaba vacante, a su sobrino Guatemoctzin, o sea, general de todos los ejércitos.
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Guatemoctzin como tlacatecutlí comenzó a aumentar sus fuerzas con soldados que llegaron de todas partes del Anáhuac, enviando también mensajeros a Tlaxcalla para precisar a los gobernantes de ese estado a que prestaran ayuda a la confederación, según habían pactado desde antiguo, en caso de agresión extranjera.

Los tlaxcaltecas traicionaron a los mexicanos y tomaron partido por el invasor, con lo que inclinaron la balanza desfavorablemente, en contra de los mismos intereses nacionales.

La toma de Tenochtitlán
Traída por un esclavo de Pánfilo de Narváez apareció por aquellos tiempos en México una epidemia de viruelas que ocasionó miles de víctimas, entre ellas el hueytlatoani Cuitlahuac, a solo cuatro meses de su exaltación al cargo.

Para suceder al difunto, el gran consejo electoral designó al joven Guatemoctzin en consideración a sus muchos méritos de guerra y virtudes personales.

El nuevo jefe de los mexicanos se aprestó a la defensa de Tenochtitlán amenazada de ataque por las huestes de Cortés, engrosadas por los huetzuzincas, los cholutecas y tecpanecas, enemigos tradicionales de los aztecas, que antepusieron sus pequeñas rivalidades regionales a los intereses vitales del Anáhuac.

Se tomaron medidas para resistir un largo asedio, como por ejemplo: acopio de víveres y de armas ofensivas; lanza-dardos, jabalinas, arcos y flechas, macanas, hondas y armas defensivas como: petos, corazas y escudos.

Se trabajó incansablemente haciendo más profundos los canales que aislaban la ciudad de tierra firme, y cuando todo estuvo dispuesto se evacuó gran parte de la población, para evitar que sufrieran los estragos de la guerra, luego se alzaron los puentes y se destruyeron las calzadas que daban acceso a la ciudad, quedando solo escondidas en las riberas de la laguna, las enormes canoas, construidas expresamente para luchar contra los bergantines, que los españoles habían fabricado en Tlaxcalla, para intentar el asalto a la urbe acuática.

Casi tres meses duró el sitio. Los españoles cortaron las aguas del acueducto de Chapultepec, destrozando los canales conductores, mientras que el capitán Alvarado arrasaba Tlacopán con dos cañones, 30 caballos y 160 infantes españoles a los que auxiliaban 5.000 tlaxcaltecas.

El capitán Sandoval por su parte, tomaba Iztapalapan, y Cristóbal de Olid a Coyohuacán, mientras Cortés atacaba tenazmente Tenochtitlán.

Lo que los españoles ganaban en un día lo perdían al otro, hasta que la falta de víveres y de agua se hizo sentir terriblemente entre los aztecas, que desesperados, salieron de su reducto de Tlatelolco y efectuaron un fiero ataque que hizo retroceder a los españoles dejando al propio Cortés prisionero y a su estandarte caído en el suelo.

En ese momento, según las leyes de la guerra conocida por los aztecas, la batalla estaba ganada por ellos, pues cuando en combate se hería en una pierna al jefe enemigo y se le tomaba preso, inmediatamente terminaba la lucha con la victoria para los captores.

Pero estas leyes lógicamente, no eran las leyes de los españoles, que al darse cuenta de lo sucedido retornaron al sitio de combate en gran número y tras costoso enfrentamiento rescataron a Cortés.

Ixtlilxochitl el hermano traidor del asesinado Cacamatzin de Texcoco aconsejó entonces al capitán español que esperara, que el tiempo era su mejor aliado.

Efectivamente, según relata el Códice de a523: “Por las calles había huesos rotos, cabellos enmarañados, las casas con los techos caídos, las habitaciones enrojecidas de sangre, los gusanos se arrastraban por las calles, los muros se veían embarrados de sesos, el agua roja como teñida, así la bebíamos, bebíamos hasta agua salada.”

La heroica resistencia se fue quebrantando, casi no quedaban ya hombres aptos para el combate, cuando Guatemoctzin decidió salvar al resto de la población entregándose él a cambio de las vidas de los vencidos. Se enviaron emisarios con esta proposición a Cortés, que la aceptó.

El día pactado para la rendición de su persona, Guatemoctzin, cubierto con el manto señorial color azul de los grandes tlatoanis de México-Tenochtitlán partió en una canoa acompañado de su tlacatecutlí y de sus primos, los tlatoanis de Texcoco y de Tlacopán.

Relata el cronista, Padre Bernardino de Sahagún, que entonces el caudillo, vendido por sus propios hermanos – pues son tlaxcaltecas los que propician el triunfo de Cortés – le dijo a este: “Señor Malinche (1), yo he hecho lo que soy obligado en defensa de mi ciudad y no puedo más, y pues vengo por fuerza ante tu persona, toma ese puñal que tienes en el cinto y mátame con él.”

Cortés, incumpliendo las promesas y el pacto acordado, temeroso de Guatemoctzin, y poseído de un ansia irrefrenable de oro, ordenó más tarde darle tormento, aplicándole fuego a los pies, previamente untados de aceite, al joven tlatoani y sus jefes allegados.

El señor de Tlacopán, que era apenas un adolescente, dejó escapar un quejido de dolor, lo que reconvino Guatemoctzin con esta frase inmortalizada por la historia de la rebeldía americana: ¿Acaso estoy yo en un lecho de flores?

(1) Malinche: corrupción española del nombre de la amante de Cortés, Malitzin. Por extensión se le llama a Cortés, Malinche.

Juventud Rebelde, 29 – 03 – 71

La Quinta Pata

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